Cine-mundial (1923)

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FAMOJA) | que me han CONOCIDO | Confesiones íntimas de Leoncio Fadrique Yáñez y Torremadura Escritor, Literato y entrevistador XIX—COSETTE Mezcla, del sol con la carmínea llama, un beso amigo, artera puñalada, de la luna la luz, del mar la espuma, ardiente fuego, témpano que entuma, nudo asesino, liana trepadora, andrajo horrible, cintilante joya... Saca la esencia del conjunto sólido y... ¡un alma de mujer verás al fondo! La inscripción que sirve de epigrafe a este artículo, fué traducida por mí del original grabado en escudo que cuelga de la chimenea de mi biblioteca. Es un ejemplar clásico del arte armero de otros tiempos, que ha sido legado, de generación en generación, a los primogénitos de mi familia. Fué dado, años atrás, a un Yáñez, por cierto cacique hindú cuyos bisabuelos combatieron, a su amparo, en cien batallas. Tal inscripción encarna la doctrina filosófica de la India, cuya idea central era— y es—la “contemplación de la Verdad y de las buenas obras”. Naturalmente que, la Verdad incluye la verdad respecto a la mujer. Como comentario a la lentitud del desarrollo sajón, debo declarar que, en la misma época en que floreció en la India esta escuela de guerreros-filósofos, que dieron al sexo femenino el lugar que le corresponde, tuvo, en Inglaterra, su asiento la escuela sentimental de galanteria medioeval. Mientras los sabios y podercsos hombres del clan himalayo vagaban a través de sus va lles y sus cumbres, libres por el conocimiento de la ver- dad respecto a las mujeres, sus hermanos sajones, del tipo de Launcelot y Galahad, entorpecidos mentalmente por el cúmulo estorboso de sus caballerescos amorios, corrian, a campo traviesa en persecución de insignificantes fuegos fátuos, por los bosques de la vieja Albión. La India es la madre del mundo. De sus flancos surgieron las razas que habitan la tierra. De ello da testimonio la ciencia. Y asi como los pueblos del mundo nacieron, cual ramas, del árbol indio, también las palabras-madres del planeta tienen su origen en la India. “Mat” es “hacer” en hindú. De ahí “mére” en fran: cés, “mater” en latín, “múter” en alemán, “mother” en inglés y “madre” en nuestra lengua. La India es la madre cósmica. Y esa India que, racial y linguisticamente, es la madre de la tierra, no tiene ilusiones respecto a la mujer, como lo atestigua su filosofía, a través de las edades. La inscripción del escudo que está sobre mi chimenea, es sólo una gota en el mar del pensamiento hindú, respecto a la mujer. La mujer es una ilusión viva. Es un cuento fantástico hecho realidad. Es un bello caracol de nácar en torno de un bello mito. Su actitud hacia la vida está basada en la suposición etérea de que las mujeres constituyen una jerarquía de ángeles terrestres, hermosos seres a quienes Dios dió un soplo divino, criaturas de cualida ENERO, 1923 « CINE-MUNDIAL des ultraterrenas colocadas aquí como un factor especial para el hombre inferior. Algün día, me propongo compilar un libro de cuentos de hadas, de los que nunca han aparecido en las páginas de otras obras de ese carácter. Estará exclusivamente dedicado a “cuentos fantásticos” por el estilo de éste de la naturaleza celestial de la mujer. La “divinidad” de que hablo, ha sacado la cabeza, varias veces, entre los renglones de cartas por mí recibidas últimamente, en las que se me critica por la actitud que, desde estas columnas, he asumido relativamente ala mujer. “Divinidad” es una palabra de conjuro y constituye el tribunal supremo de apelación, la Corte de Casación de la mujer. Cuando fracasan todos los demás subterfugios, se recurre a la “divinidad”. Lo em pleó una mujer que me escribió de Méjico la semana pasada, para decirme que debía yo alabar, si no su filosofía, al menos la calidad del papel de su carta. Mencionó, en esa misma misiva, un verso de su poeta predilecto—poeta mejicano, por más señas—cuyos empalagosos trozos de golosinas filosóficas come con delicia el sexo por él glorificado. El verso dice que “en toda mujer, por perversa que sea, hay algo de divino”. Conformes. Pero no tienen ellas el monopolio de la divinidad. Algo hay de eso en toda criatura que alienta y respira en la tierra, el aire o el mar. Hay algo divino en cada rayo de sol y en cada flor basada por su luz. Mi dama de Méjico repite las melosas palabras de un poeta popular para “demostrar” la divinidad de su especie. Para beneficio suyo, repetiré estas lineas de “Hamlet”: “¡Qué obra es el hombrel ¡Qué noble en razón! ¡Qué “infinito en facultad! En forma y movimiento ¡qué ex“presivo y admirable! En acción ¡qué semejante a un angel! En inteligencia ¡qué semejante a un dios! ¡La “belleza del mundo! ¡El dechado de los animales!” Pero aun teniendo tras de mi las aladas legiones de Shakespeare, nunca afirmaré que la divinidad se confine al hombre. El soplo del Creador se manifiesta en el rubí, en las aguas que huyen al mar, en el último cefalópodo de la escala animal. Si, admito que hay una chispa divina en la mujer, pero jah, que holocausto de naturaleza no-divina arde en su seno! A menudo he admirado la atezada hermosura de la leona, sus rápidos, mejestuosos movimientos, la gracia de su sér todo, esplendente de salud animal. Pero Jah, qué mortal furia va encerrada en ese bello cuer po! ¡Qué rápidamente se desenvainan las garras cuando de matar se trata! Lo cual me lleva a Cosette. Cosette, como Uds. saben, tiene la reputación (que, por cierto, le dió un articulo mío) de ser la mujer mejor vestida de la Pantalla. Cosette es un tipo esencialmente individual. El traje, para ella, es una sutil expresión de esa individualidad. Hasta que me conoció, se había puesto siempre en manos de una modista. Pero yo le mostréal gunos modelos de vestidos con los cuales podría hacer resaltar más lineas que las que una modista sueña que existan en la | as forma femenina ... y ahora Cosette y sólo Cosette es la que hace los figurines y patrones de Cosette. Vino una tarde, la semana pasada, a mi casa de Riverside Drive, después de un mes de haberse esforzado en vano por obtener una entrevista conmigo. Y vino en toda su gloria, vestida a la perfección. Me recliné en el diván de mi biblioteca mientras Cosette se movía por la habitación. A veces junto a la ventana, un sol occiduo parecia decir a su cuerpo glorioso, en el lenguaje del color; — Yo, que voy a morir, te saludo, Cosette. Luego, de pie ante el hogar cuyos crepitantes leños alzaban reja flama, en contraste al oro del poniente, la artista fingía una bella, móvil estatua de bronce que, cansada de asumir la actitud que le dió el escultor, hubiera bajado del pedestal, para revelarse en una verdadera orgia de vida y de animación. Y, por obra y gracia de las lecciones que a Cosette había yo dado meses antes, esas actitudes no tenían nada de ficticio ni de forzado. Eran la sincera expresión de una individualidad superior. Y Cosette adivinó mís pensamientos. Bien sabía yo que los adivinaria. —Leoncio—dijo despacio, —fisicamente, naci hace veintisiete años. Pero renaci espiritualmente, cuando te conoci. Siento, hacia ti, lo que Galatea debe haber sentido hacia Pigmalión. Hizo una estatua tan hermosa que se enamoró de ella y .... Cosette me miró, esperando que yo aprovechara la oportunidad .... Pero la limpida, grácil, caprichosa, ténue, bellisima curva del humo que escapaba a mi cigarrillo, me tenia ensimismado. Y, entonces, Cosette prosiguió: —Venus dió vida a Galatea, para que Pigmalión pudiese amarla en la carne en vez del mármol. Ahora, no hay Venus, no hay diosa de amor que proteja a Leoncio y a Cosette, pero no necesito de ella para tomar vida. La tengo. Esa vida de que ahora gozo, tú me la diste. Tuya soy. —Cosette, —repliqué,—te he dado tu nueva vida, tu nueva visión, tu nueva concepción de la verdad.... Es cierto, pero bajo la forma externa, sigues siendo una mujer. Estás sufriendo una regresión al tipo original. Lo que acabas de decir, te identifica como una perseguidora, armada con la lanza de la conquista. —(Qué me importa?—dijo Cosette. —No sólo te has condenado—continué, —sino que te has dado el golpe de gracia. Me dices que soy un Pigmalión. Pero él tenia sólo el pequeño mundo que se agitaba en torno de su pequeña isla de Chipre y yo tengo todo el mundo: mi pluma y el lienzo cinematográflco. Él trabajó con el mármol. Yo, con séres vivos, con el arte más expresivo que se haya desarrollado ante los ojos del hombre. Hoy soy Leoncio. Mafiana, si cediera a tus insinuaciones, sería sólo un marido. El mundo necesita a Leoncio. Un marido más o un marido menos, no le importa. Cosette no esperó a oir más. La oí que se alejaba sollozando por el vestibulo y la última palabra, que, ahogada, escuché de sus labios, fué —Martir ...! Por la copia, SHAMROCK XX “Amores de Apache” El título que encabeza estas líneas es el que, definitivamente, llevará la película de Rodolfo Valentino (Vitagraph) que Blanco y Martínez, concesionarios de dicha compañía productora en Cuba, presentarán muy próximamente en la Habana. En el número anterior aludimos a la cinta de que se trata con la designación de “Romance de un Pillo”, que es traducción literal del título en inglés. > PÁGINA 32