Cine-mundial (1921)

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0018496534 Né SAS SS WW.AQW,. OF. QV, AF.Y.OF, SAS SZSAS SS SE GE AEC" SAIA NA DEE Qu My tie hw MD, LG be bo CAYO DÉ “lip, Mn De Uy With; UC Yh, 22 e RIN \ SÍ N SOS > TOMO VI, N°. 7 JULIO, 1921" Y OCS QURAN W SN SS Ss wr MWA Lae es . Published and distributed under permit (No. 637) authorized by the Act of October 6, 1917, on file at the Post Office of New York, N. Y. By order of the President, A. S. Burleson, Postmaster General. Mtavismos ERA o no sera cierto que la cultura acerca a las gentes, pero si lo cs que el entusiasmo del juego las envuelve en corrientes igualitarias y amistosas, y un poco de salvajismo las hermana. En los hipódromos de Saratoga o Nueva Orleans se respira análoga atmósfera que en los de Buenos Aires o Berlín; en los frontones de la Habana o los parques de “base-ball” de Puerto Rico hay un ambiente que se confunde con el del “Polo Grounds” de Nueva York. Quizás algo por el estilo po dría decirse de los salones largos y obscuros donde en Constantincpla se efectúan carreras de cucarachas, hoy deporte favorito, segun el cable, de la ex-nobleza rusa que desde aquel exilio espera In caída de Lenin para restaurar las delicias y virtudes del zarismo en el antiguo Imperio. Y un gallero de ley, o un entusiasta aficionado a los toros, sepa o no inglés, tiene que hallarse como en casa propia en cualquier “club” destinado al pugilismo. — Estos son los míos — exclamaría por fuerza entre las hordas yanquis, porque no hay que olvidar que en todo espectáculo donde se derrama sangre, sea donde fuere, reina siempre una democracia fraternal: la democracia absoluta, sin respetos, que habla de tú y llega hasta la trompada o el silletazo. Por eso es de suponerse que la pelea entre Carpentier y Dempsey interese tanto en nuestros países como aquí, donde los gran des y pequeños rotativos, día tras día, resenan las hazañas de ambos pugilistas en primera plana y continúan la información, a páginas enteras, en las interiores destinadas a deportes. A los yanquis no les cabe en la cabeza que el francés pueda ganar, y, si eso sucediese, recibirían una decepción análoga a si perdieran — desgraciadamente para el mundo digan lo que quieran algunos fanáticos de corta vista — su próxima guerra con los japoneses. KOK Ok Oriundo de Grecia y extendido por Roma, los ingleses heredaron el boxeo y, como muchas otras cosas, a los yanquis tocó en turno perfeccionarlo y dulcificarlo. Del “cestus” de hierro con púas al guante de cuero, relleno de algodón y con cinco onzas de peso, hay bastante diferencia. Alrededor de este deporte los ingleses crearon y sostuvieron por algún tiempo la leyenda de que sólo ellos y sus descendientes sabían usar los puños, leyenda que destruyeron, sin querer, en los Estados Unidos. Hace treinta o cuarenta años, cuando el grueso de la inmigración a Norte América procedía de las Islas Británicas, tanto los pugilistas como los matones que aterrorizaban los pueblos de esta nación eran de origen inglés, escocés y, sobre todo, irlandés, gente que siempre se ha distinguido por su agresividad. Luego llegaron en gran número los judíos, italianos, alemanes, y otros europeos, y en la actualidad los pugilistas profesionales, en su mayoría, son de ascendencia italiana o judía, como lo son también los guapos y demás elementos maleantes de las grandes ciudades yanquis. Esto resultaría evidente para todos si no fuera por la costumbre arraigada aquí de cambiarse el nombre legalmente, tanto entre los pugilistas como entre los particulares. El que tiene un nombre italiano, español o ruso se va ante un juez y lo trueca en pocos minutos por otro inglés o anglicaniza el suyo. Entre los millares de casos de esta indole que se registran en el pugilismo, citaremos tres como ejemplos: el del mejicano José Rivera, que se hizo célebre bajo el nombre de “Joe Rivers”; Stanley Ketchell, a juicio de muchos el mejor boxeador de los tiempos modernos, judío polaco cuyo verdadero nombre era Stanislaus Kieckalis; y el de Johny Wilson, hoy campeón de peso mediano, que se llama Giovanni Carrotta y como todos los italianos que se dedican a este oficio es bastante supersticioso, a juzgar por la forma en que se persigna y reza en el “ring” antes de empezar a recibir y atizar puñetazos. Pero si la leyenda sobre la habilidad de los ingleses y sus descendientes no tiene fundamento sólido, sí la tiene la creencia de los yanquis de que sólo en Norte América hay buenos pugilistas. A millares se cuentan los encuentros que se celebran semanalmente por los diversos Estados — sólo en Nueva York hay mayor movimiento pugilístico que en todo el resto del mundo — y el que sabe usar los puños puede pelear, si está bien administrado y le conviene hacerlo, dos o tres veces por semana. De modo que cuando uno de estos sujetos logra sobresalir, tiene por fuerza que ser una notabilidad, algo en verdad excepcionalmente bruto. x kx x Los norteamericanos están convencidos de que más brutos que Dempsey no se dan. Nosotros también. El triunfo de Carpentier, si triunfara, sería una excepción para probar la regla. Juro, 1921 < === == => —— — == =S PAGINA A