Cine-mundial (1921)

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vamos a tener tempestad. Empieza a lloviznar. Pasa la nube antes de que nos hayamos mojado y sale el sol. Viene un calor sofocante. Nos quitamos la chaqueta. Después metemos el cuello y la corbata en el bolsillo. ED RIOR —Parece mentira que haya tanta gente junta y sólo dos que peleen — dice la señora de al lado. ES gS —Yo sé cémo debe sentirse la esposa de Carpentier. Estuve casada con un boxeador una vez—con Battling Nelson. (Es la señora de al lado que vuelve a hablar.) De gE Rê Un grupo avanza hacia el centro por uno de los pasillos. La banda más cercana entona una especie de himno. Se levantan muchos y rompe en aplausos todo el gentío. Es Mr. Edwards, gobernador del Estado, que viene seguido de políticos y polizontes. Momentos después el “Anunciador” nos lo presenta desde el “ring”. Luego sigue la presentación del alcalde de Jersey City. Más aplausos. Más música. Más aeroplanos que revolotean peligrosamente cerca. Una banda de detectives asalta un tejado cercano y, de entre un grupo que ve todo aquello de balde, saca a un fotógrafo que andaba operando clandestinamente. Lo vemos que se lo llevan, casi a cuestas, con aparato, trípode y demás artefactos. Nos enteramos luego de que este individuo pertenecía a la casa Selznick y estuvo en la cárcel hasta las seis de aquella tarde, hora en que llegó el propio Mr. Quimby, concesionario de la película, y expuso todo el negativo que había tomado. Cerca y más cer CINE-MUNDIAL ca desciende un hidroplano: se ven perfectamente el piloto y los dos fotógrafos, que a veces nos saludan. Debajo de la nave hay este letrero: Pathé News. La famosa empresa pagará bien caro esta temeridad y subirán a muchos miles de dólares las multas que van a caerle encima. Un pelotón de gente se arremolina a un lado del octágono. El público se pone en pie. Piquetes de policía corren hacia un extremo del redondel. Se dice que aquella parte del tablado empieza a bambolearse. Si hay un derrumbe los muertos van a contarse a millares. Se oyen gritos, aplausos, silbidos (que aquí equivalen a palmas). El murmullo general toma cuerpo y se convierte en un ¡Ah! gigantesco. Carpentier está en el “ring”. Viene envuelto en largo kimono gris. Descamps, Gus Wilson y demás satélites, toman posesión de la esquina que les corresponde, donde en seguida salen a relucir toallas, abanicos y el misterioso cubo con hielo, agua, Arnica, colodión, esponjas — un hospital de sangre en pequeño. Una ovación atronadora inunda el espacio, seguida de otra y otra y otra... Carpentier, con los brazos en alto y la sonrisa en los labios, se pasea de un lado a otro, dándole, en pantomima, la mano al público. Ahora nos percatamos de por qué lo idolatran los europeos. Carpentier tiene ese hipnotismo personal de los grandes oradores y los grandes cómicos, que son la misma cosa. A los pocos momentos entra Dempsey 'seguido de sus padrinos. No, la:ovación no es la misma. El forastero tiene al público consigo. Empiezan a ponerse los vendajes que preceden al calce de los guantes. Carpentier se los pone él mismo. A Dempsey se los ponen. Kearns, el administrador del yanqui, está al lado de Carpentier. Descamps, el del francés, vigila a Dempsey. ¡Y cómo lo vigila! Da vueltas a su rededor, lo mira de arriba a abajo, se echa hacia atrás, se le acerca, trata de sentarse sobre una de las cuerdas y por poco se viene encima de los que estamos escribiendo, y, por fin, se le para en frente y allí se queda clavado, buscándole los ojos hasta que termina la faena. De vez en cuando, el americano levanta la cabeza, pero, tan pronto encuentra la vista del diminuto Descamps, la baja de nuevo. De seguro que le han dicho que éste acostumbra a hipnotizar a la gente y no hay duda de que Dempsey — un muchachón después de todo —le ha cogido un miedo cerval. Los boxeadores tienen los guantes puestos. A Dempsey le han quitado la zamarreta de lana roja. Carpentier se ha despojado del kimono y, sonriendo siempre, apunta hacia un aeroplano y habla con uno de sus padrinos. f E Ahora podemos verlos bien. La'diferencid entre ambos es notable. pan di Ral Se dice, oficialmente, que Dempsey pesa 188 libras y Carpentier 172. Si'eso es ver dad, nosotros somos los Reyes: Magos. | El Estas son escenas del emocionante segundo “round”, en que el francés estuvo a punto de arrebatarle el campeonato a Dempsey. El fondo da una idea de la enorme aglomeración de público. — 1. Dempsey falla una izquierda y Carpentier amaga con la derecha. — 2. Carpentier ha asestado una derecha relámpago en la punta de la quijada; sigue dando con la izquierda y el americano se cubre para evadir los golpes. — 3. Dempsey, debilitado y tambaleándose, agarra al francés para reporerse. I << AGOSTO, > PÁGINA 553