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PINON J
KILOMETRO SEGUNDO El disturbio sanguinolento
i A PANTALLA nos presenta a San Francisco de California, dándonos aspectos típicos de la ciudad, tales como grandes camiones rebosantes
če naranjas, peras, manzanas y en ciertos
yintorescos puestecitos al aire libre se observan destaponamientos de botellas con un liquido muy parecido al grape-juice.
Rosita, con la maleta en la mano, consulta un papelito y se dirige rápidamente hacia la puerta de una casita de campo bastante presentable. Llama y aparece una señora colorada y rechoncha, pero no del todo fea a pesar de una verruga que se le ha montado en mitad de la nariz.
—¿Qué se le ofrece? — pregunta a la recién llegada.
—Yo soy Rosita Touche, la prometida de Leonidas Pelegrín, y...
—i Pelegrín, mi hijastro! ¡Valiente sinvergiienza! ¿Me trae usted el dinero que me debe?
—No; pero le traigo este anillo como contraseña convenida.
—¡Uy! El anillo de bodas con su padre, otro que tal. Bueno, ¿y qué?
—Pues aquí vengo para... rarlo en su casa.
—¡ Hola! ¿Viene para acá ese pillastre?
—Si; en cuanto termine su argumento para el Cine... Cuestión de un trimestre.
—Pero... vamos a ver... ¿es capaz de escribir para el Cine ese perillán?
—-Ya lo creo, señora. Como que le han ofrecido mil dólares por el argumento.
-—j Qué casualidad! Yo también he ofrecido... Pero, pase usted y hablaremos. Le advierto que yo ignoro la dirección actual de mi hijastro. Hace más de dos años que no nos escribimos.
para... espe
—Es así él, un poquito descuidado y como ahora tiene tanto que hacer...
ARGUMENTOS
SEPTIEMBRE, 1921 <
CINE-MUNDIAL
hs
simepLe?
—Es muy raro, porque en su vida ha trabajado. Yo lo estuve manteniendo mucho tiempo. A mí me interesan los asuntos cinematográficos; soy directora de una importante compañía y busco sugestiones. Acaso a usted le conviniera engancharse con nosotros en calidad de “segunda”... No tiene usted mal tipo... Pase usted y... (suena la campanilla o el timbre, como ustedes gusten) permítame que lea este telegrama que acaban de entregarme.
La señora, que se llama Sónica Fuelles, rasga un sobre, extrae un papel. Lee:
“Habiendo adelantado muchisimo redacción mayúsculo argumento deseo adelánteme usted mitad precio convenido. Suyisimo admirador adorador. — Guy DE MARTINGALET.”
Ahora la pantalla, retrotrayéndose a Nueva York, nos mostrará a Leonidas Pelegrín en su despacho en el preciso momento en que abre un telegrama que dice:
“Mándole correo quinientos dólares. Apúrese argumentando para casémonos próximo otoño. Millón besos. — SÓNICA.”
—Bueno — exclamará Pelegrín paseándose alrededor de la revuelta mesa; — ya tengo dinero y tendré mujer. ¿Qué más puede de
sear un intelectual como yo?
Pasan tres meses cinematográficos, que equivalen al tiempo que tarda usted en encender el cigarrillo.
En el telón, para rellenar, se representará una juerga dada en honor de Pelegrín con motivo de haber éste terminado su famoso argumento. Sus amigos bohemios le han obsequiado, por rigurosa administración, con una botella de whiskey “Caballo Rojo”, marca que se acreditó durante los tiempos de la Prohibición y que produce una especie de “delirium tremens” con agotamiento general durante una semana.
—¿Cuándo te vas? — le pregunta Epaminondas Rodríguez.
DESPAMPANANTES "SIN VERGUENZA Y SIN DINERO
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—Salgo mañana — contesta el interfecto.
—Para California, ¿eh? — inquiere Alcibiades Melantuche, un compañero que le tiene envidia porque él no puede encajar tres argumentos fósiles. — Cuidado. Las empresas cinematográficas se han puesto “imposibles”. No quieren literatura; quieren tonterías feministas.
—¡Oh! Pelegrín sabe — arguye un tercer “compa” con maliciosa entonación.
—¿Y es cierto que te nos casas? — trata de averiguar Rodríguez.
—Me caso, es cierto; en la vida hay que probar de todo — contesta el autor en ciernes con filosófica indiferencia.
—Esa será tu mejor película.
—A ver cómo te conduces con el... “argumento”.
—Procede por series, por si acaso.
—Remata bien las escenas.
—Silencio, señores. No juguemos con el matrimonio... ajeno.
— Gástate tres argumentos en la boda y convídanos.
—Y a ver si hay un hueco “extra” en la compañía que dirige tu futura, aunque sea de partiquino. La cuestión es empezar, como dijo Charles Chaplin.
—Esperen, esperen con calma y los iré metiendo a todos en el Cine.
—Revolucionaremos el Arte Mudo. Pelegrín!
—Bueno; que se me hace tarde y me duele la cabeza con este endiablado whiskey.
Y Leonidas Pelegrín se despide de sus “compas” y sale tambaleándose en busca del catre reparador.
Esta parte del Kilómetro — dirá el lector — no tiene “movimiento”; es sosa y muy poco peliculable.
En efecto; hasta ahora todo han sido preparativos para la que se va a armar. Aquellos que suspiren por “movimiento” quedarán
¡Viva
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