Cine-mundial (1921)

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CINE-MUNDIAL Cronica de la Habana Llegada de don Ramón del Valle Inclán, su opinión sobre la literatura española y las andanzas financieras de su colega Blasco Ibanez.—Unas elecciones, un almuerzo y un bano.—Los legionarios cubanos rumbo a España. —Movimiento cinematográfico. — Actividades de las compañias teatrales. —Noticias varias. ON RAMON DEL VALLE INCLAN pasó por la Habana camino de Méjico. Dos días se detuvo aquí en espera del vapor que había de conducirlo a la vecina república. Su empaque de antiguo hidalgo castellano se destacaba rotundo de entre la blancura de esta alba ciudad. Alto, enjuto, de piel trigueña y barbas apostólicas, semeja una figura escapada de un cuadro del Greco. Escudados tras enormes gafas de carey sus ojos serenos escrutan cuanto le rodea. Quién sabe si en su mente se inicia el libro que hable de las cosas vistas en América por este personaje de cervantesca traza, al que da color de parecido el cercenado brazo izquierdo. Ya no peina aquellas sedosas melenas que antaño lucía con orgullo. El tiempo ha puesto algunos hilos blancos en su barba y ha blanqueado también su cabeza. Hablé con Valle Inclán. Fué en una sala de un hotel céntrico. En el momento de llegar yo, rodeaban varios periodistas al ilustre autor de “Flor de Santidad”. De mi entrevista con él saqué una ligera decepción. Valle Inclán no habló mal de nadie. Goza el autor de las “Sonatas” fama de mordaz y maldiciente. De boca en boca corren anécdotas suyas que como a tal lo pintan. Sin embargo, no le oí la más ligera censura para nada ni para nadie. Tal parece que se ha trazado una consigna, o hecho alguna promesa, y no quiere faltar a ella. En cambio le sorprendí una inquietante sonrisa. Esta sonrisa es el resorte mágico a que acude cuando desea soslayar un tema surgido al correr del diálogo. En honor de la verdad he de confesar que fué la sonrisa el más interesante de cuantos detalles le sorprendi. La tertulia era agradable, la conversación larga, animada y pintoresca. Valle Inclán ocupaba la presidencia. Su rostro cetrino, envuelto en las grises barbas, se destacaba a manera de pincelada fuerte en un cuadro de trazos blancos sobre fondo oscuro. Y surgió un nombre: Blasco Ibáñez. Y alguien dijo: —Blasco Ibáñez es la demostración de lo bien que pagan los Estados Unidos las producciones literarias. —No lo crea usted — arguyó Valle Inclán. — Blasco Ibáñez vendió “Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis” por una cantidad irrisoria. —Y sin embargo, en vista del éxito obtenido, se le hizo un espléndido regalo. Valle Inclán se mira las pulidas uñas de su mano y sonríe. Después agrega: —No fué esplendidez; fué negocio. Blasco Ibáñez, viendo que su novela se vendía como él jamás soñara, abandonó París y se marchó a los Estados Unidos. Blasco Ibáñez es un gran hombre de negocios. Una vez en Nueva York comprendió el enorme partido que podía sacar de todas sus obras, ya que “Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis” le habían conquistado la popularidad. Y puso condiciones para dar la exclusiva. Entre las condiciones impuestas figuraba eso que usted candorosamente llama esplendidez norteamericana. Hácese una ligera pausa, que rompe otro de los contertulios presuntando: —¿Qué nos dice usted de hispanoamericanismo ? —Que en España se mira el iniciado movimiento de intercambio entre los pueblos de habla castellana con marcada simpatía. Allí se observa la producción de los intelectuales de América con interés creciente. Cruzan por la sala algunos huéspedes del hotel. Son pocos, poquísimos. Una señora, de mediana edad, en cuyas narices cabalgan áureos lentes, se detiene un momento y mira, entre curiosa y extrañada, al creador del marqués de Bradomín, pero al ver que la vista del escritor se dirige a ella en mirada de interrogación, acelera el paso y desaparece tras una puerta que cierra con ligero golpe. Don Ramón habla de la novela española, que califica de novela de casa de huéspedes, y tiene una frase y un gesto despectivos para el teatro español desde Calderón hasta Echegaray. Yo me dispongo a escuchar. Creo que surge el Valle Inclán mordaz y maldiciente de que me hablaron, pero nada de eso. Don Ramón, apenas iniciada la censura, la suspende para decir: — La juventud intelectual española puede escribir grandes obras si se inspira en la cuestión agraria de Andalucía y en la espantosa tragedia que se viene desarrollando en (De nuestro representante general, Eduardo A. Quiñones) Cataluña. Y no sólo ha de inspirarse en esos grandes problemas sociales, si quiere producir obra fuerte y sana, sino que ha de estudiarlos y examinarlos hasta llegar a la médula de los mismos. Yo les digo a los jóvenes escritores espafioles que han de buscar ahi las grandes producciones del porvenir en vez de perder el tiempo escribiendo novelas de insulsos amoríos. —¿De modo que usted no cree en la actual novela española? Ni en la española, ni en la de otros países a excepción de la rusa, que ha tenido mantenedores como Tolstoi y Dostoyovsky, únicos novelistas verdaderamente geniales. Se pasa de los novelistas a los poetas. Valle Inclán afirma que los dos grandes poetas que tiene España son Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. —Villaespesa — agrega — posee grandes condiciones, pero le falta espíritu crítico. Su admiración ilimitada es para Rubén Darío, a quien califica de poeta maravilloso. Recita varias de sus poesías, y su voz clara, pastosa, en la que se mezclan tonalidades gallegas y mejicanas, resuena en la estancia. Es un momento de grata emoción en el que la belleza de la poesía de Rubén Darío parece envolvernos y acariciarnos a todos. Salud, mi querido don Valentín Rivero. Ya sé que usted continúa en la Presidencia de la Asociación Nacional de Exhibidores. Y que sea por muchos años. Yo me alegro mucho de que así suceda, don Valentín. Usted, en ese cargo, que viene desempeñando desde la fundación de la sociedad, ha laborado muy bien, secundado admirablemente por los demás señores de la Directiva, en pro de los intereses de los exhibidores. Y éstos le quieren, y, lo que es más difícil, se lo demuestran. Sí, don Valentín, asistí a las elecciones que ustedes celebraron. Y nunca mejor empleado que ahora el verbo celebrar. Era yo quizá el único intruso que había en el local. Pero por eso puedo ahora afirmar que ni uno solo de los asociados votó en contra de la candidatura que usted encabezaba. Fué un acto sencillo y elocuente. Sencillo porque “Harry Wills, la “Pantera Negra”, que derrotó en la Habana a “Gunboat” Smith en un minuto y siete segundos. Pantera pegó a Gunboat un golpe corto con la derecha en la espalda, un “hook”, le repitió el golpe, pero más abajo, sobre el riñón, y un “uppercut”, que hizo caer a Gunboat sin sentido. Gunboat volvió en sí, pasados los diez segundos reglamentarios, pero sin habla. Esta tardó bastante tiempo en recuperarla.” — Esa es la descripción que nos manda nuestro corresponsal con las tres fotografías que publicamos, en las que aparecen ambos contrincantes con sus esposas y una escena de la pelea. También nos envía páginas enteras de diarios locales con reseñas del encuentro, o lo que fuera, al que por lo visto asistieron unos cinco mil incautos. ¡Parece mentira que el público cubano no se canse de comer gato por liebre! Ni aun pudieron hacerle escarmentar el empacho de las últi mas luchas greco-romanas, en las que se apelaron a cuantos trucos y martingalas se han inventado desde los tiempos de “El Rey que rabió” hasta nuestros días. Porque eso de poner al pobre Smith que, pugilísticamente, debía estar recluído en un asilo de inválidos, a luchar con Wills, el hombre más fuerte y peligroso que hay en el “ring” en la actualidad, y superior al propio Dempsey a juicio de muchos, es el colmo de la frescura. El que estas líneas escribe estuvo en Jersey City la noche que el negro le fracturó tres costillas de una trompada al mastodonte de Fulton, que con una mano atada a la espalda puede darle en cualquier momento una paliza fenomenal al amigo Gunkoat, y, recordando aquéllo, felicita calurosamente a Harry Wills: la policía de la Habana, de estar en anteceder’es, NovIEMBRE, 1921 > lesiones cometido a mansalva. de seguro que lo acusa del delito de agresión y < PÁGINA 767