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CINE-MUNDIAL
Detesto las Entrevistas —dice Jackie Coogan, Jr.
UPONGO que todos ustedes sabrán que Jackie Coogan, junior, es el “Nene” de la película de Chaplin que lleva ese nombre y el digno colaborador del famoso mimo en esa producción magistral que ha causado el deleite de todos los aficionados al arte mudo. Entrevistar a ese caballerito de cinco afios que ya ha ganado más de sesenta mil dólares como actor de cine, era una especie de obligación para CINE-MUNDIAL. Y hemos cumplido...
Jackie Coogan, Jr., es un chiquillo como todos. A primera vista, esta afirmación nada tiene de original. Pero no la hago con la intención de dar informes, sino con la de dar énfasis.
Cuando llegué a ver al mintsculo Jack, me sentia escéptico, aunque me habian dicho que el tal chico no tenia nada de presuntuoso. No podia yo creer que un consumado actor como él estuviera exento de ese aire de precocidad casi inevitable en todos los de la especie. He llevado tantos desengafios en ese terreno que ya tengo la piel endurecida. No es la primera vez que entrevistaba “pequeños prodigios” y siempre, antes, salí desengañado.
Pero con Jack fué distinto.
Apenas comenzamos a hablar, me di cuenta de que “el nene” era un chico de veras, un chico “natural”, sin infundios ni pretensiones y que se conquistaba la simpatía de las gentes apenas contestaba la primera pregunta o lanzaba la primera sonrisa, aun en medio del imponente lujo de las habitaciones del Hotel Biltmore.
Cuando llegué allí, el aposento estaba lleno de una concurrencia heterogénea y compuesta, en su mayoría, de periodistas, fotógrafos, cronistas, entrevistadores y “tutti cuanti”. Jackie, al parecer indiferente a la conmoción que en torno suyo había, jugaba al “rhum” con su tía, sin dársele un ardite que varias celebridades locales estuvieran examinándolo de pies a cabeza como un animal raro. Si alguien le hacía una pregunta, contestaba (sin pizca de respeto, por más señas, pero con aire de estar más interesado en el juego que en la respuesta.
Yo había solicitado una conversación particular con el chiquillo y no quise enderezarle mi interrogatorio hasta que terminó la partida, que Jackie salió perdiendo, y pudimos alejarnos de la nube de entrevistadores rivales míos que se vieron obligados a esperar. Ya antes había yo estado conversando con el padre de la criatura, que es viejo conocido mío y a quien he aplaudido en más de un vodevil. (Porque hay que aclarar que Jackie es hijo de un actor de las tablas norteamericanas.)
Para no alarmar al “Nene”, su papá me presentó diciéndole:
—Te voy a presentar a un antiguo amigo, Jackie...
Y el vástago dijo inmediatamente:
—j Qué gusto que es un amigo y no uno de esos entrevistadores que no me dejan en paz! Desde que llegamos a Nueva York, he visto lo menos cinco mil y he tenido que contestarles millones de cosas... Y todos quieren saber las mismas cosas... No me dejan jugar a las cartas con mi tía y precisamente cuando estoy ganando es cuando llegan con sus preguntas.
Aquellas palabras, bien dichas, bien pro
Junio, 1921 <
Por FEDERICO TIDENO
Jackie Coogan, el famoso “Chiquillo” co
laborador de Chaplin, estrechando la ma
no al humorista Irvin Cobb, que hizo los
titulos para uma reciente pelicula del propio, minusculo actor.
nunciadas y muy sinceras, me dejaron boquiabierto. No cabe duda que el chiquillo decia la verdad, que las entrevistas le caian muy mal y que preferia un juego de naipes con su tia a toda la celebridad periodistica del universo. Habría sido una vergüenza usar de un subterfugio para entrevistar a Jackie, de modo que no hubo más remedio que confesarle que yo también era uno de sus “enemigos entrevistadores” y aunque no se enojó, sino simplemente se resignó mustiamente, el mortificado fué el periodista.
No sabía yo cómo comenzar el interroga
torio, pero Jackie me sacó del apuro, pre-.
guntándome intempestivamente:
—¿Sabe usted jugar al “rhum”?
El “rhum” es un juego americano de naipes que consiste en descartarse del mayor número posible de cartas. Se dan cinco de éstas y el que primero sale del juego, es decir, el que hace mayor número de puntos, descartándose, es el que gana. Para poder descartarse hay que hacer pares; seises con sietes, o dos naipes del mismo palo.
— Sí sé — repliqué.
—Pues enonces — dijo Jackie encantado —
juguemos mientras hablamos. ¿Quiere usted?
Y jugamos media hora larga. Perdí miserablemente. No tanto por falta de práctica como porque me estaba yo escarbando el cerebro para encontrar preguntas originales que hacer al chiquillo y no las encontraba. Eran las mismas de siempre. Cuando inquirí qué era lo que más le gustaba en la vida, me respondió que jugar al “rhum” y salir en automóvil. Cuando le dije que qué quería ser cuando fuera grande, me aseguró que fotógrafo de cine. Al tratar de averiguar si le agradaba trabajar en películas, recibí este escopetazo:
—Me gusta porque es trabajo fácil...
Y no sabía qué más preguntar ya a ese chiquillo de cinco años. Ni la teoría de Einstein ni la Liga de las Naciones ni ninguno de esos asuntos de actualidad entraban en el cuadro interrogatorio. Con razón decía el mocoso que había estado contestando
, siete años,
las mismas preguntas millares de veces. Sin duda que los otros entrevistadores habían tenido que resolver el mismo problema que yo. Y, prefiriendo la grata compañía de Jackie a la tarea de la entrevista, seguí jugando “rhum” en silencio, hasta que se presentó un fotógrafo que quiso sacar a “Jackie” en la azotea del Biltmore antes de que se pusiera el sol y allá fuimos todos, aunque el “héroe” de mala gana.
Jackie es un chiquillo normal, como ya dije antes, pero tiene una gran cualidad. No salta de un asunto a otro atrabiliariamente. Al contrario; se concentra y puede hablar del mismo tema con notable cordura durante quince o veinte minutos. Además, es original y no vacila en hablar de lo que se le viene a las mientes, pero no se crea por eso que es un “enfant terrible”. Por ejemplo, mientras el fotógrafo preparaba su cámara, me dijo:
—Cuando vuelva a California, le diré a Charlie Chaplin que en Nueva York me hicieron un recibimiento más grande que a Fairbanks. Todos me lo dicen...
Y, personalmente, creo que es verdad.
—El señor Chaplin — continuó espontáneamente y sin que yo le preguntase nada — va a pagarme mis estudios. Cuando tenga yo me dará dos tutores; uno que me enseñe francés y otro que me enseñe todo lo demás.
Bajamos de nuevo al aposento, en momentos en que el padre del chico trataba de hacer una cita para una entrevista el miércoles siguiente. Y Jackie protestó:
—Papá, por Dios, no hagas la cita. El miércoles quiero ir al Circo.
—Y si te pido que te quedes en casa para hablar con este caballero — dijo el padre — ¿me complacerás?
—Como quieras, papá; pero la verdad es que quería yo ir al Circo.
Naturalmente, el padre se acercó al teléfono y dijo:
—No puede ser. al Circo.
Lo cual prueba que Jackie es un niño de primer orden y que su papá es un padre ejemplar y que los dos se quieren y se entienden muy bien.
De propósito no quise en estas líneas hacer una descripción de Jackie. ¿Quién no lo conoce que haya visto “The Kid”? Pero debo aclarar, sin embargo, que no hay ningún retrato suyo que haga justicia a sus ojos, esos ojos que debe haber heredado de su mamá — española de nacimiento — y que, además de su profundidad, de su expresión y de su belleza, tienen algo como el potente reflejo del carácter del niño y brillan como dos astros.
Durante nuestra permanencia al lado de Jackie nos enteramos de que casi todas las grandes compañías productoras de películas han hecho ofertas importante de contrato al Nene, con grandes sueldos y toda clase de ventajas, lo mismo que las Compañías de Variedades. Ziegfeld lo quería para su clásica Azotea y Dillingham para el Hipódromo, pero sin duda que Jack Coogan continuará haciendo películas; el mes pasado salió en una cinta del Primer Circuito, que no es cosa mayor y, según me dijo su papá, pronto firmará un contrato por varios años con otra casa manufacturera de películas.
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El miércoles, Jackie va