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¿Cuanto valen?
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ARA averiguar cuánto vale una es
trella de cine, no sólo en moneda de
popularidad y talento y en la opi
nión de las gentes que le pagan el sueldo o que la aplauden en la pantalla, sino en dinero contante y sonante, el procedimiento es sencillísimo, pues consiste en averiguar en cuánto tiene asegurada su vida la casa productora con quien trabaja. De nada sirve que sus películas tengan enorme demanda en las Guayanas, en Australia o en el archipiélago polinésimo, si en los libros de las Compañías de Seguros su existencia no vale arriba de quinientos pesos. Esos libros son el verdadero termómetro de la popularidad de la estrella y fluctúan según que haya altas y bajas en “el mercado”.
Es sabido que Paderewski, cuando estaba en el pináculo de su gloria como pianista y ganándose una millonada gracias a la agilidad de sus dedos, tenía asegurado cada uno de ellos en diez mil dólares. “Babe” Ruth, uno de los predilectos jugadores de base-ball de los Estados Unidos es considerado tan valioso para la compañía que lo emplea, que tiene un seguro contra accidentes por doscientos cincuenta mil dólares. Y así sucesivamente...
En el cine, las pólizas de algunos artistas dan mareos. Hay varias que se acercan al millón y dos o tres que lo pasan.
En estos tiempos en que las compañías de seguros protegen hasta contra la lluvia, como en el caso de la pelea pugilística entre Jeffries y Johnson, nada tiene de extraordinario que Mary Pickford valga, en los libros de la casa que distribuye sus películas (y aparte el porcentaje de las utilidades que recibe) un millón de dólares redonditos.
Los seguros obtenidos por las casas productoras son muchos y de diverso carácter. Se aseguran los negativos de las películas, para impedir que su destrucción o su pérdida arruine a las compañías, y hay cintas de
Junto, 1921 <
CINE-MUNDIAL
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celuloide de no más de mil quinientos metros que tienen un seguro de medio millón. Se protegen también estas casas contra la probabilidad de un accidente que interrumpa la manufactura de un fotodrama. En las series, sobre todo, o en películas en que los actores arriesgan su vida, el seguro es tan indispensable como la cámara fotográfica.
Estas pólizas no se obtienen solamente cuando está la película en curso de fabricación, sino en todas aquellas ocasiones en que la estrella pone su vida en peilgro. Hace poco, por ejemplo, Dorothy Dalton, estrella de “Paramount”, quiso contemplar a Nueva York desde las nubes y contrató un aeroplano para hacer el vuelo sobre la metrópoli. Apenas se enteró de aquel proyecto la casa de “Famous Players”, se apresuró a sacar una póliza de seguro contra accidente en favor de la artista, por valor de cien mil dólares y abrazando el período que duró el vuelo. La expedición se llevó a cabo con toda felicidad y la póliza expiró al tocar la señorita Dalton tierra firme.
Charles Chaplin, Douglas Fairbanks y Mary Pickford están asegurados cada uno en un millón de dólares. En caso de muerte
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“de alguno de ellos, las corporaciones en que
trabajan percibirán esa suma. Pero hay otros pequefios seguros que protegen a las compañías en caso de accidente, enfermedad y detención temporal del trabajo de dichos actores en curso de producción.
La casa “Selznick” tiene asegurada a cada una de sus estrellas en doscientos mil pesos, pero Olive Thomas tenía una póliza por ochocientos mil, de modo que su muerte repentina en París representó la entrada en los cofres de la compañía de esa enorme suma, como indemnización por la pérdida de los servicios de la simpática artista.
Cuando Griffith estaba haciendo “Way Down East”, una de sus producciones más valiosas, aseguró la vida de cada uno de los que tomaban parte en la cinta, hasta un total de setecientos mil dólares. Director, personalmente, tiene una póliza de medio millón, pagadera a la compañía de la cual es jefe, en caso de su muerte.
Estas sumas que parecen ridículas o mentidas, de puro enormes, tienen su razón de ser. Un accidente temporal o definitivo a alguno de los intérpretes de una película pue
Además, el
Por JUAN DEL CAMPO
‘lustrado por De Alla
Dorothy Dalton
de echar a perder por completo toda la producción y ya se han dado casos en que no pudo presentarse un fotodrama, en el que ya se había gastado un dineral, porque murió uno de los actores que en él tomaban parte. Fotografiada ya una gran parte de determinado argumento, en el que han salido todos los personajes, si uno de éstos desaparece por defunción, no hay forma humana de continuar y terminar la película. De ahí la necesidad de buscar una indemnización, indispensable en tratándose de películas caras, como las que actualmente se fabrican.
La industria cinematográfica es una de las mayores de los Estados Unidos, de modo que las pólizas que obtiene representan una de las inversiones más importantes para las Compañías de seguros. “Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis” estuvieron asegurados en un fortunón durante su manufactura. Además, cada actor tenía un seguro de vida personal y, concluído el fotodrama, el negativo fué protegido por otro seguro, enorme también. Con eso, con los seguros de 'ncendio, accidente, enfermedad y demás, el custo de fabricación de películas de esa magnitud alcanza las cifras fabulosas que marean a las gentes y que a muchos parecen increíbles.
No siempre están enterados los artistas de la importancia del seguro que sus Compañías han sacado sobre sus respectivas vidas. Eso les mostraría palpablemente la estimación en que los productores tienen sus servicios y daría lugar a pequeñas intrigas y exigencias. En consecuencia, las casas productoras casi siempre se guardan muy bien de revelar la importancia de la póliza.
El valor artístico, en cinematografía, queda, pues, reducido a pesos y centavos, como cualquiera otro artículo de mercancía corriente, lo cual tal vez no sea muy del agrado de las estrellas, pero sin duda tiene muchísima utilidad para las compañías interesadas en adquirir sus servicios.
Cuando un actor o una actriz, por ejemplo, termina su contrato con determinada casa productora y se halla en libertad de trabajar para otra compañía, esta última podrá estimar con seguridad el sueldo y los “méritos” del artista, inquiriendo con discreción en cuánto tenían asegurada su vida los productores con quienes trabajaba antes.
Y los números no engañan — dice el proverbio.
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