Cine-mundial (1921)

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ABLEMOS de la pelea entre Carpentier | y Dempsey. Aunque todo el mundo sabe quién ganó y cómo ganó, quizás algunas Ce | las cosas que yo vi por aquel pantano de | New Jersey, criadero de mosquitos hace un ' mes y hoy la base del circo más grande del | mundo, quedaran fuera de la línea de visión | de mis cofrades, interesados en detalles más sensacionales. E ks e ¿Qué le parece al lector si le cuento mis pequeñas aventuras desde que me comisiona| ron para presenciar la lucha y luego nos | trasladamos a Jersey City, que está cerca '— al otro lado del río — y la vemos juntos? | Sa TONES | Adelante, pues. | Lo primero es conseguir billete, que no es | cosa facil si queremos entrar en calidad de | tifus”. | En algunos sitios el hecho de ser periodis ta basta para tener acceso a toda clase de espectáculos, pero aqui no hay ni puede ha| ber esa costumbre. Cierta cantidad de loca lidades van a determinadas publicaciones — ' no a todas — y las demás, que son la inmensa | mayoría, tienen que pagar. De implantarse la moda que existe en los países de la Amé| rica Latina, sería cosa de trabajar de balde, como le sucede a mucho pobre empresario por esas tierras nuestras. Este porque es co_rresponsal de tal o cual periódico, de circulación más o menos imaginaria; aquel porque es cajista; el otro porque es amigo del di rector de una de esas revistas llenas de ver sos que lee “lo más granado de nuestra sociedad”; en fin, que todo cristo se cuela en el teatro, la sala aparece de bote en bote y OO CINE-MUNDIAL e. Y; ves . en taquilla no hay ni para pagar al traspunte. Pero dejemos esto a un laco, que ya tenemos las entradas y están a pocos metros del “ring”. Ahora a indignarse un poco. Ir a un “match” internacional sin experimentar deseos ardientes de que a alguien le rompan la crisma, resulta inocuo, soso en extremo — algo así como besar a la mujer propia. Es indispensable hacer alguna apuesta, para que la indignación sea mayor si pierde nuestro favorito, sospechar toda clase de trampas y mantenernos dispuestos a cometer alguna que otra barbaridad si la oportunidad se presenta. De modo que tenemos las entradas en el bolsillo y. diez días por delante para irnos paulatinamente salvajizando. No hay temor de entibiarse. Ya los diarios se encargarán de conservarnos al rojo vivo. E Gran parte de la prensa revela interés por Rio, E w A OO A O AA mostrarse justiciera y no ofender al pugilista extranjero, pero de vez en cuando no puede contenerse. Los “expertos” están que se los lleva el diablo. Descamps, bajito, regor ‘dete, con cara de chino, y grosero como sólo saben serlo los franceses cuando quieren, los tiene en constante irritación. El administrador de Carpentier no entiende de jerarquias vlo mismo despacha a cajas destempladas al propietario de un gran rotativo que al repórter de un semanario de pueblo. La finca de Manhasset es una especie de Verdún en miniatura. Detectives particulares, guardas de la aldea, polizontes a caballo y motocicleta le cortan a uno el paso por doquier. Si por fin logra el periodista llegar al sagrado recinto donde se “entrena” el francés, lo probable es que lo reciba y despida Descamps con sus palabras sacramentales: —; No, no, NO! Venga otro día. ¡Váyase! ¡Adiós! Huelga decir el efecto que esto produce entre los yanquis, acostumbrados a interrogar y zarandear a toda clase de hombres públicos, del presidente para abajo. IES Lo mismo que los toreros presumen de brutos, los profesionales del pugilismo en los Estados Unidos hacen alardes de ignorancia y son sobrios hasta la exageración en el vestir. Esto no implica que todos sean una sarta de animales, sino que esa es la “pose” aceptada. Carpentier con sus innúmeros trajes, su calzado de última moda, sus camisas de seda y su séquito de criados y adláteres no les cabe en la cabeza a esta gente. Para colmo de males, el muchacho es simpático, buen tipo y... hasta tiene hoyuelos en las A: A 1. Georges Carpentier boxeando con Joe Jeanette, pugilista mulato célebre en otros tiempos. — 2. Carpentier y su administrador Descamps. — 3. El campeón con su administrador, Kearns. — 4. Carpentier en el gimnasio. — 5. Dempsey durante la preparación. Acosto, 1921 < > PÁGINA 551