Cine-mundial (1922)

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nados lares, y ya nadie tendrá frases despectivas para el mueble privado, ni nadie se atreverá a meterse con la cotorra. Esta manía por las conspiraciones políticas ofrece ancho campo de investigación al sociólogo amigo de huronear en esos asuntos. Hay en yanquilandia conspiradores crónicos que han reducido la confabulación política a un verdadero sistema, y viven de la causa, merced a las variadas combinaciones que les sugiere su fértil cerebro. Uno de éstos, Nicasio Paletada, no ha dedicado, en los diez afios que lleva de residir en los Estados Unidos, ni una sola hora a otros menesteres que los relacionados con la futura invasión de su país, y el derrocamiento del mandatario lamprea que tan desacertadamente lo gobierna. La expedición redentora jamás llega a realizarse, y el dictador continúa -aferrado a la presidencia; pero Paletada y familia comen religiosamente tres veces al día, y hasta suelen ir con su prole a Coney Island, donde patrocinan con toda liberalidad los puestos de longanizas y los emocionantes atractivos de Luna Park. Paletada tiene olfato de sabueso para descubrir individuos con ambición y ahorros, y cuando alguna víctima cae en sus manos, no logra escapar de ellas sin antes haber dejado en el bolsillo del ducho revolucionario CINE-MUNDIAL algunos dólares para fusiles y otros pertrechos de guerra. Nicasio es hombre de letras, autor del famoso *Plan del Sumidero", y de una proclama que se lanzará a los cuatro vientos tan luego como los expedicionarios “posen plantas en las susurrantes playas de la patria amada”, como dice él, todo conmovido, al tiempo que enjuga, con el revés de la mano, una furtiva lágrima. El trascendental documento empieza así: “Ha sonado en el reloj de arena la hora de romper las cadenas de una ignominiosa esclavitud. ..!" Cuando se le dice a Paletada que un reloj de arena no toca las horas, burbujea como una gaseosa, y cita a Bello, a Vargas Vila y a “Chuchú” Chiripa. Resorte principal en las financieras de Nicasio Paletada es el gran campeador Tito Pandilla, a quien el agente revolucionario describe como héroe de cien combates y recipiente de varios balazos que han dejado amoratadas grietas en la anatomía del generalísimo. Sus admiradores prefieren llamarle “El Gacho Padilla" a causa de una oreja caída, resultado de un estacazo recibido en el campo de batalla, al dar una carga de caballería al frente de un escuadrón de cinco jinetes y un perro de presa. Cuando Paletada logra atrapar a algün combinaciones yanqui adinerado que husmea futuras concesiones petrolíferas, presenta al “Gacho” como testimonio de la seriedad del asunto. Este recita, una tras otra, las arbitrariedades del sanguinario dictador, y cuenta cómo se vió obligado a salir de la república disfrazado de oso amaestrado, después de sobornar a un titiritero italiano que lo fué exhibiendo por diversas plazas, hasta llegar a la costa. Expone luego su plan estratégico para la invasión, apoyándolo con sus correspondientes diagramas. —Mire, mister; salgo de Nueva York con mi gente en el balandro que usted se encargara de proporcionarnos, y a los diez o doce días llegamos a la desembocadura del río Chiquichumba. Escondemos el barco en la ensenada de la “Tia Bruja", y en cuantito se haga de noche desembarcamos a nado, con los machetes entre los dientes. Ya en tierra, imito vo el resuello del caimán, y en seguida aparece el negro “Juancho” con las bestias. Montamos, arengo mi tropa, enarbolo el machete, y a las cuarenta y ocho horas ponemos sitio a la capital. Créame, míster, en cuanto el bribón del presidente sepa que “El Gacho Padilla” está a las puertas de la ciudad, se muere del susto. Sentándome yo en la silla, puede usted escarbar lo que guste en todo el territorio. (continúa en la página 43) Enero, 1922 < > PAcina 11