Cine-mundial (1921)

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Peli LAS MAD) OR EL TITULO van a juzgar mal de esta croniquilla los lectores de CINE-MUNDIAL; van a creer que nos “metemos” con las mujeres desarrapadas, con las me| dias con agujeros, las chambras sucias y las faldas en desuso; pero nada más lejos de nuestro ánimo. En primer lugar porque aquí, en Yanquilandia, no hay mujeres zarrapastrosas y luego porque el cronista, aunque le esté mal el decirlo, es persona de buen gusto incapaz de hablar de cosas desagradables. Las “mal vestidas” son las mujeres que siguen la Moda, ni más ni menos. También podríamos llamarlas las “poco vestidas” o las “casi desnudas” o bien las “desabrigadas” y acaso las “edénicas”, pero el verdadero nombre, el nombre apropiado es el de “mal vestidas”. En efecto; mal vestida, en el sentido de la escasez de los trapos, lo está toda mujer joven que aprecie en algo sus encantos naturales, y como, todas, de los catorce a los cincuenta, poseen algo de qué ufanarse, de ahí se sigue el titulillo. ¿Está claro esto? Pues, por si acaso, vamos a darle más luz al asunto, ya que es cosa fácil porque la ropa no nos va a estorbar y la que todavía les “queda” es harto transparente. Ya se dijo que la Moda era una de las formas modernas de la Tiranía; hasta se ha llamado esclavas a las que la siguen en todas sus múltiples innovaciones; esclavas y algo más que suena feo; frívolas, descocadas, provocativas... Algunos timoratos han soltado la palabra “indecencia” y desde el púlpito se han fulminado sacras filípicas contra las que enseñan, con toda la gracia femenina del caso, una tercera parte de sus formas. —¡Abominación! —rugieron varios Reverendos —; por este camino llegará un día en que nuestras mujeres, olvidándose de lo que se le debe al decoro, saldrán a la calle en camisa mo-! dernista, perturbando con sus “ense-| ñanzas” el ánimo, de suyo inquieto, de los varones; el Pecado se posesionará de las almas y todos nos condenaremos sin remisión, envueltos en la nauseabunda ola de la más desenfrenada lujuria... Uno de estos predicadores que, desde el púlpito, se desgañitaba un domingo contra los excesos de la Moda, fué interrumpido por una feligresa la cual, entre ingenua y maliciosa, le hizo esta preguntita: —Reverendo Padre; usted se olvida de que nuestros primeros padres Adán y Eva correteaban desnudos por el Paraíso. —Pero estaban solos y además eran inocentes — se apresuró a contestar el sacerdote. —Y en Roma, durante el Imperio, las da So RATA ` CINE-MUNDIAL por J o mas se exhibían con los bustos al aire — replicó la interruptora sin dar su brazo a torcer. —Recuerde usted que el Senado lanzó un decreto prohibitivo — replicó el pater en tanto que, con una experta ojeada, se apercibía de la semidesnudez de la curiosa feligresa. En cambio — para gustos se hicieron colores y vestidos — som muchos los ciudadanos que se muestran satisfechos con esta “ligereza” de la moda imperante. Las pantorrillas calzadas con medias de color carne, los brazos al aire; la espalda, en tentador triángulo, enseñándonos la tentadora musculatura de la interfecta... Lo demás, merced al corte, se adivina, y e Cul buerne DAIS un buen observador no se equivoca en cuan to a la calidad, curvatura y frescura de las formas. Pero estas exhibiciones de ahora no son nada todavía. Hay que esperar la estación veraniega para que contemplemos, con la disculpa del valor, verdaderos modelos femeninos al natural. Una revista especialista en tan delicada y para muchos peripatética materia, acaba de “avanzar” la noticia de una moda de riguroso estío y solamente para bañarse en público por las playas. He aquí la “ropa” que se necesita. Una mujer “chic” soportará sobre su piel unas nueve onzas de peso con cuya impedimenta no habrá cuidado de que naufrague. Esto está bien; no es posible criticarlo; se trata de un ejercicio saludable entre las olas “procelosas” y una mujer que nada ¿qué ha de necesitar? Pues... nada. Sin embargo, y por aquello de la moral, he aquí el equipo: Un casquete de seda imperceable para la protección de los cabellos. Una fajita de tela delgada y elástica para la cintura, con un broche posterior, y Una especie de sandalias para la planta de los pies. Las medias han sido desechadas con carácter definitivo, puesto que entorpecen los movimientos cuando se empapan en agua. Claro que estos “vestidos” no son para andar por la Quinta Avenida, pero ya es un buen síntoma que puedan exhibirse en las playas, que no están muy lejos, y además ya el cine se ha encargado de popularizarlos, colocándonoslos en los episodios culminantes, por ejemplo, en las juergas “bien” que se corren en ciertos fantásticos salones del misterioso y pecaminoso Broadway. Recordamos una película en. que figuraya nada menos que un ministro del Gabinete inglés, cuya esposa, pizpireta y retozona como una bailarina andaluza, se exhibía con las pantorrillas al aire, una faldita vaporosa que le daba por la mitad de los muslos y unos sutiles y sedeños tirantes por los hombros desnudos... para sujetar algo parecido a una camisola que se le escurría al menor movimiento. A todos los del público nos pareció deliciosa la vista. Ahora bien; si se permite en el cine que una “mal vestida” nos enseñe casi todo lo que Dios le dió, ¿por qué hemos de andar con repulgos sociales y con distingos injustos? ¿Por qué lo que es correcto en Palm Beach y en una cinta de celuloide ha de ser repro bable en las calles? Aparte de que sería conveniente plan tear de una vez el problema y dar una batalla general contra tantos asustadizos que se' tapan la cara con los dedos muy sepa rados... Porque, digan lo que quieran los... baró metros, una “mal vestida” siempre está bien. Conste que habla un soltero. Tomo 1921 ATA A e a e at PÁGINA 406