Cine-mundial (1921)

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CINE-MUNDIAL contentisimo de ser “el marido de su mujer”. Buen tenor, “opacado” por ella, que era un genio. El hombre se prestaba a los caprichitos de su mujer y diva. Por ejemplo: la Patti, en el contrato que firmaba con cualquier empresario, estipulaba que su nombre apareceria en los carteles con caracteres excepcionales, y era él — Nicolini — el que se ocupaba de medir los letreros de los carteles, provisto de una regla medidora... Y cuando, por olvido o por lo que fuera, el nombre de la Patti no resaltaba lo convenido, Nicolini ensuciaba y rasgaba los nombres de los competidores de la gran diva. Estos y otros muchos “detalles” son frecuentes, lo eran ya y lo serán acaso entre la gente del teatro, por alta que sea su categoría. Ravelli, excelente cantante, jamás perdonó a Minnie Hauck que le “ahogara” uno de sus admirables res de pecho en un abrazo pasional, en “Carmen”, y prefería a Marie Roze, que era menos temperamental. Los dibujos de esta página representan a Gayarre, Reszke y Alvary. Vinieron los tiempos de decadencia para la Academy of Music de Nueva York después de haber disfrutado de supremacía absoluta durante sesenta años, y fué el Metropolitan el que proyectó su mala sombra. La competencia fué tan decisiva como rápida; el edificio de este nuevo teatro, situado en Broadway, era mayor y mejor, y su primer “manager”, Henry Abbey, supo organizar su negocio con evidente inteligencia. Entre los cantantes conocidos, » supo atraerse a Campanini, tS del Puente, Novara y algu LR nos otros, y como elemen KF tos nuevos presentó a Nils EN son, Scalchi, Sembrich... : El pobre Campanini echó GA el resto en esta temporada, den a nuestra meE acabando por agotarse has moria: Francisco ZA ta que se nulificó. care A (continúa en la página 714) empezó siendo co rista y para quien Verdi escribirra el “Otello”. Era un “bárbaro” cantando, por su expresión, por sus ademanes y por su vozarrón y realizó dos temsã poradas en Nueva York: en preta 1890 y en 1893. Enrico Tamberlik, contemporáneo de Julián Gayarre, el gran tenor espanol que nunca quiso embarcarse a pesar de las —excelentes contratas que le proponían, vino a América quince años antes que Tamagno y fué el primero de los cantantes de fama que visitó a Sur América. Era un gran mozo y un excelente administrador y, lo mismo que Caruso, adquirió una fortuna considerable. Posteriormente, un notable cantante francés llegaba a Nueva York procedente de Boston, en el año de 1899. Se llamaba Albert Raymond Gourron, pero él escogió el nombre de Alvarez y con él se distinguió, sobresaliendo en “Otello”. Aschenbach, carácter opuesto al anterior, también recurrió al seudónimo artístico; se hizo llamar Max Alvary y debutó aquí con “Carmen”, la ópera de Bizet. Era alemán y cantaba naturalmente — en alemán. Pero logró, acaso como ningún antecesor, “meterse” al público en el bolsillo durante cinco años, del 84 al 89. Era de hermosa figura, poseía una dulcísima voz y sabia lucirse con mucho talento. Una especie de Apolo germano. Italo Campanini, su “contrario” en Nueva York, en vano realizó todo linaje de esfuerzos para volver a ocupar su puesto de “primer tenor”; no pudo; sus días de gloria habían pasado; cometió un error; Campanini poseía una voz seráfica, la fuerza de un cargador de muelle y un corazón de oro, pero sus maneras eran de una plebeyez terrible. Su público era el público bajo, la masa... trabajadores, mozos de establo, vendedores callejeros, etc. Pero Campanini no tenía pretensiones aristocráticas y cuando llegaba a comer al restaurant “Moretti”, entonces de moda por sus comidas “corridas”, aguardaba de pie a que algún asiento se desocupara, resistiéndose a tomar el que le ofrecían sus admiradores. Poco después venía su decadencia, la voz se le “cansaba” y concluyó por arrastrar sus últimos días en la miseria. Citemos a Nicolini, uno de los esposos más “fieles” de la Patti, siempre orgulloso y OCTUBRE, 1921 < > PÁGINA 677