Cine-mundial (1921)

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LA CALLE DE LOS ENSUENOS (Dream Street) “Griffith —3,300 metros Intérpretes principales: Carol Dempster, W. J. Ferguson, Edward Peil y Charles Slattery. Colaboradores: Tyrone Power, Morgan Wallace, Charles Emmett Mack y Ralph Graves. Direccion de David Wark Griffith. Argumento de Rose Sinclair. Fotografía de Hendrik Sartov. Tecnicismos de Frank Wortman. Argumento Gipsy Rair, bailarina de un cafetin de Londres, es amada por dos hermanos: uno grande, forzudo, primitivo; el otro tímido, pequeño y poeta. Un chino, también enamorado de la joven pero rechazado por ésta, para vengarse, hace que el poeta mate, en defensa personal, a cierto individuo. El forzudo asume, por cariño a su hermano, la responsabilidad del crimen y se esconde en casa de Gipsy. El chino afirma que la bailarina lo ha denunciado a la policía. Pero, en el tribunal, el poeta confiesa su delito. El y su hermano son absueltos. El forzudo se casa con Gipsy y el poeta se vuelve rico... y burgués. Para juzgar una película de Griffith, hay que ponerse en un plano aparte, ya que el director en cuestión se ha construído una especie de nicho para él solo, desde el cual mira a los demás como directorzuelos y productorcillos de poco más o menos. Tómese, pues, nuestra opinión como formada a la altura de ese nicho, es decir, comparandola última cinta del maestro con las demás suyas y con el tipo de norma de otros fotodramas de primer orden presentados últimamente. En esta “Calle de los Ensueños” hay una gran suma de rincones bastante oscuros, no sólo por lo que se refiere al tema y a su desarrollo sino especialmente por el tratamiento técnico de la obra — y el tratamiento técnico es lo que había dado fama clamorosa a Griffith hasta la fecha. Esto es grave. Por lo demás, la interpretación de cada uno de los actores, la fuerza que han dado a los caracteres que en la película aparecen y algunos detalles de fotografía y de emoción, están muy bien. Pero ni puede compararse la producción con las precedentes del mismo autor, ni dará mayor prestigio a Griffith. Hay quien asegura que éste está ya degenerando... Y, aunque no sea yo quien diga eso, advierto que “La Calle del Ensueño” me dej6 tibio y sin convencer. O seria que estaba lloviendo afuera. — Ariza. LA REINA DE SABA (The Queen of Sheba) “Fox’’—3,600 metros Intérpretes principales: Betty Blythe, Pritz Lieber, Herschcli Mayall, G. Raymond Nye y Pat Moore. Colaboradores: Claire de Lorez, George Siegmann, Herbert Heyes, Genevieve Blinn, William Hardy, John Cosgrove, Joan Gordon, Paul Cazeneuve, Crane. Argumento de Virginia Tracy, J. Gordon Edwards. Junio, 1921 < Nell Craig, Al Fremont y Earl y direccion de CINE-MUNDIAL ae il Hi Pa | | ell lif CT || | dim dll [UM UN TR | il] Resenas criticas de las ultimas producciones y a cargo de nuestros propios redactores, Ariza, Guaitsel y Rico. Argumento Todos conocemos — o debemos conocer — la biblica historia del encuentro o visita, o lo que fuera, de la Reina de Sabá con el Rey Salomón. Ese es el tema de la producción, aunque bastante corregido y aumentado, a fin de que encuadre en el marco invariable de los argumentos yanquis. Pero las innovaciones y los milagros (hay un milagro en la pelicula ¡figúrense ustedes!) y los otros detalles añadidos al asunto, son lo de menos. Es la historia bíblica novelescamente llevada al lienzo y no hay para qué transcribirla aquí. Como producción de espectáculo, esta cinta extraordinaria raya a gran altura. Sus escenas de muchedumbre, de batallas palaciegas; sus refinamientos de lujo, sus estupendas perspectivas y su riquísimo vestuario (cuando lo hay, vorque la reina de Sabá apenas si lleva encima una que otra prenda de ropa, lo más breve posible) hacen merecedor a Edwards de las más calurosas felicitaciones. Esta cinta será un éxito en toda la extensión de la palabra. Pero el éxito se deberá al deslumbramiento de la presentación y no a la fidelidad histórica de los detalles. ¡Mire usted que sacar a Salomón mejor afeitado que Petronio! ¿Por qué es que la casa Fox se ha empeñado en rapar a todo el mundo? Primero le quitó las barbas a San Juan Bautista y levantó una polvareda atroz y ahora le arrebata a Salomón los tradicionales aditamentos capilares y nos lo muestra, intonso, lampiño. sin un pelo en el rostro. ¡No hay derecho! — Guaitsel. EL GABINETE DEL DOCTOR GALIGARI Pelicula alemana, distribuida por “Goldwyn” — 1,375 metros Intérpretes: Werner Krauss, Conrad Veldt, Fritz Feher, Lil Dagover y H. von Twardowski. Argumento de Karl Mayer y Hans Janovitz. Escenarios de Herman Warm, Walter Reiman y Walter Bohrig. Dirección de Robert Wiene. Argumento El tema de la producción es una historia contada por un loco al Director de un Manicomio. Pero ésto no se averigua sino hasta el último rollo de la película y después que el espectador ha contemplado una serie de macabras escenas, asesinatos, actos de sonambulismo y complicadas manifestaciones hipnóticas. La trama propiamente dicha no tiene importancia, aparte de los datos mencionados aqui, porque la superioridad de la presentación y la maestria con que el argumento va desarrollado obscurecen todo lo demás. Esta es una producción de primer orden. En primer lugar, se sale de lo común, es inquietante, moderna, verosímil y de una fuerza dramática comparable a cualquiera obra de Sardou, de D'Annunzio o de Berstein. Por otra parte, los escenarios (que muchos han criticado a priori y sin razón) están perfectamente de acuerdo con el tema: son de estilo. futurista; calles torcidas hasta el ridículo; casas que se doblan sobre sí mismas; escalinatas que tienen veldaños increíbles. Pero es que es un loco el que está contando la historia. Y es que así nos figuramos todos que un loco debe ver las cosas, en la perspectiva de su mente enferma y tergiver sada. De modo que lo que muchos han llamado defecto en esta cinta, resulta, en realidad, uno de sus atractivos, desde el punto de vista estético y psicológico. La interpretación es, además, magnífica. Y basta. Siempre es más fácil y más cómodo dar palos que ensalzar un fotodrama v vo me siento mejor después de haber dejado mal parada una película que al cabo de haber hecho un esfuerzo por inducir 2 las gentes a que vayan a ver una que a mí me gustó mucho sobre la pantalla, como ésta. — Rico. ANA BOLENA Cinta alemana distribuida por (Deception) “Paramount "—4,500 metros Intérpretes principales: Emil Jannings y Henny Porten. Los demás actores no están mencionados en el reparto y es una lástima, porque todos lo hacen muy bien. Dirección de Ernest Lubitsch. Argumento Los amores del rey Enrique VIII con Ana Bolena, su divorcio de la reina Catalina y el nacimiento de sus nuevos amores con Lady Seymour, dan pretexto a la presentación de esta cinta de larguisimo metraje. Por el romanticismo un tanto feroz de esa época de la hostoria de Inglaterra, pocos hay que no estén enterados de los sucesos en cuestión, de modo que basta indicar de qué se trata para dar idea del asunto. Yo he visto todas las películas llamadas “de época”, desde el “Quo Vadis?” hasta la fecha. Ninguna alcanza, ni por la caracterización ni por la excelencia de la dirección, a la “Ana Bolena” que los alemanes han mandado a estas tierras. Si todas las películas de origen germánico tienen los tamaños de “Du Barry”, “El Dr. Caligari” y esta de que ahora me ocupo, no les arriendo las ganancias a los productores yanquis ni a los italianos, ni a los franceses. Lo esencial en estas producciones no es tanto la verdad histórica (que es una verdad muy elástica y expuesta a los ataques del primer investigador que se dedique a desentrañarla de buena fe) como la fidelidad de los actores a la fisonomía histórica de los protagonistas. En otras palabras, es preciso que lo que vemos en la pantalla responda íntegramente a la idea que los retratos, las descripciones, los libros y sobre todo, nuestra propia imaginación, nos han dado de tal o cual personaje. El “Ursus”, el Vinicio y el Nerón de “Quo Vadis?”; el Antonio de “Cleopatra”, no convencen, primero porque no “se parecen” a los originales por más que algunos de éstos hayan sido reproducidos escultóricamente y en cien distintas formas y, segundo, porque no son como nosotros nos los figuramos por obra de la descripción que de ellos nos hicieron el autor o el historiador. En cambio, el Enrique VIII de “Ana Bolena” es él, el propio monarca de los Tudores arrancado a su época y transplantado al siglo veinte, con su tradicional obesidad, sus ojos lascivos, su barba rala y descuidada y sus apetitos primitivos. Y como el vestuario y la exactitud en todos los detalles no tienen mácula, perdonemos que se nos presente a Ana como una especie de > PÁGINA 418