Cine-mundial (1921)

Record Details:

Something wrong or inaccurate about this page? Let us Know!

Thanks for helping us continually improve the quality of the Lantern search engine for all of our users! We have millions of scanned pages, so user reports are incredibly helpful for us to identify places where we can improve and update the metadata.

Please describe the issue below, and click "Submit" to send your comments to our team! If you'd prefer, you can also send us an email to mhdl@commarts.wisc.edu with your comments.




We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.

Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.

o menos, a la misma altura en lo que se refiere a pudor literario. Seguro de que usted se atreve a todo, voy a relatarle otra de mis aventuras para que le busque espacio en su sección. Sabrá usted que... ABEL ha sido la amiga más dulce que he tenido en Nueva York. Alta, de pelo rubio como el oro, dientes de nácar, ojos azules y aparentemente delgada. Digo aparentemente porque esa era la impresión errónea que su cuerpo daba. La conoci en el trayecto que media entre las calles 23 y 14, yendo ciudad abajo por la Cuarta Avenida, una tarde a últimos del mes de noviembre cuando los árboles ya han perdido las hojas, hace seis o siete años. Era la hora en que las fábricas vomitan por sus puertas hombres y mujeres a millares, y yo gustaba por aquella época de confundirme y mezclarme con la ola humana. El enorme gentío lo achicaba a uno, convirtiéndolo en diente insignificante de esa rueda colosal que nunca para. Su silueta se destacaba entre la multitud de obreras y la segui pacientemente cuadra tras cuadra. De vez en cuando volvía la cabeza. Después de tomar varios tranvías me encontré, a la hora y pico, siguiendo aún sus pasos por ese barrio de Brooklyn monopolizado por judios rusos y de la Europa Central que se llama Williamsburg, donde se habla poco o ningún inglés y no hay ni cafés ni restauranes. Por fin se apiadó y detuvo el movimiento de aquellas incansables piernas de hierro. —¿Por qué anda usted detrás de mi? —me pregunto. —WNo ando detrás de nadie, señorita — respondi algo amoscado.— La calle es de todo el mundo, supongo yo. —jNo lo niegue usted, hombre! siguiéndome desde Nueva York. Con estas palabras comenzó de nuevo a apretar el paso. — ¡Por favor, joven! ¡Le suplico que no corra tanto! Hace poco me operaron una hernia y no puedo resistir estas caminatas. ¿De veras? A mi también me operaron hace Usted viene Un día va a haber quien le levante una estatua a Mack Sennett. de modelo a ese monumento esta guapa bañista de sus comedias. CINE-MUNDIAL poco. De apendicitis. ¡Qué horrible es el éter! No se me cerró la herida hasta los tres meses. Me operó el Dr. Schiff en el hospital alemán. ¿Conoce usted al Dr. Schiff? Es el mejor especialista que hay en los Estados Unidos. Espéreme en la esquina que voy a depositar dinero en el Banco. No se vaya que vuelvo en seguida. ES Asi la conoci. Cuando salió del Banco se fué a su casa, en los altos de una tienda, y me dijo que la aguardara en un “Delicatessen” de los alrededores, donde engañé el estómago con un emparedado y una taza de té. Por aquella barriada, como indiqué antes, no hay restauranes. Fuimos luego a un cine, pero no nos ocupamos de las películas. Mabel no hablaba de otra cosa que de cloroformo, éter, suturas, puntos, curas, vendajes, heridas, hospitales, médicos y enfermeras. Dábale yo por la vena del gusto, relatando incidentes y detalles de clínica a cuál más terrorífico. Hubo un momento en que casi comparamos cicatrices en pleno teatro. Nos contuvo un ujier que, con aire misterioso, rondaba cerca de nuestras butacas. NS Mabel y yo fuimos amigos íntimos. Nos veía mos dos o tres veces por semana. Era una mujer ideal. Jamás se le antojaba comprar nada y tenía de sobra con ir al Cine o de paseo. Nueva York le atacaba los nervios y sólo sentiase a gusto en Williamsburg. Yo, por supuesto, encantado y hasta ahorrando dinero -— cosa que hasta entonces jamás había logrado. En cierta ocasión dejé de verla por una semana entera, y la próxima vez se me hizo en extremo cuesta arriba ir hasta aquel apartado barrio de Brooklyn. Mi abandono indignó a Mabel, que lloró y pataleó, y por un poco me afloja un puñetazo en la cara en medio de la calle. Hablando con franqueza, he de confesar que la guantada me la disparó con toda la fuerza de su bien torneado brazo, pero yo, que por algo soy aficionado al pugilismo, supe esquivarla con destreza. Y ya no fui más. El asunto asumía ciertos caracteres de seriedad desagradables. ¿A qué complicar la vida? Poco a poco se fué esfumando Y, para ese día, proponemos que sirva Se llama Mildred June (Junio en español, mes tropical). DICIEMBRE, 1921 < == en mi mente la memoria de Mabel hasta convertirse en un borrón a duras penas perceptible. Ao S g Transcurrieron un par de años. Una tarde de verano, en el punto más concurrido de Broadway, venia paseando con un amigo cuando tropecé con Mabel. Estaba soberbia. Ya no era la muchacha de suburbio que cree inmoral hasta ponerse polvos. Tenia la cara pintada, aunque sin exagerar, y vestia un traje de última moda que realzaba sus formas. En su porte y mirada habia el aplomo de la mujer acostumbrada a la admiración. Iba sola. Me reconoció en seguida; de eso no tengo la menor duda. Dejé a mi amigo y me acerqué a ella. —j Mabel! Se detuvo, entorno los ojos y me miro de arriba a bajo sin contestarme. —Pero Mabel, ¿mo te acuerdas de mi? Yo SOY... —Caballero, usted se ha equivocado. Ni me llamo Mabel ni lo he visto a usted en mi vida. —¡Eso no es verdad! ¡Tú eres Mabel! ¿No te acuerdas. . .? —Si vuelve usted a dirigirme la palabra, llamo a un policía. La gente comenzaba a congregarse a nuestro rededor. Un polizonte, dando vueltas al garrote que aquí simboliza a la autoridad, venía pausadamente hacia nosotros. Varias viejas empezaban a increparme llamándome atrevido, descarado y otras cosas por el estilo. Aquello se ponía feo. Mi amigo me agarró por un brazo. Entramos por la puerta de un bazar y nos perdimos entre la gente. No he vuelto a saber de ella. De seguro que mi amistad ya no le convenia. Si la veo otra vez, me abstendré, de acuerdo con el precepto que rige para estos casos en Nueva York, de saludarla hasta que ella me dé entrada. Si no lo hace, seguiré de largo. Silo hace y me conviene reanudar la amistad, le hablaré; de lo contrario, me haré. el distraído y continuaré tranquilamente mi camino. Un Venezolano de Brooklyn. ‘JN alemán que venía de Méjico a los Estados Unidos tuvo que ver ál Cónsul de este último país para obtener el correspondiente pasaporte. El funcionario yanqui, que, por lo visto, andaba todavía en la creencia de que la guerra no había terminado, se apeó con una serie de preguntas por este estilo: —¿De qué nacionalidad es usted? de —Mejicano. —¿Pero nació usted aquí? —-No señor, pero soy ciudadano de este país. Vine aquí cuando tenía quince años. —Eso no importa. Lo que yo quiero saber es dónde nació usted. El alemán, cansado de tanta insistencia, por fin contestó: —Nací en Alemania, pero le aseguro a usted que no volverá a suceder. OR pedir limosna en la vía pública arrestaron días pasados a un tal Campbell en la esquina de las calles 43 y Broadway. Llevaba “trabajando” treinta y cinco minutos y tenía $19.92 en el sombrero cuando intervino la policía. Según declaró en el juzgado, en las buenas esquinas de Nueva York un pordiosero que sepa su negocio se saca fácilmente unos $40 por hora y aseguró que las mujeres y las niñas eran mucho más generosas que los hombres. Bo Ro a Hay mucho de psicología en esto de pedir limosna. Escurioso cómo el público reac(continúa en la página 841). Ei do -> PÁcINA 818