Cine-mundial (1921)

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AN i= ©) im ) IN A — — —— —— KILÓMETRO CUARTO La Mano que afloja o La Nebulosa Pasional EJAMOS en puntos suspensivos el anterior kilómetro, preguntando qué era Pelegrín. Pues sencilla y lacónicamente: un pasional de grueso calibre, un peliculero y, por consiguiente, un enredador “sin dinero y sin vergüenza”, Pero dejemos que vaya desarrollândose su carácter a medida que vaya desenrollándose la cinta en la Pantalla. Asi no tendremos que meternos en psicologias molestas... para Pelegrín. Anochece. Pelegrín, durante el día, se ha ocupado de revisar la ortografía de sus famosas cuartillas, lanzando, entre renglón y renglón, fuertes y prolongados suspiros precursores del volcán pasional que le “efervescia” dentro. Ahora el celuloide, que en ‘todo se mete, nos presentará unas vistas del jardín y una ventana abierta hacia la que se aproxima nuestro héroe con pasos escurridizos. ¿Qué hay en la ventana de apetecible? ¿Un jamón gallego? ¿Una botella de Bacardí? ¿Ropa interior en buen uso? ¿Bonos de la Libertad? ¿Por qué se agacha hasta casi andar a gatas y qué es lo blanco que se mueve en la ventana? Que nos lo cuente la proyección cinematográfica: Pelegrín, desde el instante en que hiciera mutis con Hermenegilda, la criadita derretible, se habia sentido “sincopetizado”; un jazzband le apisonaba el corazón; Sónica le aburría y Rosita se le atragantaba mientras que una nueva pasión lo elevaba a la' quinta potencia, y... —Gildita, arpa eólica, ¿estás visible? — murmuró llegándose al hueco de la ventana y metiendo las narices una cuarta. NOVIEMBRE, 1921 > ARGUMENTOS CINE-MUNDIAL Aquí estoy aguardándote, acaso no muy visible, ¡oh, mi nocturno rondador! —¿Hs que estás en ropas menores? —No lo digo por eso; lo digo por las -tinieblas que nos envuelven. —Mirame... alúmbrame con el brillo de tus ojos mientras escalo la ventana, gacela triscadora. —Pero... ¿no será muy súbito, para una primera entrevista, cielín mío? El tiempo es fugaz y hay que aprovecharlo. Acércate, dame la mano, alúmbrame... — Dios mio, si nos sorprendiera Doña Sónica o la señorita Touche! Estaríamos perdidos. —¡Lagarto, lagarto! No las mientes... Perdámonos y que no nos encuentren durante un trimestre. —¡Ay! Sube... dame la otra mano; pon el pie aquí... agárrate bien, sin pellizcar fuerte... asi... ¡por fin! En este momento la Pantalla, sea por defecto, sea por exceso... de moralidad, proyecta una escena borrosa, entre gris y negro, que solamente permitirá ver dos bultos bastante activos... Cualquiera, de buena fe, creería que se trataba de una lucha grecoromana en plena obscuridad. Al cabo de unos minutos, restablecida en apariencia la calma, el público contemplará una cosa inaudita, del género fantástico-sorprendente; algo que, aparte modestia, todavía no se ha ensayado ni en “Los Misterios de Nueva York” ni en “La Moneda Rota”, dos películas truculentas, plenas de admirables “camelos” fotográficos. Contemplará, decimos, un fondo “desdibujado”, de rincón de alcoba mal alumbrada; dos cabezas que se tropiezan con frecuencia y, en el ángulo opuesto, avanzando por la “atmósfera”, un objeto alargado que culebrea y se empina sobre sí mismo; algo que, al principio, semeja la funda de un clarinete que se estira y se encoge, tal que si un alam DESPAMPANANTES "SIN VERGUENZA Y SIN DINERO” EN O EE E E ON AD as bre invisible lo moviera; luego, dándonos la impresión de un boa contrictor y por “fin mostrándosenos como un tentáculo pulpesco con cinco ganchos contráctiles en la punta delantera. Un color rojizo, de llama que expira, se desprenderá de esta especie de manguera elástica, la cual, como un reptil que se desliza, describirá una especie de molinete por encima de las volcánicas cabezas de Pelegrín y Gilda y caerá, de golpe, sobre la del primero, haciendo una carambola estrepitosa. Un grito doble, otra vez la manguera repitiendo la carambola y dos cuerpos que caen... De repente se iluminará la escena... Un cuarto modesto, pero decente; Pelegrín, tirado en el suelo panza arriba, estertorea; Gilda yace inmóvil, hecha un ovillo no muy bien hilvanado, y erguida sobre ambos cuerpos se destacará Sónica Fuelles con una linterna sorda en la siniestra y el brazo derecho — la manguera — revestido de un guante de lana roja que le cubre hasta el sobaco. —j Miserables!—soplara furiosa la Fuelles: —la cárcel y la deshonra será con vosotros. Ya no aguanto más guarradas. Y se lanzará sobre el teléfono para avisar a la Policía. Pero el lioso Pelegrín, a quien no le conviene esta clase de publicidad, salta del suelo como un tigre y se avalanza sobre el cogote de Sónica. —jDetente, que me estás reventando ‘la mejor escena del argumento !—vocea con trágicos gestos.—¿No ves, desgraciada, que estoy ensayando la penúltima escena del argumento que hay que entregar mañana mismo? —Suéltame... No te creo, no te puedo creer una palabra. —Me desesperas con tu falta de comprensión. ¿Pero es que no recuerdas las últimas cuartillas... las escenas que se suceden en el Cuarto Obscuro entre Claudia y Sindulfo? Cálmate, haz memoria. ¡Si precisamente es (continúa en la página 785) < PÁGINA 775