We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.
Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.
MAR 29
EY 1999
008524343 AVAVAVAVAVAVAVAYANAVAVAVAVATAVAVATAVANV AS AN AV. AV AS AN AF AST AT ANA
PASA A,
Ga:
AVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVA: AS SA NASA ANSA SES ESAS
S E Paan — ---— Pu cec gs D " S FN gue TOC VERY SN FPA ™Wy ANN NG) fA AO
N EAS SS
2 5j D ZZ xr
Vg LU, UY jj Za a
4 % CHE, |
<
Y
y
4 “dass
Mle Wb
o 2
N
G he,
E
N eS A
ONAN
"P,
Published and distributed under permit (No. 637) authorized by the Act of October 6, 1917, on file at the Post Office of New York, N. Y. By order of the President, A. S. Burleson, Postmaster General.
Un Pequeno Problema
OS neoyorquinos son muy amigos de ensalzar todo lo suyo y están acostumbrados a que los extranjeY ros de nota que caen por aquí hagan lo mismo. Como casi todos vienen a llevarse lo que pueden lo más pronto posible —con conferencias, libros, misiones políticas o cualquier otra martingala por el estilo — huelga decir que por lo regular envuelven sus comentarios en las azucaradas frases de rúbrica. De vez en cuando algún cascarrabias, como Blasco Ibáñez o la mujer de Asquith, dice algunas verdades desagradables, pero la prensa se encarga de ponerlos como chupa de dómine para escarmiento general y el público queda satisfecho. Nada les encanta tanto como que uno de estos prohombres de ultramar les diga que sus rascacielos son imponentes, sus avenidas soberbias, sus vías férreas prodigios de ingeniería, sus hombres infalibles en los negocios, sus mujeres portentos de virtud y hermosura. Mas en esto de alabar a las damas, sin embargo, las eminencias europeas tienen que andar con pies de plomo, porque los yanquis comienzan a sospechar que la paz no reina en Varsovia o, como dicen ellos, que “no todo marcha bien en Dinamarca”.
* * ES
A los neoyorquinos, poseídos de su propio valer, les disgusta y casi no se explican la afición de sus paisanas por los extranjeros. Que las ricas escojan por maridos a nobles tronados es, a sus ojos, disculpable por motivos de vanidad femenina; pero cuando en condiciones iguales prefieren al extranjero, el asunto toma proporciones de ofensa directa. En la novela, en el teatro, en el cinematógarfo se combate continuamente esta tendencia, señalando a la neoyorquina los peligros que entrañan los casamientos con extranjeros y “mostrándole” las ventajas de quedarse con ios de casa. En el libro o la escena norteamericanos, el vanqui joven es hombre guapo y completamente afeitado, mientras que al extranjero siempre le calzan uno de esos bigotitos que simbolizan, para el elemento masculino de aquí, el colmo de la villanía. Y decimos para los hombres porque la neoyorquina, a pesar de todo lo que se dice y escribe, revela el mismo espíritu perverso de contradicción que es la característica de las mujeres en todas partes, y siente una debilidad
que no oculta por esos aditamentos capilares. k * *
Si la neoyorquina es la mujer mas guapa de los Estados Unidos, su hermano no le va en zaga. Mezcla de razas, el neoyorquino es buen tipo y sabe que lo es. Sabe además, porque se lo han repetido muchas veces, porque lo ve a todas horas del día y porque se lo demuestran a cada instante, que la mujer en Nueva York está en abrumadora mayoría. Y en esto precisamente estriba todo el problema.
G3 er To
La farmacia de Gray y los bajos del edificio del Times, en las esquinas de Broadway y las calles 43 y 42 respectivamente, son desde hace tiempo los lugares perdilectos de los neoyorquinos jóvenes para darse citas. Aseguran las personas de alguna edad que hace diez o quince afios se observaba a los hombres agruparse a centenares por aquellos alrededores esperando la llegada de sus novias. Hoy, a las horas de divertirse, son ambos sitios verdaderos hormigueros de mujeres. Los hombres se hacen esperar y llegan tarde — cuando llegan.
¿Tiene algo de extraño, pues, que la neoyorquina, cansada de aguardar por las esquinas, en las puertas de los teatros, por los vestíbulos de los hoteles, no deje escapar al primero que en realidad se ocupe de ella, aunque haya nacido donde el diablo dió las tres voces?
ABRIL, 1922 «C——— — ————— — — — — xL 22 PÁGINA) 1/79