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CINE-MUNDIAL
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El Papa prepara un “Memorial sobre la Misión del Cinematógrafo”.—Agentes especiales del Sumo Pontifice recopilan datos sobre las posibilidades de la pantalla para la ilustración de la Historia y la Doctrina.—Monsignor Grassi, activo agente del catolicismo.—Investigaciones de Rubén.—Asociación Mercantil [taloAmericana.
L PAPA prepara un memorial sobre la misión del cinematógrafo en el mundo moral y espiritual.
Tal es la noticia que por fuente autorizada se ha filtrado, cayendo en mi oído para hacer nueva especial para los lectores de esta revista.
Nunca ha sucedido que la Iglesia Católica anuncie por adelantado medidas importantes que el Vaticano proyecte tomar. Es más, en la Basílica, el Palacio Pontifical y todos los palacios donde la Cruz anuncia el trono de la Santa Iglesia Romana, se ha rechazado siempre enfáticamente la colaboración de la prenSa y sus agentes.
He sabido de fuentes fidedignas, sin embargo, que la Iglesia, por medio de sus autoridades constituídas, está recopilando datos de toda especie relativos al cinematógrafo pasado y presente. Y podemos anunciar que, dentro de pocos meses, la Iglesia Católica habrá terminado sus planes para utilizar el cinematógrafo como medio de ilustración de la Historia y Doctrina romanas.
El hombre más activo en el campo católico y cuyos éxitos en la encuesta encomendada por el Papa han sido objeto de muchos elogios de parte de sus superiores eclesiásticos, es Monsignor Grassi, dómine a cargo del curato de Marino, uno de los más encantadores y románticos parajes en los bellos alrededores de Roma.
Hace poco pasé una tarde con Monsignor Grassi en las oficinas de un proveedor local de accesorios cinematográficos en la Vía Urbana, al pie de la Loma de Esquilo.
A los lectores de CINE-MUNDIAL les interesará saber que Monsignor es un práctico cinematografista, experto en proyección y con amplios conocimientos del mercado cinematográfico del Viejo Mundo. Tiene inmenso interés en las condiciones cinematográficas de América y, a cambio de los informes que me fué posible darle sobre la película en el Nuevo Mundo, me expuso sin reservas sus propios planes, su misión y sus actividades.
El difunto Papa Benedicto y su Secretario de Estado, el Cardenal Gasparri, fueron informados de las labores que en este campo acometía con éxito Monsignor Gasparri. Poco después de la muerte de Benedicto, Gasparri, que sigue en la Secretaría de Estado de la Iglesia, escribió al Cardenal Granito Pignatelli di Belmonte, Obispo de Albano, diócesis de Monsignor Grassi.
El resumen de la carta, demasiado larga para reproducción aquí, expone que Su Santidad cree que es el deber de la Iglesia velar sobre las películas que se exhiben a los niños. Afirma que la influencia del cinematógrafo sobre la mente juvenil es poderosa y alaba la lealtad, el celo y las actividades de Monsignor Grassi que E a la niñez contra películas impropias que puedan influenciar su carácter.
Junto, 1922 <
(Por W. Stephen Bush, representante especial)
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Grassi es un hombre llano, democrático, intensamente práctico y lleno de entusiasmo por las buenas películas. Su opinión sobre la cinematografía italiana y en general, de la cinematografía europea, las expone con plena franqueza.
—Lamento tener que decirlo — arguyó con determinación — pero el cinematógrafo italiano ha degenerado hasta un nivel muy bajo. Parece que nuestros productores no se dan cuenta de sus deberes hacia el püblico. En cuanto al arte y el buen gusto, me temo que han desaparecido de nuestras películas. La nota dominante parece ser, me duele decirlo, la vulgaridad.
Pregunté a mi reverendo interlocutor cuáles, en su opinión, eran las causas de tanto mal. Pero contestó con un gesto de desesperación, alzando los brazos sobre su cabeza.
— Pero en Italia hay censura oficial—dije.
El reverendo sonrió significativamente, apenado. Alzó otra vez las manos con gesto deprecativo, como para alejar de sí la mera idea de la censura, y dijo:
—La censura es aquí una institución política. Los censores están inspirados, o por lo menos influenciados, por motivos políticos. Lo cierto es que no ha abolido la película detestable que a menudo aparece en las pantallas nacionales.
No le sorprendió mi afirmación de que la censura oficial que sufren algunos estados americanos de norte a sur del continente, es igualmente de origen político y productor de innumerables daños y raros beneficios. Afirmó él que, lo que sabía de la película americana, le predisponía en favor de ésta.
—He estado en Estados Unidos — dijo. — Visité Boston, Nueva York y Nueva Orleans. Mis impresiones, en cuanto al cinematógrafo americano, fueron muy favorables.
En tonos convincentes habló del valor del cinematógrafo como medio de propaganda religiosa y como un sano entretenimiento.
Monsignor Grassi se ha ganado la amistad y el sostén en sus labores de muchas altas personalidades de la Iglesia, entre ellas la de dos de los más renombrados Príncipes de la Fe. Es indudable que el memorial que salga del Vaticano estará basado en gran parte en las opiniones e informes rendidos por Monsignor Grassi. El sacerdote es un amigo del cinematógrafo, y hombre liberal.
Entre tanto, hay que afirmar que Grassi no es ningún teórico. En su propia villa de Marino, ha fundado una escuela cinematográficoreligiosa, con gran éxito y magníficos resultados entre los niños del curato. La escuela de Monsignor Grassi ha sido el modelo de numerosas instituciones semejantes que se han levantado en todo el Reino. La propaganda en pro del establecimiento de semejantes instituciones se extiende rápidamente. La actual preocupación del Rev. Grassi es el material apropiado para estas escuelas.
El problema está en conseguir los medios necesarios. Las parroquias que más necesitan de esas películas son, casi todas, insolventes. La ayuda, sin embargo, viene. Amigos y admiradores de Monsignor Grassi se proponen extender su cooperación al párroco y a los curatos insolventes. Dentro de poco, se nos asegura, el problema será solucionado de manera definitiva y práctica. Se establecerá un taller cinematográfico con un eficiente cuerpo de operadores técnicos. Aunque Grassi no lo asegura, entendemos que él será el director de la empresa. Yo creo que no hay en todo el mundo un religioso tan entendido en proyección y producción cinematográfica como Monsignor Grassi.
Hoy conocí en los talleres italianos de la Fox Film a M. L. Ruben, presidente de la Asociación de Exhibidores de Illinois, uno de los grandes empresarios de Estados Unidos y dueño de una cadena de teatros que hacen magnífico negocio. Ruben es uno de esos hijos del trabajo que se hacen hombres de valer por sus propios esfuerzos. Vino a Europa en una misión semi-confidencial, en nombre de la Asociación de Exhibidores de América. Recordarán los lectores que, como anunciáramos desde estas columnas, esa institución se ha declarado en favor de la afiliación de todos los exhibidores del mundo. El Sr. Ruben está recopilando estadísticas relativas a las organizaciones de exhibidores europeos. Hace diez semanas que viaja por Europa y cuando nos encontramos en Roma, había visitado Madeira, Cádiz, Sevilla y Gi
braltar. Estuvo en Grecia, Constantinopla, Hafiz, Alejandría, Cairo, Jerusalén y Nápoles.
Ruben recorrerá todas las grandes ciudades italianas y luego irá a Alemania, donde permanecerá varias semanas. De allí irá a Holanda y Bélgica y estará largo tiempo en Francia e Inglaterra. Lleva consigo una maleta de cartas de presentación para los principales exhibidores de esos países y no dudamos que su misión dará ópimos frutos.
Durante su estadía en Egipto y Palestina, el Sr. Ruben hizo las amistades del ex-sultán y presente Rey de Egipto, y del General AIlenby. El Papa le concedió una audiencia especial en Roma. Hablandonos de sus viajes y su misión, nos decía:
—He venido a estudiar las condiciones económicas y dar especial atención a los asuntos cinematográficos de los principales estados del continente. En cuanto se refiere a exhibición cinematográfica, no tenemos. nada que aprender en Europa. Aquí están unos quince años atrás en cuestiones del cine y dudo que les sea posible avanzar hasta marcar el paso con América. Me dan ganas de reír cada vez que pienso en la alarmante ac
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