Cine-mundial (1921)

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CINE-MUNDIAL eanie Macpherson quiere emprender el vuelo STO de emprender vuelos es una epidemia. Casi estoy tentado de indicar que metan esta entrevista en la sección de aviación, con un grabadito de nubes, pájaros raudos, aeroplanos y otras simbólicas figuras. Dorothy Gish, voló; Alfredo Chalmers, que dirige el departamento aeronáutico de nuestra revista, no sólo voló sino que “rizó el rizo”, es decir, hizo algunas piruetas acrobáticas en las alturas, aunque es enemigo de volatines, y, por no dejar, Rico, el arriesgado y popular entrevistador, mi colega, desplegó también las alas y nos dejó plantados. Nuestra despedida fué un tanto conmovedora. Olvidando pequeñas rencillas, nos dimos un fuerte abrazo y nos deseamos mutuos éxitos. El se permitió una ligera broma respecto a mi poderoso automóvil y yo le devolví la pelota con una alusión personal a sus largas piernas. Pero, la verdad es que lo echo de menos. Con él me podía yo meter, porque posee un temperamento evangélico y no se enojaba por nada, pero Reilly — que se ha apoderado de su escritorio y de sus entrevistas — tiene muy malas pulgas, sin duda porque corre sangre irlandesa por sus venas y quizá sea capaz de arrimarme un testarazo si le suelto una pullita desde estas columnas. Tengo que tantear el teLLC O o o Quedamos, pues, en que Rico la emprendió rumbo a tierras ignotas y llevándose mis mejores deseos. Pero ésto vino a propósito de los vuelos y de la tendencia general a emprenderlos... como decía yo al comenzar a hablar de Jeanie Macpherson, que es, por si mis lectores no lo saben, una escritora de argumentos cinematográficos, rival del amigo Van Buren Powell y rival también, según sospecho, de dos terceras partes de la humanidad. Pero rival victoriosa, porque se hace pagar muy caros sus manuscritos (¿0 será maquinuscritos?) y no tiene necesidad de andar de puerta en puerta ofreciendo los frutos de su acalorada y cinematográfica imaginación, sino que los productores se los piden... Hay gentes que tienen muchísima suerte. Y lo malo es que a mí no hay modo de que se “me pegue”, ni entrevistándolas. Fuí a hablar con la Srta. Macpherson la víspera de que se embarcase rumbo a Londres, París y Berlín. La idea de ir a Europa, la sola posibilidad de lanzarme a través del Atlántico para visitar las capitales del viejo mundo, me produce a mí ligeros escalofríos de nerviosa inquietud. Pero Jeanie estaba más fresca que una lechuga, como si se tratara de tomar el subterráneo para ir a Jersey. Y no comprendía yo cómo podía ser aquello. —Es que ya no tiene para mí ninguna novedad — me explicó — el deslizarme sobre la superficie del océano a bordo de un vapor, por grande que sea. ¡He hecho tantos viajes a Europa...! Lo que quiero ahora es atravesar el charco en un aeroplano. —¡Arrea! — pensé yo para mi capote —. “sta muchacha no tiene nervios de ninguna especie. Ir a Europa en el “Imperator” no está mal. Pero, por los aires... le cedo el privilegio a Alfredo Chalmers. Soy partidario de la tierra firme. Y dije en voz alta, con una sonrisa equívoca: —¿No le gustaría a submarino? Junio, 1921 < usted más ir en un por EDUARDO GUAITSEL OUVE: OGG CA EEE AAA ORA Reciente fotografia de Jeanie MacPherson, cuyos argumentos fotodramáticos han conquistado éxitos ruidosos en los últimos anos ONENOTE SOGRO —La verdad, no. Van muy despacio... Por estas contestaciones, se irán ustedes dando cuenta de qué clase de personita es esta Jeanie. —¿Va usted a llevarse consigo su aeroplano? inquirí. —No. No vale la pena. Hay máquinas de sobra en Inglaterra y en Francia y quiero hacer la prueba con aparatos europeos, en los que no he viajado nunca. Y como ahora voy de vacaciones, sería muy tonta si no me aprovechaba para dedicarme a mi deporte favorito. Todo ésto me lo decía con mucha calma, como si estuviera hablando de la temperatura o de la Liga de las Naciones. Y yo, boquiabierto, examinaba de pies a cabeza a la Srta. Macpherson. Era notable el contraste entre sus ideas, sus palabras y su evidente audacia y aquel cuerpecito fino, cuya delicadeza aumentaba el sillón de mimbre desde el cual me decía sus proyectos, en el Hotel Chatham de esta ciudad. —Supongo que lleva usted su traje de aviadora en la maleta, a menos que tenga la intención de adquirir en la Rue de la Paix la última moda en Cuestión de “creaciones aeronáuticas”... Jeanie sonrió, contestándome: —Una aviadora debe ir siempre tan elegante como sea posible. En el aire o en la tierra siempre será mujer y, además, nadie puede saber, en un vuelo, dónde ni cuándo se verá una obligada a aterrizar y, Claro, si no está una preparada para presentarse... femenilmente... se llevará un chasco... Jeanie me explicó que iba a Europa de vacaciones y a negocio. En Londres, examinaría la situación cinematográfica para presentar un informe a los que pagan el viaje. En París, se compraría multitud de prendas de ropa (que es a lo que van a París la mayor parte de las personas del sexo débil) y adquiriría algunos informes que le servirán en un argumento que piensa hacer próximamente. También va a Alemania a ver si logra arrancar algunos secretos industriales a los cinematografistas germanos. Aunque no es de mi incumbencia el asunto de los argumentos, como estaba yo conversando con una argumentista, me pareció oportuno preguntarle algo respecto a las exigencias de los productores en cuestión de temas. Y, entre otras cosas, me dijo: —Usted sabe que los argumentos, como casi todo lo demás, tienen un tipo de norma, un “standard” como decimos en inglés, que sirve de pauta a los escritores y a los manufactureros. Hay una especie de molde en el cual deben caber todos los argumentos, excepto, naturalmente, las producciones especiales o extraordinarias. Debe tenerse en cuenta que el público espectador no se interesa en las opiniones personales del autor, sino en la trama, en la narración y en los personajes que en ella intervienen. En la pantalla no debe haber nada doctrinario, ni filosófico. La gente va al cine a distraerse y no a otra cosa. Igualito a lo que ocurre con las novelas. Pero mejor que decir lo que debe hacer, es enumerar lo que debe evitarse, porque muchos son los que yerran por ignorancia más que por intención. —Dígame usted algunos de esos mandamientos “negativos”. —Son muchos, pero podré enumerar algunas de las restricciones que los fabricantes y editores de películas ponen en los temas. No se admiten, en general, asuntos en que un personaje triunfe sólo merced a un recurso inmoral, como el asesinato; ni escenas de orgías, ni-temas que tengan por fin pintar gráficamente algún procedimiento especial para cometer delitos castigados por las leyes; ni temas que inciten a perpetrar esos delitos en personas impresionables; ni linchamientos, ni escenas de crueldad extremada, ni bromas sangrientas; ni asuntos anárquicos o antipatrióticos. .. —Bueno—interrumpi yo descortésmente— entonces usted ¿de qué asuntos echa mano cuando tiene que hacer un argumento? Porque si quedan descartados todos los que menciona, las películas serían una especie de caldo sin sal... -—Es usted muy poco: galante, Guaitsel — me contestó sonriendo Jeanie. — Le responderé con el nombre de cada una de las películas que he hecho para Cecil B. de Mille... a ver si en ellas encuentra usted algo de lo que he enumerado... y a ver si fueron o no un éxito. Y aprovechándose de mi manifiesta mortificación, me tendió la mano y me dejó allí, sin darme tiempo a presentar mis excusas... Total: que me puse en ridículo. No vuelvo a entrevistar autoras de argumentos. La U. C. I. ha terminado el film histórico “Theodora”, basado en una leyenda del Imperio Romano Oriental. La producción ha costado más de seis millones de liras y dos años de trabajo. Es juicio general que “Theodora” es una verdadera joya cinematoeráfica y en todos conceptos superior a los famosos super-cinemas “Quo Vadis?” y “Cabiria”. Se ha exhibido en privado y se dice que el señor Goldwyn había solicitado la cinta en opción para la América del Norte. “Theodora” es una obra que honra al arte cinematográfico italiano. ——> PÁGINA 472