Cine-mundial (1921)

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CINE-MUNDIAL meros balazos de los asaltantes que rodeaban la casa. En Oronoco di la voz de alarma y salieron inmediatamente varios vecinos armados a socorrer al ranchero y su mujer. Llegaron muy a tiempo. Iban a ahorcar al infeliz. Todos los culpables fueron a parar a la cárcel y yo resulté el héroe de la jornada. —Pocos meses después, mi padre decidió regresar a York. Mi madre estaba La vida dura de la frontera, el tener que atender y cuidar a cuatro hijos, na Nueva enferma. cidos en aquella soledad y los trabajos del campo, exigentes de suyo, la habían debili” tado. Además, yo no conocía ni la “o” por lo redondo y mi padre se propuso mandarme al colegio. Pero aquello fué un fracaso. Era yo excesivamente tímido, callado y en extremo sensible bajo mi máscara de estoicismo y, ignorancia de muchacho crecido entre chiquillos mucho menores que Acabé por Mi padre quiso darme alY de lo que él trabajó, esmi educación. reconociendo mi yo, salía muy mal de mis clases. renunciar a ellas. gunas lecciones. tán hechos los rudimentos de 1921 < —¿Usted no sabe quiénes somos, verdad? —Comencé a trabajar en Nueva York, en una Academia de Equitación, que todavía existe, en la Calle Cincuenta y Seis. Luego, quise entrar al Colegio Militar de West Point, pero no pudo ser, porque mi padre era de nacionalidad británica. Seguí, pues, trabajando en distintos empleos, hasta que una noche asistí al teatro, por primera vez en mi vida. Cuando salí de él, estaba resuelto a ser actor. De entonces datan mis más desgraciadas aventuras y, luego, mis éxitos. —Mi padre, que era hijo de uno de los más brillantes abogados del foro inglés, no quiso, al principio, dar oído a mis ambiciones. Pero, viendo que mi resolución era inquebrantable, me aconsejó que fuera a estudiar la escuela de los grandes artistas europeos, que cultivara mi voz y mi mímica y que tomara lecciones de esgrima para dar gracia y esbeltez a mis movimientos. —Segui el consejo, y a bordo de un buque ganadero, me fuí a Inglaterra, donde trabajé en papeles inferiorísimos en varios teatros de Londres. Luego pasé a París, a donde llegué sin un centavo. Allí aprendí esgrima. Hice AGOSTO, un trato con el maestro, mediante el cual, a cambio de las lecciones, me comprometí a lavar el suelo de la sala de florete y a limpiar las ventanas diariamente. Catorce semanas permanecí en la Ciudad-Luz. En Londres, a donde regresé, hice varios papeles secundarios y, más tarde, cuando tenía diez y ocho años, volví a Nueva York a bordo de otro buque ganadero. No tenía un centavo en el bolsillo. Después de solicitar vanamente empleo en varias agencias teatrales y cuando más descorazonado estaba, tropecé con Daniel Bandman, que andaba formando una compañía dramática. Cuando me preguntó en qué teatros había yo aparecido, le dije con aire de suficiencia que “en el Royal, de Drury Lane, en Londres”. Era cierto. Allí había aparecido en calidad de soldado, en medio de otros cien comparsas. ` De legua en legua —Aquello me salvó. Con un sueldo de doce pesos a la semana salí a peregrinar por los pueblos de los alradederos. Meses larguí > PÁGINA 544