Cine-mundial (1923)

Record Details:

Something wrong or inaccurate about this page? Let us Know!

Thanks for helping us continually improve the quality of the Lantern search engine for all of our users! We have millions of scanned pages, so user reports are incredibly helpful for us to identify places where we can improve and update the metadata.

Please describe the issue below, and click "Submit" to send your comments to our team! If you'd prefer, you can also send us an email to mhdl@commarts.wisc.edu with your comments.




We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.

Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.

CINE-MUNDIAL Una Película Norteamericana . . (are ut auis! g vun c Zi N S Da IT Y —Á A Mundial Film Corporation había anunciado un concurso para premiar con diez mil dólares el más original argumento cinematográfico que se presen tara, y sólo se imponía como condición ineludible la de que se prescindiera del acostumbrado happy end; esto es, del final agra` dable característico de las producciones literarias norteamericanas. Al concurso acudieron, como es de suponer, innumerables devotos de la escena muda, que si en España, por ejemplo, no hay quien no haya escrito alguna vez una cemedia, en los Estados Uni.dos no hay quien no escribiera su buen argumento cinematográfico... La Mundial Film Corporation les recibió por toneladas: tuvo que ponerse un tren especial para remitírselos desde las oficinas de Correos de Nueva York al estudio de Long Island, donde, por la misma causa, hubo de improvisarse una oficina inmensa para recibirlos, clasificarlos y leerlos. Naturalmente, millares de argumentos no fueron leídos más que en sus primeras líneas. Eran todos ellos repetición insistente de los | asuntos desflorados ya por cuantos autores | | lograran triunfar antes. Con sobrada razón | eseribiera el latino: Nihil novum sub sole. El | eoncurso, a pesar de la fabulosa cantidad de manuscritos que llegaran, se declaró desierto. No se dió el premio. Los diez mil dólares | ofrecidos quedaron en la caja de la com| pañía. — Sin embargo, una joven escritora estuvo a goto de ser premiada. Su “asunto” era, en | verdad; interesante, sugestivo, atrayente. Y | el desenlace reunía la condición ineludible que se impusiera. Al menos así lo creyera la autora. : a Ea Bueno. ¡Basta ya de películas! A estuM diar la lección de mañana, Henry. Y tú, || William, cállate ya, que eres peor que el muE chacho. iSiempre con tus héroes de cine a E vueltas! Os vais a volver locos los dos.. ET >` E | i| i Por . MIGUEL de ZARRAGA Mrs. Butler, después de esta rociada, continuó con su calma habitual el repaso de la ropa. Henry, su hijo, el rubio y pecoso muchacho de doce años, al que sus compañeros de escuela apodaban irónicamente Wesley Barry, por sus infinitas pecas y por su gran afición a los moving pictures, agachó la cabeza color de fuego sobre el libro, no sin protestar: —¡Bah! ¿No es ya bastante tener que ir a la escuela todos los días, sino que encima hay que pasarse la noche estudiando, sin poder hablar de nada? William, el padre, le miró por encima de los lentes con una intensa mirada de lastimosa complicidad, y después siguió leyendo en el “Journal” el capítulo décimo de la última película de su tocayo William S. Hart. ¡Oh! ¡Las heroicas hazañas del protagonista! Verdaderamente le traían loco. Como las de Tom Mix, las de Eddy Polo, las de Antonio Moreno, y las de tantos otros príncipes de la escena muda. ¡Si pudiera cambiarse por uno de ellos! ¡Si pudiera saltar abismos, escalar montañas, cruzar ríos y mares procelosos, entendérselas con fieras y bandidos para salir siempre vencedor al fin!... Las únicas horas felices de la :vida de Butler eran las pasadas en el cine o las que dedicaba durante la noche, después de la comida familiar, a leer y releer los argumentos de cuantas películas llamaban su atención. E Después de unos minutos de silencio, en el que alrededor de la mesa cubierta con un mantel rojo, no se oía más que la respiración acompasada de los tres humildes personajes, se escuchó de nuevo la voz de la madre. —Henry, a la cama que ya es tarde, y mañana tendrás pereza para levantarte. William, deja ya ese periódico y vamos también a la cama que hay que madrugar. El muchacho obedeció, rápido como el rayo, aprovechando el instante para interrumpir el estudio sin esperar una segunda indi SN Y) £ Gardia’ cación. Besó a sus padres y mascullando un conciso ¡good night!, fuése a su cuarto. Mr. Butler, en cambio, se hizo el remolón y cuando su mujer se levantó y hubo desaparecido del comedor, buscó una postura más cómoda en la poltrona para seguir leyendo. Pero la voz imperiosa de la mujer hizo que abandonara su asiento de mala gana, y que apagase la luz de gas lanzando un gran suspiro casi desesperado al oírla decir: — Si prestases tanta atención a los negocios como le prestas a los héroes y paparruchas del cine, ya podrías ser ahora algo más que un simple dependiente en la tienda de Hupman. 'Tentaciones le dieron de protestar ante se mejante exabrupto, pero calló resignado y . se dirigió al lecho haciendo contorsiones con los brazos como si luchara con invisibles enemigos en la oscuridad. Le habían interrumpido la lectura justamente cuando William S. Heart se defendía rabioso contra toda una partida de contrabandistas, para defender a la hija huérfana de un pobre guardavía al que acababa de matar un tren expreso... * CK 00K A la mañana siguiente de esta escena, mientras Mrs. Butler fregaba los platos del breakfast, después de salir Henry camino de la escuela, William cepillaba con esmero su raído gabán. —Deberías de comprarte uno nuevo — arguyó la mujer que con el rabillo del ojo le contemplaba. — Ese está ya inservible. —No me hace falta — repuso él — pronto llega la primavera y además tenemos que pagar el seguro dentro de ocho días. No se puede emplear el dinero en otra cosa. —¡Cuando no es por pitos es por flautas! Siempre estamos agonizando sin acabarnos de morir... ¡Cómo ha de ser!... —¿Quieres algo del pueblo? —Sí, tres libras de bacon. Ya no tengo nada para el breakfast. ¡Ah! Y si ves a Henry PAGINAS TO