Cine-mundial (1921)

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—Para satisfecho, yo. Yo al lado de usted. —¡ Oh, adulador! —No; sincero. Marea usted whiskey de la Prohibición. —¿Qué whiskey es ese? —Una nueva marca de la que yo tengo el control. —¿Es usted fabricante al por mayor? — preguntó Lolita, soñando ya con “vampirearlo”. —Destilador nada más — contestó con modestia Peris. — Se gana algo aunque los tiempos son difíciles. Y usted, si no es imprudencia, ¿es soltera? —Si; ahora soy divorciada, que es lo mismo. —j Ah! — exclamó poemáticamente Peris. Digamos, entre paréntesis, que Peris, vestido y arreglado como una persona decente, se hallaba bastante presentable. Era delgado, largo, pelinegro y narigudo, como de cuarenta años, pero se conservaba acecinado y al parecer robusto. Vamos, que no estaba del todo mal así a primera vista. —¿Y usted es...? — Completamente nora... —Hamon, Lolita Hamon. —Yo soy Rodolfo Chifonier, acreditado, para servir a usted. Luego, la conversación, torciendo por el camino de las galanterias y de las afectuosidades, los tuvo de sobremesa. Una hora después se instalaban en el cine y se trataban ya por el primer nombre y de tú, aunque, en idioma inglés, es tratamiento biblico. —Oye, simpático Ro. Mañana excursioneo. —Bueno, Ham; excursionaremos. ¿A dónde vamos? —A Devil-tip-top. Muy interesante panorama, ya verás. Por la mañana ¿sabes?, porque por la tarde hay que bañarse. más que el soltero, señora... se industrial <p SIP DT a E ES ; —jPerdon! CINE-MUNDIAL — Te enseñaré el loop the lcop submarino. Muy divertido. —Encantada, querido. Haremos juntos el loop the loop por debajo de las olas. — Pero yo no podré cenar contigo esta noche porque estoy reventado de trabajo. Figúrate: ni en la playa me deja en paz mi socio de Kentucky y me veo obligado a despachar yo, en plenas vacaciones, la correspondencia delicada del negocio. Un fastidio, querida. En fin; me encerraré algunas horas extra en mi departamento del hotel y... el negocio es el negocio. —¡Oh! por supuesto — díjole Lolita haciéndole un mimo con los dedos detrás de la oreja: — Trabaja, trabaja, Ro. Tiempo quedará para divertirse. — Así lo espero, Ham; y en cuanto lleguemos a Nueva York... —jOh, Dios mio, qué impacientes son los hombres!-— contestó, haciendo un. vano es fuerzo por ruborizarse, la rolliza estenógrafa: — Ya lo sabes... -—No te olvides de darme a cuenta lo prometido, ¿eh? -——insinuó con voz acaramelada Peris. — Exigente! Eso no sé si será mucho conceder... ya' veremos, —Lo prometido es deuda. —Pues... yo pago mis deudas siempre. Y ambos se dieron dos o tres besitos de despedida hasta el día siguiente. Pasaron algunos días. Lola y Peris, o sea Ham y Ro, se veían todas las tardes, bañándose juntos en la playa; y una noche, a ruegos de ella, aceptó él una cena y una entrada para el teatro. Al cabo, próxima ya la boda, ¿qué importaba que Ham convidara a Ro? Pasaron más días. Una mañana, vestido de punta en blanco y con la sonrisa más dulce del mundo, Ro llamó por teléfono a su adorada Lolita. —Hello, Ham. ¿Estás visible? —Para ti siempre estoy visible, mi vida. ¿Qué quieres tan tempranito? -—En primer lugar, verte, espejo de mis ojos, nenita simpática, cachito de gloria. En segundo lugar, nada... cualquier cosa. Una insignificante contrariedad. Allá voy a tu habitación y te explicaré. A los diez minutos se presentaba Ro frente a Ham, y después de estamparle una docena de besos cariñosos en la fresca boquita, le dijo: —¿Sabes? Me avisa mi socio que el cajero cayó enfermo y que por eso no me mandó el cheque semanal de a mil, y como yo necesito unos centavos hasta mañana, a la hora del correo, he pensado si tú tenías suelto... — Lo que tú quieras y yo tenga, Ro. Déjame ver, ahorita te digo. —Quiero pagar unas cuentas del hotel y además tengo unos convidados esta noche, ¿sabes? El negocio es el negocio. Mañana están aquí mis fondos. En tanto que decía esto con la indiferencia de un hombre que ha olvidado los cigarrillos en el otro saco, Lolita abría su portamonedas y se dedicaba a contar billetes. Diez, veinte... ciento quince... doscientos veinte... doscientos sesenta y cinco... —Espera un momento; debo tener algo más en la maleta,de mano. No te molestes, querida. Pero bueno, en fin, completa los trescientos — díjole él mientras fumaba distraídamente. —Trescientos uno, dos... dos cincuenta... dos ochenta y tres. Toma; dispón de todo mi capital, querido, y si quieres que empeñe el relojito... -—=¡ Oh! Bromeas, tontita. Dentro de unas ¿La he molestado? — Dijo el interfecto sacando a flote sus picudas narices. SEPTIEMBRE, 1921 < > Pácina 613