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CINE-MUNDIAL
FEA A ESTRELLA
REILLY
previo aviso”. Ninguna cita de antemano determinada, por tanto, les obligaria a cumplimiento. Mi primera idea fué la de llevarme un catre y tomar posición ventajosa en el vesibulo del hotel. Pero bien sé que estos hosteleros neoyorquinos tienen sus ideas propias sobre decoraciones interiores.
Por fin, fué fijado el Viernes para mi probable entrevista. El marcado acento, semi-negativo y enfático que mi interlocutor pusiera en el probable, no me dejó muy a nivel. Pero, contra viento y marea, tráfico matutino y pitos de orden de policías, a las nueve y media en punto estaba yo “hecho un clavo” en el vestíbulo del Ritz, tirando del gabán de mi fiel fotógrafo. Di un vistazo de águila al campo y, echando a un lado a los que se paseaban después del suculento desayuno, me zampé en una barraca de teléfonos y pedí al operador comunicación con la habitación 1125, la de Douglas Fairbanks y, ya apercibido del “Ol-rait” del “otro extremo”, esperé, matando los segundos prolongados pitando una mazurca.
—Dulce es la vi-ída-a-a Que pasa-a-a en el ma-ar...
Una voz femenina sonó en el teléfono con timbre marimacho. ¡Era la doncella! —;Mister Scha-áfer, el secretario? No esta ni vendrá hoy, señor. (Ni vendrá!)... No, no podría ver ni al señor ni a la señora Fairbanks. No se habían levantado todavía. No, no podría decir cuándo pudiera verlos. Pero no, no podía hablar “A mí no me achica Douglas”, dijo Chaplin, y se plantó el bigote con ellos. ¡No se habían levantado aún! ¿No lo entendía yo?... a velucir, como no sea antela câmara. ¡No se habían levantado aún! Y la fotografía resultó única.
Colgué el receptor. La aflicción hacía horrible presa de mi sér y se quería salir toda por mi rostro. Pero
E a | E
el pensamiento, la idea, vinieron en mi ayuda. ¡Tenía una IDEA! La doncella era francesa y, haciendo uso de mi rancio francés contra ella, tal vez le haría comprender que era yo un espíritu hermano, un alma gemela de la suya, y tal vez...
Como un relámpago me colgué del teléfono otra vez y pedí el 1125. Mi esperanza subía como un cohete, de pies a cabeza, cuando súbito, ¡Crac!... El teléfono quedó incomunicado de un tirón. —Tengo instrucciones de no comunicar con el 1125 hasta que ellos no lo soliciten de la Central — llegó a mi oído la protesta en tono corajudo y ligero.
Podía oír con tono quedo y diapasón de pies de plomo la melodía de una marcha fúnebre que no sé si entraba en, o salía de, todo mi magullado ser. ¡No era posible verlos!... ¡No había manera de acercarse a ellos ni de hablarles!... ¡Y de un momento a otro saldrían sabe Dios por qué puerta y se irían de paseo en auto, río arriba en un barco, o volando en un aeroplano!... “La esperanza vive eterna en el alma de los hombres”, dijo no sé qué sabio. Pero ese Salomón nunca trató de entrevistar a Mary Pickford, Douglas Fairbanks, Mabel Normand...
¡Mabel Normand!... ¡He aqui a una chiquilla simpática y avispada! Sin duda hacía rato que estaba fuera de la cama, y lista para un baño de sol de que tanto gusta. Eran las diez. Pedí esta vez la habitación 234 a la telefonista.
¡Otra doncella francesa! —¿Quién ez eze? ¿Qué dezea?... ¿Quierre hablarrle a Miís Mabel Norrr-rmand?
Le expliqué mi propósito. Repetí mi argumento. Respaldé mi argumento con otras razones en inglés, en patois, en francés. Y al fin me dejó saber que a eso de las tres podría llamar otra vez. —A las tres. ¿Sí?... ¿No?... ¿Zii?. Bien, eso estaba arreglado, llamaría a las tres.
Pero ahora... Gloria Swanson. Gloria es una muchacha activa, madrugadora, alerta a
| sus Obligaciones y compromisos. IndudableNunca se vieron Reilly ni CINE-MUNDIAL tan en buena compañía como aquí, con Douglas y Mary, | ets l AS en -las azoteas del Hotel Ritz-Carlton. Fairbanks vino a Nueva York al estreno de | (continua en la pagina 716) “Los Tres Mosqueteros”, y Mary Pickford al de “El Pequeño Lord Fauntleroy”.
| OCTUBRE, 1921 <
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