Cine-mundial (1921)

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CINE-MUNDIAL 1. Entrada de los pugilistas en el “ring”. Obsérvese a Carpentier y Dempsey hablando en una de las esquinas, rodeados de los padrinos y varios jefes de policia. — 2. Un “cuerpo a cuerpo” al iniciarse el primer “round”. — 3. Dempsey arrimándose y atacando el estómago. — 4. Carpentier resbala, cae sobre las cuerdas del “ring” y casi se viene encima de los perioEste incidente ocurre al final del primer “round”. distas. mejillas! Además, monta a caballo, juega al billar, baila bien, sabe ponerse el frac y hace la mar de otras cosas que rompen los cánones del pugilismo. Y la prensa, para vengarse, dedica columnas a las hazañas en el “ring” de Dempsey, y otras tantas al guardarropa de Carpentier. * OK Ok Se acerca el dos de julio y hemos hecho ya nuestras apuestas. Vamos a Carpentier. Los expertos auguran que el triunfo será de Dempsey. En grandes letras de molde Fulano, Mengano y Zutano — gente envejecida en el estudio y descripción de estos encuentros —lanzan sus profecías: Carpentier no durará cuatro “rounds”; Carpentier no llegará al tercer “round”; Dempsey terminará la pelea a los cuatro minutos y treinta segundos. Nosotros también estamos convencidos de que el francés sólo puede ganar por un milagro, pero le apostamos nuestro dinero por llevar la contraria, porque nos da la gana. La mañana del dos de julio, momentos antes de coger el tren para New Jersey leemos una entrevista con “El Cañonero” Smith, que peleó con Carpentier en Londres, poco antes de la guerra. El pugilista yanqui, famoso en otra época, se expresa en esta forma: — Ee no es huevo! ¡Ese no es huevo! Estas palabras cabalísticas de Smith se refieren a Georges. En mí producen una sensación de confianza y alegría. Por si el lector que me acompaña no se entera de su alcance, le advertiré que “El Cañonero” quiere decir que Carpentier es duro de pelar. Al preguntarle qué opinaba sobre la habilidad e inteligencia del boxeador francés, —Eso de la inteligencia son tomates podridos — contesta Smith vacilar. — Todo buen pugilista tiene que ser un 90 por ciento idiota. Desde que yo me convertí en hombre educado no hago más que recibir palizas. sin 1921 < Aunque la educación de “El Cañonero” resulta algo problemática, su ¿juicio sobre la capacidad mental de los pugilistas nos convence y en aquel mismo momento nos “cubrimos”, por si acaso. SS Ya estamos en el octágono de madera levantado en un mes por Tex Rickard, el empresario. Es fabuloso. No podíamos imaginarnos una cosa tan grande. Da la idea de un plato colosal lleno de moscas. Sobre los bordes se alzan de trecho en trecho las banderas de Francia y los Estados Unidos. A un lado del “ring” hay un mástil de acero . rematado por una Caseta: es el “nido” de los fotógrafos que van a hacer la película. Cien mil personas ocupan los asientos. Los hombres se han quitado los sombreros y se han puesto los pañuelos sobre la cabeza, anudadas las puntas. Parece aquello una gigantesca congregación de monjas. Hay bastantes mujeres, más de las que van a estos espectáculos por lo regular. A nuestro lado se sienta una, de quien más adelante hablaremos. Varios aeroplanos vuelan en círculos sobre nosotros. Están tomando fotografías. Las naves se acercan demasiado y se ven perfectamente los aviadores. Los hombres protestan y las mujeres gritan. De seguir las cosas así, aquello se pone feo. ¡Adiós fiesta si pierde el dominio uno de los pilotos! Morimos allí como chinches. eo Varios carpinteros dan los ultimos toques Bl aaa Ocho handas de música amenizan el acto. De donde estamos sólo se oye una acompañando a un señor gordo que, a través de gran bocina, nos canta “Mi bebé es rubio y bonito”. Reina el buen humor. La gente ríe y bromea. Hay seis peleas preliminares, pero nadie se ocupa de ellas. Los retrasados, que AGOSTO, nos pasan sin cesar por delante, obstruyen la vista. —¡Qué hay, Jacobo! — grita un recién llegado dirigiéndose a un amigo que ha visto. Antes de que le conteste el aludido, otro le responde: —Siga caminando y digaselo por teléfono. A pocos pasos hay un sujeto que debe ser latino por su aspecto. Tiene el sombrero puesto. Los que están detrás comienzan a gritar: ¡Ese sombrero! ¡Fuera ese sombrero! Nuestro hombre se lo quita, pero, al hacerlo, sale por allí una melena negra y alborotada como se ven pocas. La gente continúa gritando: ¡Fuera ese sombrero! ¡Que se quite el sombrero! —¡Pero si ya me lo he quitado! — exclama el latino volviéndose. _—Pues póngaselo otra vez. Si quiere anunciar específicos para la calvicie, váyase al parque. NS 3 La mujer a nuestra vera también es del oficio. Escribe en un diario neoyorquino de la tarde. Habla sin cesar. Saluda a Brennon, tipo alto y fornido con las narices rotas. Es un polaco de Chicago que ha peleado dos veces con Dempsey. Saluda a Rickard, a Dorgan, agente de publicidad de todo esto, a cuanto pugilista pasa; a “Bull” Montana, luchador de otros tiempos que hoy se dedica a interpretar criminales para el cine. —“Bull” es feo, horriblemente feo, pero no les parece a ustedes que su cara rebosa simpatía? — dice la escritora. Y Le contestamos que sí por llevarle la corriente, pero lo cierto es que Montana se gasta una faz que ya quisieran muchas goletas para mascarón de proa. El cielo tiene un color plomizo y hay mucha humedad en la atmósfera. Parece que > PAcina 552