Cine-mundial (1921)

Record Details:

Something wrong or inaccurate about this page? Let us Know!

Thanks for helping us continually improve the quality of the Lantern search engine for all of our users! We have millions of scanned pages, so user reports are incredibly helpful for us to identify places where we can improve and update the metadata.

Please describe the issue below, and click "Submit" to send your comments to our team! If you'd prefer, you can also send us an email to mhdl@commarts.wisc.edu with your comments.




We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.

Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.

CINE-MUNDIAL Le Doy un Consejo Perentorio a Louise Glaum STO del consejo viene al final. Lo advierto para que mis lectores no pierdan la paciencia y, si tienen de masiada curiosidad, se abstengan de recorrer las lineas intermedias. Además de los loros, vo detesto a los “agentes de publicidad”, a los “reclamistas”, a los que dan bombo a Fulano o a Zutano, por sueldo fijo y sin más entusiasmo ni sinceridad que la de ganarse el pan más 0 menos honrada y embusteramente. Y los detesto no porque sean antipáticos o mendaces, sino porque se entrometen en casi todas mis entrevistas y se empeñan en ser ellos los entrevistados, como si tuvieran miedo de que el actor o la actriz metiera la pata. Precisamente, cuando mejor salen estos coloquios es cuando hay metedura, ya sea de una u otra parte. (Yo soy quien con más frecuencia agarro el rábano por las hojas.) Lo malo es que, para arreglar una visita a Cualquiera actriz, con quien primero hay que entenderse es con el agente de publicidad, que es quien hace la cita y “nos pone en contacto”. Ahí es donde comienzo yo a impacientarme y poner cara “feroce”. Cuando decidí hablar con Louise Glaum, le dije terminantemente a su agente de publicidad — a quien no nombraré, por prurito de venganza: — Conste que quiero charlar con la señorita Glaum y que no permitiré que usted se interponga y trate de meter reclamitos respecto a tal o cual producción. Se lo adv to para que no haya enredos después. Y el otro —el que no nombraré, — juró y perjuró que no haría publicidad. Pero ¡ay! cuando me presenté a ver a Louise, ahí estaba él, inevitable y tieso, como en una misa de cuerpo presente. Y mi semblante se puso más “feroce” todavía. (Por si hay alguien que se interese en saber qué cara pongo). Yo le lancé una mirada fulminante, pero él... como si nada. Apenas saludé a Louise y nos regalamos una mutua sonrisa, el hombre sin nombre, colándose de rondón entre ambos, me abrumó bajo una montaña de fotografías, y dijo: — Aquí tiene usted algunos de los trajes que la señorita Glaum saca en su película “Sexo”. ¿Verdad que son preciosos? Yo me puse muy estirado y después de echar una ojeada despectiva sobre la pila de retratos, me volví con aire meloso hacia la actriz y le pregunté, hecho un caramelo: — ¿Tiene usted la bondad de decirme algo respecto a usted misma que resulte interesante para los lectores de CINE-MUNDIAL? — Háblele usted de los trajes que va a sacar en su nueva película — interrumpió el hombre innombrable, antes de que la ¡joven pudiera decir una palabra. — Mire usted, (dirigiéndose a mí) ésta es una salida de teatro de velours de seda con aplicaciones de... Yo soy partidario de aclarar las situaciones apenas comienzan a ponerse turbias. Frunciendo, pues, el entrecejo y ahuecando la yoz lo más que pude para que el impertinente personaje se diera cuenta de mi olímpica ira, declaré, para su regalo: — Mire, joven. Es preciso entenderse lo antes posible. Esta es una entrevista y no un pretexto para “robar” espacio en mi revista y anunciar gratuitamente trajes, modis SEPTIEMBRE; 1921 <= Por EDUARDO GUAITSEL DER ERER PERA ODE EEE ma un estacazo a una persona que lleva pues Ultimo retrato de Louise Glaum, primera actriz de “Associated Producers” DDOUOOELCU20020000000000 000020020006 20000200200202000000000000000200000020000002000020000000000000001000000000 tos, películas y directores de escena. Hágame el favor de no interrumpirme, cuando me hallo en “el sagrado ejercicio de mis funciones”. Aprovechando el instante en que la persona anónima se quedó boquiabierta y un tanto confusa, volví a acaramelarme, preguntando a Louise: — ¿No. tiene usted una fotografía suya, casera, en que no haya salidas de teatro, ni aplicaciones... (Yo no sé qué es esto de aplicaciones, pero me supongo que han de costar un dineral). E — Aquí tengo una en que estoy con un perrito... — Explíquele usted la parte que el perrito toma en la película, — enclamó, entonces, sin poderse contener, mi enemigo... — ¡No quiero el retrato con el perrito! — grité yo, furioso. Aquello se iba poniendo negro. Yo sudaba. Louise se mordía los labios y el hombre innombrado continuaba husmeando entre las fotografías como un can que desentierra un hueso. — Señorita Glaum, — dije con reprimida cólera — ¿quiere usted hacerme el favor de decir a este caballero que salga de la habitación? Sin dar tiempo a la artista a que contestase, el hombre a quien no daré nombre, replicó: —Si yo no presencio las entrevistas, es inútil que se hagan. Mi supervisión en estos asuntos es indispensable. —¡Cállese! — dije. Y me quité los lentes. Debo advertir que, en mi caso, el quitarse los lentes equivale a entregar una tarjeta de desafío. En este bendito país, el que arri tas las gafas, tiene un castigo de cinco a diez años de presidio. De manera que yo, que uso lentes, doy siempre, generosamente, a mis adversarios la ocasión de que inicien las hostilidades quitándomelos de la nariz. Es como si les dijera: — Estoy dispuesto a todo. guardia! A ver... ¡En Debo haber tenido un aire terrible, porque el tipo aquel no chistó. Acercó una silla, encendió un cigarro y se sentó. Yo, entonces, indeciso entre quitarle el asiento y darle un bofetón o quedar en ridículo, tuve un gesto olímpico: me volví a poner los lentes. Este gesto, moderado o impresionante, tuvo el privilegio de aclarar la atmósfera. — Cuénteme usted algún incidente divertido que haya pasado en el curso de sus experiencias en el taller cinematográfico. — Pues verá usted —me contestó amablemente. — Ha habido varios, pero recuerdo uno que me hizo mucha gracia. Iban a tomar parte en la película dos chiquillos, uno como de tres años de edad y su hermanita, como de cinco, que era inteligentísima y muy linda. Ensayamos la escena varias veces. Se suponía que la niña entraba en el cuadro fotográfico llevando de la mano a su hermano, del que estaba orgullosa. Los ensayos salieron muy bien. Comenzó a trabajar el fotógrafo y todo iba a maravilla en el momento en que la niña descubrió que los calzones que llevaba el hermanito se habían desprendido e iban a caerse. Y el instinto femenino pudo más que el instinto artístico. Poniéndose de rodillas, afirmó las minúsculas bragas a la cintura del chiquitín... y echó a perder la escena, mientras todos los presentes, soltaban la carcajada. —El director: se pondría furioso... — No. Al contrario, todos estábamos encantados. Figúrese usted... — ¡Esa historia no puede ir en la entrevista! — dijo desaforado mi odiado intruso, levantándose de la silla. — La escena de los niños salió en una película que tiene lo menos tres años de haberse sacado... La indignación me paralizó. Ni siquiera pude quitarme los lentes, pero sentía que echaba chispas por los ojos. Apretando los dientes, llamé aparte, a un rincón, a la señorita Glaum y le dije: — Escuche usted un consejo: mátelo, ahóguelo, estrangúlelo, ahórquelo, deshágalo, áselo, descuartícelo, degiiéllelo, pulverícelo. .. O, mejor: ¡póngalo de patitas a la calle! Y salí de estampía. El chófer, que me vió sudando, me preguntó si tenía yo calor. Pero no estaba el horno para bollos. —¿Y a usted qué le importa? — repliqué. Y salimos por ahí desempedrando calles. Resultados de la prohibición.—Mientras un borracho daba instrucciones a otro sobre la mejor manera de hacer whiskey en casa, se entabló este diálogo: Primer borracho.—¿Y cómo sabré cuándo el whiskey está en su punto? Segundo idem.—Muy sencillo. Después que hayan pasado siete días, sacas el líquido del barril y echas un poco en la bañadera. Si le quita el esmalte, entonces está listo para embotellarlo. US! PAGINA 616 EE