Cine-mundial (1921)

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los hombros y desparrámase por la espalda y por el pecho. En sus ojos, grandes y azules, prende una mirada llena de ternura que parece hablar de amores. En ella cantan la juventud y la primavera. —¿Qué haces ahí, Colombina? — gritale Totó al verla curiosear los rincones de la plaza. —Tomar el fresco — contesta ella —. En la carreta me ahogo. —El fresco es cosa económica y no ha de costarte plata, Totó — dice Papús. Hemos llegado a un punto en que es bueno advertir que Totó es el padre de Colombina y al mismo tiempo el empresario del espectáculo. Como empresario es aborrecido por los artistas y como padre de Colombina es el mayor verdugo de ésta. Nadie sería capaz de comprender, al verlo en la pista con su pintarrajeada y mofletuda cara de payaso bonachón, la enorme perversidad que esconde. —No corretees por ahí— vuelve a decir a su hija—. Ya sabes que hoy es día de trabajo y hay que preparar varias cosas. Bueno será que te entretengas en coser la alfombra que tan mal parada quedó en el pueblo que acabamos de abandonar. ¡Oh, pueblo salvaje que no ha comprendido mi arte! Papús inicia un gesto burlón, y Totó se indigna y se encara con el augusto y grita: —j Mi arte, sí! Porque mi arte es lo único que vale. Vosotros sois unos bestias que vivís porque os cubre la sombra de mi nombre. —Más valiera que nos cubriera una manta y así no tendríamos frío — rezonguea Papús. —¿Qué dices tú, imbécil? — le replica el payaso. —¡ Alto allá! — contesta Papús, chispeándole los ojos de indignación —. Basta de insultos y de desprecios y de tratarnos como a perros. Personas somos y como a tales quiero el tratamiento. Hace ademán Totó de levantar la fusta y se le avalanza Papús, apretados los dientes, erispados los puños, desencajado el rostro por la ira. La llegada de don Jacinto pone fin al incidente. Es don Jacinto antiguo amigo de Totó y a la vez persona rica e influyente. En la historia de su vida hay lagunas que la gente adivina depósitos de malas acciones. De ello debe estar bien enterado Totó, pues en sus frecuentes visitas al pueblo vésele siempre en íntimo consorcio con don Jacinto, de quien fué compañero de aventuras en otros tiempos. Don Jacinto ha separado a los payasos y se ha llevado aparte a Totó con quien ahora sostiene íntima conversación. II Va cayendo la tarde. El sol estúmase en la lejanía y un tono gris envuelve al poblado. Escúchase el lento tañer de una campana y hácese más intensa la melancolía que despide el paisaje. Colombina la siente reflejada en su alma. Es que Colombina está triste. Ama a Papús y sufre en silencio el acerbo dolor que le causa la desavenencia, cada vez más profunda, que separa a los dos payasos. Ruedan por sus mejillas unas lágrimas y retrátase en sus ojos el hondo pesar que la acongoja. También a Papús le muerde en el alma una pena muy negra. Tiene que ahogar el amor que le inspira Colombina. Demasiado comprende que Totó no le dará su hija. Totó es demasiado avaro y no consentirá que Colombina case con quien tiene por capital el día que vive y el aire que respira y el sol que Py y Junio, 1921 <— CINE-MUNDIAL le alumbra. Papús es un pobre artista que nació para hacer piruetas. Y es a veces su alma la que también se ve obligada a hacerlas. —Colombina, mi cielo — le dice —. ¡Si supieras cómo te amo! Pero sé que este amor mío es imposible y sufro en silencio y quisiera que en una de mis ridículas piruetas se me fuera la vida. Porque la vida sin ti no es vida; es sufrimiento, es amargura, es martirio. —No hables así, Papús — dice ella envolviéndolo en una mirada que es un mundo de promesas, de amor y de ternura—. ¿Por qué ha de ser imposible nuestro amor? Padre no es malo, y al fin consentirá. —No, no consentirá. Lo conozco demasiado y sé que no consentirá. ¡Ay, Colombina de mi alma, que te creo amenazada de un grave peligro! —No me asustes Papús. ¿Qué peligro puede amenazarme? —No lo sé, Colombina; pero lo presiento. Colombina es una bella muchacha... En sus ojos, gran des y azules, pren/ de una mirada lle\ o) ‘na de ternura... =“, Tu padre y su amigote me dan miedo. ; Quiera Dios que me equivoque! Totó ha vuelto la vista y ve juntos a Colombina y a Papús. Retrátasele la indignación en el rostro, que se le amorata; en los ojos, que parecen rojos, y en la crispación nerviosa de las manos. — Eh, Colombina! — grita con voz estridente —. No quiero verte ahí. Menos conversación, y haz lo que te digo. Los gritos de Totó hieren como latigazos el corazón de Papús. Quisiera allí mismo estrujar entre sus manos a Totó y a don Jacinto. ¡Dios de Dios! ¿Por qué le arrebatan la felicidad? Pero, ¿es que él no tiene derecho a defender lo que es suyo? Y aquel amor ¿no es suyo? Sí que lo es. Ella se lo ha dado y es suyo. Pues entonces, si es suyo, ¿por qué quieren arrebatárselo? Y sobre todo, ¿por qué no ha de defenderlo? ¡Ah, sí! Papús hace el firme propósito de no dejarse arrebatar el amor de Colombina. No sabe de qué manera, pero lo defenderá contra todo y contra todos. III Va a empezar la función. El público llena la plaza donde se instaló una pista burda y provisional. Cércanla unos alambres y cúbrela una alfombra vieja y deshilachada. Al fondo ha sido colocada la carreta que sirve de cuartos para los artistas. Estos, en el interior de ella, atienden a su caracterización y dan a sus rostros los últimos toques de pintura. Totó, lejos de Colombina y Papús, ensaya un gesto cómico ante el espejo y lo repite hasta quedar satisfecho de su comicidad. Junto a Totó hállase don Jacinto. Hablan en voz baja y miran recelosos a su alrededor. —¿Que quieres a Colombina? — dice Totó—. Ya lo sé. Me lo has dicho tantas veces que lo tengo olvidado a fuerza de oírtelo. Pues bien, la cosa es fácil, hazla tuya casándote con ella. —HEso es lo que tú buscas: que me case con tu hija. ¡Ah, viejo avaro! Has puesto los ojos sobre mi bolsa y quieres apropiarte mi dinero. —Aunque así fuera... Nosotros nos conocemos de antiguo y no podemos engañarnos. Tú buscas a mi hija, yo busco tu dinero. Es un negocio el que se plantea. Tratémoslo como tal. —¡ Ah, cínico! tu hija la base del negocio. bajo que me das asco. —Muy gracioso. A estas horas escrúpulos de monja. Es inútil, Jacinto. Nos conocemos. Tú sabes que nos conocemos, y, que ni tú ni yo ignoramos cuál fué el origen de tu oro. Y acercándose más a Jacinto y apretándole, nervioso, las manos y mirándole fijamente a los ojos, le dice vertiendo las palabras una a una, despacio, como veneno que es conveniente dar en pequeñas dosis: Conque negocio, ¿eh? Y Has llegado tan En otra ocasión nos dimos las manos y de ellas brotó sangre. Parece que lo has olvidado, pero yo me encargaré de que lo recuerdes. Nadie supo cómo murió aquel ganadero que apareció flotando en el río. Tú sí lo sabes; yo también lo sé. Y fuiste inteligente en aquella ocasión. Tanto que ni el pago de mi “trabajo” me abonaste. Un ligero escalofrío sacude el cuerpo de don Jacinto. Totó le da miedo. Aquel viejo payaso, en un momento de arrebato o en un deseo de venganza, puede perderlo. En la mente de don Jacinto prende una idea horrenda. Si pudiera suprimir a Totó... Pero, ¿cómo? IV En la plaza se impacienta el público ante la demora en dar principio al espectáculo. Un murmullo, que se inicia suave, va creciendo, creciendo, hasta convertirse en enorme gritería. Papús sale del carro y se dirige a los espectadores con intención de calmarlos. Al ver al augusto, acállanse las voces y únicamente se oye la del artista, que dice: —Respetable público: va a comenzar el espectáculo, que si lo hemos retrasado fué sólo por esperar la llegada de Guzmán. Un pequeño accidente lo retiene en el pueblo que hemos dejado atrás, según noticia que acabamos de recibir. Por ello pedimos benevolencia al respetable, y, en vez del número que estaba a cargo de Guzmán, haremos, Totó y un servidor, arriesgados ejercicios de tiro al blanco. Totó sostendrá en (Continúa en la página 510) > PÁGINA 471