Cine-mundial (1922)

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Designada como Plantel de Enseñanza del Gobierno de los Estados Unidos 1922 < circo, haciéndose cada día más famoso con su número. ¿Quién no ha sido presa de escalofríos al contemplar la maestría y corpulencia de esa “base fuerte” del Circo Barnum & Bailey, de ese temerario acróbata que, colgando cabeza abajo en el mástil más elevado del circo, agarra infaliblemente las muñecas del acróbata volador que se lanza hacia él por el espacio? Esa era la arriesgada treta de Eddy Polo. ¿Es de extrañar que sus películas estén repletas de sensacionales suertes, de las más atrevidas aventuras y demostraciones de vigor? Como decidía, como ponía en acción, atrevido y confiado, todas las cosas y actos de su vida, decidió Eddy Polo su entrada en la vida cinematográfica. Estaba con el Circo Barnum & Bailey que daba fin a su temporada con sus últimas funciones en Memphis, Estado de Tennessee. La noche de la última función, se decidió a ir a Los Angeles. Esa misma noche, a las diez y media, estaban Eddy Polo y su equipaje en un expreso rumbo a California. La mañana siguiente a su arribo a Cinelandia, se dirigió al “local” donde su viejo amigo Henry Lherman dirigía una compañía de comedias. Pidió a Lherman trabajo como actor; pero éste se declaró enemigo de sus pretensiones y le aseguró que estaba destinado a ser uno de la falanje de extras desocupados que trabajaban un día y pasan con hambre una semana, —Por suerte, no necesito el dinero que tú me pagarías — le contestó Polo. — Dame algo que hacer, sea lo que fuere. Aunque contra sus deseos, Lherman le prometió una “partecita” para el día siguiente. El papel resultó ser el de un comparsa en cierta escena de hospital que Lherman estaba filmando para “Cupido en el Hospital”, comedia de Hank Mann. —Ve a vestirte de enfermo — le dijo Lherman. En breve apareció Polo metido en un camisón de dormir y la frente vendada con enorme pañuelo blanco. —De verdad que pareces un enfermo — dijo el director al verle. — Métete en esa cama. Eddy trepó a la cama, la última de una larga hilera y por cierto la más distanciada de la cámara. Lherman le explicó el papel a los “pacientes”. —Cuando Hank Mann venga y deje caer la bomba — explicó — ustedes se supone que serán “volados” de las camas por la fuerza de la explosión, y saldrán volados, ¿entendido?, ¡VOLADOS, no arrastrados! — repitió con energía el director. Ensayaron la escena varias veces y finalmente Lherman gritó: —¡CAMARA! Hank Mann entró rápidamente, llevando en la mano una bomba cuya mecha humeaba; la lanzó, y salió corriendo. Los “pacientes” saltaron de sus camas. Polo, que había traído más libras de imaginación que las que podían comprarse con los tres pesos que su papel le ganaba, dió saltos acrobáticos sobre todas las camas de la hilera, y terminó con un perfecto salto mortal en la última. Aquello era “acción” inesperada y Lherman quedó perplejo, ojos y boca abiertos. Al finalizar el día de trabajo, Lherman pagó a Polo sus tres pesos como “extra” y le dijo: —Vuelve mañana y tendré trabajo para ti. Al tercer día, le ofreció un contrato por seis meses, con cincuenta dólares semanales. —Yo no quiero contratas — dijo Polo. — Lo que quiero es que la gente de aquí sepa lo que puedo hacer. Al final del quinto día, Francis Ford man > PÁGINA 272