Cine-mundial (1921)

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E “La Película”, revista profesional que se edita en Buenos Aires, se lee: Hemos de declarar, ante todo, que lo que vamos a relatar es rigurosamente auténtico. El presidente Irigoyen tiene un miedo cerval a los fotógrafos: es conocido el caso aquel de que por haberlo enfocado un repórter gráfico le destrozó la máquina a bastonazos aunque después le abonó cincuenta pesos por daños y perjuicios. El caso presente es más grave porque no abono nada sino unos cuantos puntapiés. Pero no nos precipitemos en la narracion de los acontecimientos. Mario «Gallo fué a sacar unas vistas de actualidad para la Fox, en el Hotel Plaza. Alli estaba el Ministro de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos, Mr. Colby, quien recientemente fué huésped en Buenos Aires. Fué por la tarde y era el momento en que el presidente Irigoyen devolvia la visita al estadista yanqui. Gallo preparó su maquina en el vestíbulo superior del Hotel Plaza, en el preciso momento que pasaba Irigoyen. Este, al ver la máquina, tiró una patada, mejor que un equino, al trípode, haciendo resbalar a Gallo que cayó al suelo poniendo en descubierto sus enormes posaderas, donde recibió el segundo puntapié del augusto personaje. lrigoyen dió orden de que hicieran humo a la cámara y al operador. Gallo no se explica UE SOREL CINE-MUNDIAL aún cómo pudo en un minuto encontrarse en la puerta del hotel todo magullado. ¡Hola, bigamo! Con este alarmante saludo interrumpió una dama la luna de miel del joven actor Charles W. Ockstadt, que del brazo de su flamante esposa, y seguido de toda una larga fila de invitados, salía de una iglesia de Chicago a los pocos minutos de contraer matrimonio. Intervino la policía y se comprobó que la señora del saludo era nada menos que esposa legítima del artista, hombre algo distraído, por lo visto, va que en la cárcel no pudo decir con exactitud cuántas mujeres había llevado al altar. EGUN el “New York World”, acaba de acuñarse otra frase inmortal. El Juez Schwab, en causa seguida contra un peluquero por oscular a una manicurista delante de las mismas barbas del marido, dijo solemnemente: Urge poner coto al besuqueo de las esposas ajenas. En los siglos venideros, entre dichos famosos como ¡Libertad, libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre! (Mme. Roland). Alea jacta est (Julio César), Después de nosotros el diluvio (Mme. de Pompadour), Más vale honra sin barcos que barcos sin honra (Méndez Núñez), ¡Venga esa corriente que tengo prisa! (el matón “Bull” Cassidy mientras le apretaban las correas en la silla eléctrica), el vulgo siempre recordará la sentencia profunda del Juez Schwab de Nueva York, que sintetizar las de esta parece aspiraciones época: Urge poner coto al besuqueo de las esposas ajenas. A revista francesa titulada “Monsieur” se dedica exclusivamente a elegancias masculinas y cada número trae notas y artículos curiosos. En el último dice: La moda es autoritaria. Los elegantes no se abrochan, bajo ningún pretexto, el último botón del chaleco... Siento tener que descender a personalismos, pero la verdad es que yo he seguido siempre esa costumbre que demuestra en mí elegancia innata, pues desconocía que fuera un requisito de la moda, y espero que el lector sea benevolente en este caso por tratarse de una de esas grandes satisfacciones de la vida. A mí vienen llamándome muchas co (Continúa en la página 438) d Eoo ee Caricafurofa BIB STA ES LA CARICATURA de Mlle. Cecil Sorel, de la “Comedie E Française”, que precipitó el escándalo de actualidad en Paris. La actriz, al ver el cuadro expuesto en el Salón de Humoristas, le atizó un golpe con su bolsa de oro y logró romper el vidrio, aunque el dibujo quedó intacto. También reproducimos el retrato de “Bib”, el caricaturista del lío, a quien la artista ha hecho famoso exigiéndole $10,000 ante los tribunales por daños y perjuicios. —Yo soy hermosa— exclamó Mlle. Sorel al explicar su arrebato — y sólo el tiempo tiene derecho a cambiar mis facciones. . Mientras tanto la caricatura, según el “Sun” de Nueva York, que atraía a diario centenares de personas al Salón de Humoristas después del ataque de la actriz, fué comprada por el Senador Demonzie por alta suma, y al poco tiempo decidió venderla en pública subasta a beneficio de los pobres de su aldea natal. Otro de los motivos que agotaron la paciencia de Mlle. Sorel fué que el cuadro estuvo en exhibición por algún tiempo en el hotel donde ella vivía, dando origen a comentarios desagradables por parte de los huéspedes. Junto, 1921 < De la “Divina Sarah” y otras artistas francesas de renombre se han hecho caricaturas tan crueles o más que la citada, pero Mlle. Sorel es mujer de armas tomar y muy aficionada a salirse con la suya. Hace un año, durante la campaña de “las medias de algodón”, encaminada a restringir la extravagancia en el vestir en bien de la prosperidad nacional, la artista estuvo a punto de ocasionar un motín apareciendo en público vestida con un traje de diez mil dólares y ostentando además un collar de perlas cuyo valor se estimaba en cien mil — quizá esa sea la joya a la que “Bib” quiso aludir en su caricatura. En el otoño pasado circuló la noticia de que Mlle. Sorel haría una jira por los teatros principales de los Estados Unidos, y se llegó hasta a pedir permiso a las autoridades para que la dejaran importar cuarenta cajas de champán. La noticia causó gran indignación entre el elemento prohibicionista, que en seguida puso el grito en el cielo. El agente de publicidad encargado de la tournée explicó que la artista conservaba su belleza bañándose tres veces por semana en el espumante vino, pero no convenció a los propagandistas de la abstinencia. > PÁGINA 409