Cine-mundial (1921)

Record Details:

Something wrong or inaccurate about this page? Let us Know!

Thanks for helping us continually improve the quality of the Lantern search engine for all of our users! We have millions of scanned pages, so user reports are incredibly helpful for us to identify places where we can improve and update the metadata.

Please describe the issue below, and click "Submit" to send your comments to our team! If you'd prefer, you can also send us an email to mhdl@commarts.wisc.edu with your comments.




We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.

Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.

CINE-MUNDIAL Hutchison Explica sus Extraordinarias Piruetas I YO estuviera en los zapatos de Charles Hutchison, no podria con ciliar el sueño — aunque no fuera más que por el miedo a las pesadillas que habrian de venirme a visitar mientras dormia. No es que sea pusilanime, pero tampoco tengo ganas de ganarme la vida haciendo todo lo posible por desnucarme, romperme la crisma, deshacerme los sesos O convertirme en pintoresca tortilla. Y Hutchison, sí. Esa es una diferencia que hay entre nosotros dos. Cada uno se gana su sueldo como puede. Unos hacen volatines mortales y saltos que paran los pelos de punta y otros, como este humilde servidor, haceentrevistas con los volatineros. Y con mi oficio me quedo. El único riesgo que corro es que el poderoso automóvil me juegue una mala pasada y me lance de cabeza a una barranca y muera yo “en el sagrado ejercicio de mis funciones”. Eso le puede pasar a cualquiera. Pero Hutchison... Bueno, Hutchison es otra cosa. Y los que hayan visto sus películas, que serán sin duda la mayoría de mis lectores, se habrán dado cuenta de que el buen señor, por un quítame allá esas pajas, es capaz de echarse desde un décimo piso con toda tranquilidad y con una perentoria sonrisa en los labios... Que no me vengan ahora a decir que hay “substitutos”. Ya lo sé que los hay. Hutchison produce demasiado dinero para que lo dejen que fallezca así nada más. Pero los “substitutos” aparecen sólo de cuando en cuando y en casi todas las producciones que él ha tenido a su cargo, el actor de que hablo asume personalmente la responsabilidad y los riesgos respectivos. Además de las piruetas que efectúa ante la cámara, este astro de las series hace... ensayos. Con un ensayo de esos tendría yo para ganarme una sepultura gratis en el más: cercano de los cementerios. ¡Mire usted que ensayar a ver si se rompe uno el bautismo! El salto más elevado que he dado fué uno de carácter involuntario que “efectué” el invierno pasado desde la puerta de mi casa hasta la calle, volando por encima de los cuatro escalones de entrada, por culpa de la nieve en que me resbalé. Caí de cabeza y me rompí los lentes y la nariz. En cambio, Hutchison ha saltado una altura de diez y seis metros, desde una roca hasta un árbol, cayendo de pie y sin hacerse daño alguno. Otra razón por la cual él está en películas y yo en CINE-MUNDIAL. Pero dejémonos de paralelos y comparaciones que me ponen maltrecho a ojos de mis lectores y hagamos entrevistas. Cuando me presenté a ver al amable Charles, tenía en la imaginación cierta escenita de una de sus series en la que éi, montado en una motocicleta, se lanza por los espacios para salvar un barranco de doce metros de extensión y va a parar al otro lado, como si tal cosa. Y me lo figuraba yo vestido de cuero, con gafas, pantalón corto y medias de lana. Pero no había tal. Lo único que llevaba de aquel uniforme era la sonrisa con que celebró la hazaña. Iba vestido como cualquiera otra persona. —¿Por qué no emplea substitutos como hacen otros artistas?—le pregunté para mostrarle que me interesaba grandemente en su integridad física. 1921 < AGOSTO, Por EDUARDO GUAITSEL Charles Hutchison —Porque no me gusta timar al público— me respondió muy serio.—No es posible meter a un. hombre, atado, en un automóvil, empujar a éste al borde de una barranca, estrellar la máquina contra los peñascos que haya abajo y, luego, fotografiar al héroe que sale incólume del destrozo... arreglándose la nítida corbata, como quien surge del tocador... ¡Eso no puede ser, ni hay público que se lo trague! —Pero — repliqué — usted anda continuamente en empresas inverosímiles y hasta imposibles... —No hay una sola de mis hazañas que no sea físicamente posible. Todas ellas son el resultado de cálculos exactos y de audacia bien entendida. Muchos serían capaces de idénticas empresas, pero no se atreven a arriesgarse, aunque las circunstancias estén en su favor, porque no tienen confianza en sí mismos. Para probar a usted que mis saltos sensacionales, por ejemplo, no son sólo por gana de matarme ni por descabellada audacia, le diré que siempre que preparo algún nuevo riesgo, experimento y ensayo bien, antes de decidirme a efectuarlo. Así, si en las primeras pruebas queda demostrado que la empresa es imposible, me abstengo. Pero sí, como resulta generalmente, es viable, me lanzo sin vacilar. —¿De modo que ensaya usted con frecuencia? —Constantemente. Me entreno, igual que los atletas y pugilistas, a diario. No sólo tengo un gimnasio, y dos entrenadores que me ayudan, sino que uso mi motocicleta lo más que puedo, sobre todo en vísperas de hacer una película importante. La motocicleta es el más traicionero de los medios de transporte. Sus intempestivos caprichos me obligan a conservar la serenidad y la sangre ' fría y a mantenerme muy alerta y aguzados los sentidos para no irme de cabeza por un voladero. Y eso es entrenaje. Cuando comienza a hacerse la película, ya tengo los nervios dominados completamente. —¿De modo que va usted por esas carre teras como exhalación? —¿Carreteras? No, hombre. Para ejercitarme, me voy, como los saltamontes, a través de terreno accidentado, rocoso y con siembras. Y procuro que no haya tumbos. —¿Y nunca se ha dado el caso de que se le rompa algo? A mí, una vez, que salté desde la puerta de mi casa a la calle, de un resbalón, se me rompieron los lentes... —Pues a mí se me rompió el brazo, amigo Guaitsel. Estaba yo meciéndome de una araña suspendida del techo, a otra, a través de una sala que tendría sus catorce o quince metros de extensión. Aquello no tenía mayor peligro, pero no me había dado cuenta de que estaba cansadísimo cuando el director me pidió que me quedara colgado de un brazo para hacer un “primer término”. Comencé a mecerme y, de pronto, estalló uno de los focos eléctricos de la araña. Por instinto, levanté la mano libre para protegerme contra los vidrios y... cuando me di cuenta de lo que había pasado, estaba en el suelo, con el brazo roto: había confiado demasiado en mis fuerzas y me costó caro. Sabiendo que Hutchison adora a los animales y que se cuenta de él que, en una lucha con un oso, por poco se deja estrangular sólo de miedo de lastimar al “animalito”, le dije que me enseñara los seres de cuatro patas que hubiera en su casa. —No tengo cuadrúpedos. Los perros me gustan mucho, pero en Nueva York no puede uno tenerlos. Lo más que he llegado a poseer en Casa es un canario, a quien mi mujer y yo llamábamos Juanillo. Un dia se escapó de la jaula y yo me empeñé en atraparlo. Le aseguro que di más saltos, arriesgué el pescuezo mayor número de veces y cometí más barbaridades y más allanamientos de morada, que en una serie de veinte episodios. Pero lo atrapé... Lo malo fué que al poco tiempo el tal Juanillo comenzó a construir un nido. Aquello no podía ser. Nosotros teníamos al canario por un ave respetable y no por un pájaro afeminado. Destruímos el nido... y se puso a hacer otro. Por fin, una mañana, amaneció poniendo huevos... y hubo que cambiarle el nombre. Ahora se llama Juanilla. Y tiene cinco hijos... Cuando volví a la redacción a contar lo del ave a mis compinches, el Respondedor, que está más intransitable que nunca, exclamó, con sonrisita burlona: —i Canario! ¡Canario! A semana pasada tuve el gusto de comer i en la grata compañía de los siguientes personajes: Harold Lloyd y su hermano Gaylord, estrella de “Pathé”, rubio y guapo; Fred Newmayer, su director; Tiny Ward, que es altísimo de estatura, y la señorita Edith Ryan, directora de publicidad de los talleres de Hal Roach. Menciono esta comida, para darme un poco de pisto, exclusivamente, y para que se vea que CINE-MUNDIAL está dignamente representado hasta a la hora de comer. — Guaitsel. —> PÁcINA 54?