Cine-mundial (1921)

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A RETICENCIA de algunos actores de la pantalla a revelar detalles de su biografía, hace que muchos de ellos, sobre todo si aparecen en papeles románticos y en producciones en las que su vida corre peligro o en las que hay luchas y aventuras extraordinarias, se vean rodeados, por obra de la imaginación popular, de una leyenda que, mal que bien, se ajusta a los argumentos de las obras en que con más frecuencia interpretan. Así, a juicio de muchos, la vida de Antonio Moreno, de Eddie Polo o de George Larkin ha de transcurrir al estilo de la de Don Quijote de la Mancha, en una serie de singulares combates en defensa de doncellas perseguidas y contra las perversas intrigas de “malandrines” y bribones. William S. Hart que, con William Farnum y Tom Mix, ha hecho una especialidad de los papeles de vaquero-bandido, o de temible buscador de aventuras, que lleva al cinto un par de pistolones y algún ultraje por vengar entre pecho y espalda, debe ser, según los públicos de que es favorito (y lo son todos), un hijo legítimo de las llanuras, teatro de sus hazañas sobre el lienzo. Y como este artista es, además, el predilecto de los aficionados al cine, uno de los mejores intérpretes contemporáneos del arte mudo; como, por otra parte, no es joven ya ni tiene perfiles griegos en la fisonomía, resulta aún más pintoresco y legendario que sus compañeros de oficio. Hace poco, un redactor del “American Magazine” logró hacer hablar a Hart de sí mismo. No hay memoria de que el héroe de “Mi Caballo Pinto” se haya decidido antes a hacer confidencias y la entrevista vale, pues, la pena de ser reproducida aquí. El redactor dejó a Hart que hablase y se limitó a transcribir su relato, tal como salió de los labios del actor. Así lo hemos dejado también aquí. Hart habla, consiguientemente, en los renglones que siguen. —Cuando me dediqué al cine, estaba yo ganando un magnífico sueldo en las tablas. Confieso que fué el amor al arte, más que el deseo de mejorar de posición, lo que me hizo entrar a trabajar ante la cámara. La ver Agosto, 1921 < CINE-MUNDIAL Vida y andanzas de William S. Hart Relatadas por él mismo dad, me causó indignación ver la manera como se presentaban en el lienzo las producciones del Oeste. Conociendo, como conozco desde niño, toda la región del Eldorado, me sublevó ver la crudeza y la estupidez de los fotodramas que tenían por escena esta región privilegiada y quise ver si lo hacía mejor. —Como buen actor teatral, consideraba a las películas como un arte inferior, pero cambié de opinión apenas tomé parte en ellas. La primera cinta en que salí tenía cinco rollos y se llamaba “El Trato”. Fué fotografiada en el “Gran Cañón” de Colorado. De entonces acá data la reputación que he ganado ante el público. Neoyorquino de nacimiento — Vine al mundo en el pueblo de Nefburgh, en Nueva York, pero tenía apenas seis meses P cuando mi padre se estableció \ con nosotros en Dakota, don de crecí como un piel-roja. Me llamaban “el indio blanco” desde que tenía yo ocho años. Mi padre, de nacionalidad inglesa, vino, como simple marino, a los Estados Unidos y, habiendo desembarcado en Nueva York, siguió a pie y hacia el norte, el curso de lrío Hudson, hasta que llegó a Newburgh. Allí tropezó con una bella muchacha irlandesa, de la que se enamoró intempestivamente. Tres semanas después, se casó con ella. Era mi madre. Cuando mi padre llegó a Dakota. en 1873, en calidad de supervisor de construcciones, aquel territorio estaba en pañales y tenía el encanto y atractivo de las llanuras vírgenes y de los bosques salvajes. —Como había poca gente en aquella par ) K) A, NG te del pais, escaseaban los amigos. Mi inseparable compañero de la infancia era un indio de raza Sioux, del cual aprendí una multitud de cosas, entre las cuales la mejor fué sin duda el montar a caballo en pelo y el usar con ventaja no sólo el arco y la flecha, sino el rifle y la pistola. De escuela, no sabía yo una palabra. De cuando en cuando iba a recibir lecciones al pueblo más próximo, pero muy contra mi voluntad. Un día, camino de la clase, vi a un oso. Volvíme corriendo a casa y se lo conté a mi padre. Claro que él no quiso que fuera a la escuela aquel día. Desde aquella fecha, cada vez que me mandaba,a cátedra, imaginaba yo que había visto al oso y me largaba a pescar, sin el menor remordimiento de conciencia. Su primera heroicidad —Cuando mi padre se enteró de aquellas escapatorias clandestinas, a modo de castigo, me mandó a un rancho, a cuatro leguas de distancia, a que ayudara a levantar la cosecha. Pero la expedición acabó a lo trágico. Entre los gañanes que venían de distintas partes a trabajar al rancho por tarea, había de todo. Y abundaban las gentes de mal vivir. Una noche (y esto, que parece de películas, es la pura verdad, se lo aseguro) escuché a un grupo de jornaleros que, en la obscuridad del establo en donde dormían, conspiraban contra la vida del propietario del rancho. Yo, que dormitaba al raso, ¡me arrastré en silencio hacia la casa del ranchero, le comuniqué lo que pasaba y, mientras él y su mujer se preparaban a resistir a los asesinos, armados de rifles, monté a caballo y salí a escape a buscar auxilio al pueblo de Oronoco, que era donde vivía mi padre. Apenas me alejé de la granja, se oyeron los pri ...en defensa de doncellas perseguidas y contra malandrincs y bribones... > PÁcINA 543