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que “echando aprende”. Y
a perder, se si eso es verdad, hay
innumerables productores norteame-.
ricanos que tienen empeño en hartarse del mayor número posible de conocimientos, a juzgar por la gran suma de errores históricos, inexactitudes de indumentaria, anacronismos y faltas de cultura de que en sus películas hacen alarde.”
-No se trata de enmendar la plana a nadie. Bien dijo el señor Hermida en su sesudas líneas, del Baturrillo del mes pasado, que CINE-MUNDIAL no está consagrado a misión alguna, ni propugna ésta o aquella idea o doctrina. Pero precisamente porque intentamos ante todo ser amenos, no podemos darnos el lujo de resultar anodinos, y el repartir palos entre quienes lo merezcan, además de divertido, es higiénico.
“Dumas, el grande, dejó maltrecha a la historia, pero. a los genios se les perdona todo. No fué el único, ni vamos a dar la lista de los que le imitaron en las letras. Pero ahora han venido los cinematografistas, tijera en ristre, y han hecho tres cuartos de lo mismo. Y eso está muy mal, porque, en primer lugar, ellos no son genios y no tienen, por consiguiente, derecho a perdón, y, en segundo lugar; como la pantalla es un vehículo de cultura, si pierde su prestigio, por culpa de los ignorantes, el arte mudo y la industria respectiva serán los primeros en sufrir las tristes consecuencias.
Hagamos, pues, crítica, enumerando, por vía de protesta, algunas de las innumerables lacras que, en las cintas de primer orden que se han hecho en los Estados Unidos, dieron qué decir a peritos en asuntos de orden histórico. Pocas armas más efectivas contra la ignorancia que el bisturí de la verdad.
Del “San Juan” de la Salomé que un director afeitó audazmente y del “Salomón” que la misma persona o sus colegas inmediatos despojaron cruelmente de las patriarcales barbas, que tan simbólicas son, sobre todo entre la raza hebrea, bastante se ha
DICIEMBRE, 1921 < =
CINE-MUNDIAL
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dicho ya desde estas columnas, en guasa y de veras. Pero otras aberraciones no menos flagrantes cometen a diario los directores y los jefes de uitlería y vestuario de los talleres de cine, que, no por frecuente, son menos culpables.
Con las películas ocurre que el público no puede protestar directamente, como protestaría si un periódico, por ejemplo, incurriese en equivocaciones o si un actor sacara a escena, en el teatro, trajes anacrónicos. Y no es justo que se sufran ciertas ofensas en silencio, sobre todo cuando resultan evidentes. Hablemos, pues, de ellas, aunque no sea más que para darnos el gusto de desquitarnos ante ese mismo público mudo.
Existe, desde luego, un anacronismo crónico en la presentación de personajes exóticos. Parece que hay un modelo atroz pero invariable para la exhibición, verbigracia, de tipos españoles y sudamericanos. Todos están cortados por el mismo patrón: casaquilla con bordados sobre los hombros, amplia faja a la cintura, con enorme lazo a la izquierda o a la derecha; pantalones que, a veces, son cortos y, a veces, amplios pero acuchillados en la parte inferior y con un encampanado de la época de Mari-Castaña; sombrero de alas anchísimas, o pañuelo atado a la cabeza. A ésto, añádese un bigotito exiguo y un cigarrillo y, con unas cuantas miradas de soslayo y una buena colección de modales untuosos, ya tenemos al tipo ideal, invariable y consagrado del ibero o del hispanoamericano, así se quiera hacer aparecer que nació en las pampas, que vió la luz en Castilla o que medra y habita bajo el torturante sol de la tierra tropical.
Y lo peor es que ya el espectador se viene acostumbrando a estas cosas y hasta le parece raro que saquen a la gente de su país tal como es. Muchos, cuando la indumentaria es perfecta, y los escenarios bien hechos, juran y perjuran que la cinta fué sacada en la propia, exótica nación. ¡Tan fuera de lo común es ver la verdad sobre el lienzo!
Francisco
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HAY BIBLIOTECAS EN LOS TALLERES DE CINEMATOGRAFA: 5º NO HAY LECTORES S
SN | ESE ES EEN DARTAGNAN !! NS
Jose Ariza
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Y si eso sucede en fotodramas de épocas contemporáneas y de países que están, como quien dice, a un paso de los Estados Unidos, cuando se trata de tiempos y personajes remotos, es cosa de comedia que, hasta cierto punto, justifica el horror que muchas personas cultas tienen por el cinematógrafo.
La observación de algunos directores es limitadísima. Méjico, por ejemplo, que está considerado como uno de los países más ricos, si no el más rico, en tesoros naturales, no sólo por la generosidad de su inagotable suelo, sino por la lujuriosa exuberancia de su flora, no es, en películas, más que una región arenosa y salpicada de “mezquites”, cactus, tunas y reptiles, por la sencilla razón de que es lo que los directores tienen más cerca de sus talleres, ya que la frontera sep-. tentrional del país es, en efecto, árida y sin vegetación que valga la pena. Mas, habiendo un tren cada doce horas, ¿no podrían esos mismos directores bajar siquiera hasta Tepic, en la zona tropical, donde hallarían cada “shot” que quita la cabeza?
Pero hablar de la cabeza de algunos cinematografistas resulta extemporáneo en estas líneas, que se refieren más bien a sus extremidades inferiores y a las meteduras respectivas.
Hace mes y medio, una compañía distribuidora cuyo nombre es preferible no mencionar, presentó, con gran éxito, en un cine de Nueva York, una película que los críticos locales consideran como la mejor interpretación de Douglas Fairbanks y a la cual película hemos dado nosotros una justa embestida, no por lo que al simpático actor se refiere, sino por lo que toca al argumento, que se atribuye a Dumas, sin más causa que la de aparecer allí los tres mosqueteros de la historia y los demás personajes — más o menos falsificados — de la novela inmortal. No aludiremos nuevamente al maltrato que la obra sufrió en manos del adaptador, sino a las curiosas (algún nombre ha de dárseles)
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