Cine-mundial (1923)

Record Details:

Something wrong or inaccurate about this page? Let us Know!

Thanks for helping us continually improve the quality of the Lantern search engine for all of our users! We have millions of scanned pages, so user reports are incredibly helpful for us to identify places where we can improve and update the metadata.

Please describe the issue below, and click "Submit" to send your comments to our team! If you'd prefer, you can also send us an email to mhdl@commarts.wisc.edu with your comments.




We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.

Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.

* ' Frank Lane se detuvo ante la joven y al instante le abandonó: el último resto. de aplomo.. .... í TI ARA CERVANTES hallábase en el patio del studio, en una tensión ner viosa que le ponía temblores en to do el cuerpo. Y no era para menos. De un momento a otro iba a verse en presencia del gran actor John Jordan. Ante ella se desarrollaba el panorama lleno de color y de vida que suele presentar el conjunto de actividades relacionadas con la fabricación de películas. Un ómnibus de enormes proporciones se estaba llenando de hombres y mujeres de grotesca traza que iban a hacer las escenas de persecución de una cinta: cómica cualquiera, pues el sol había vuelto a lucir, triunfando de las negras asechanzas de las nubes, y por lo tanto podían tomarse ya las escenas “exteriores”. Un “director-auxiliar”, o sea el que secunda al hombre que lleva la batuta directorial, recorría los nutridos grupos de personas que habían acudido en busca de empleo y elegía aquellos tipos que más aptos le parecían para cierta escena tabernaria donde se requería gente que pudiera pelear y recibir golpes, pues la acción de la referida escena exigía, en cierto momento, la invasión por la policía de una taberna de los barrios FEBRERO, 1923 < CINE-MUNDIAL r A. VAN BUREN POWELL i 3 ; Ilustraciones de USABAL bajos y la dispersión a palo limpio de su “distinguida” clientela. La ventanilla de la oficina de empleos del taller cinematográfico, junto a la cual se hallaba Sara, encuadraba el rostro impasible, de ojos fríos y labios delgados de un joven cuyo aspecto todo denotaba el más profundo despego de las cosas de este mundo. Un seco movimiento de cabeza, y la persona en busca de un “papelito cualquiera” comprendía al punto que todo cuanto dijera o insistiera des pués de esto era en pura pérdida. Por deiante de este desencantado cancerbero pasaba diariamente un tropel heterogéneo de personas obsesionadas con la idea de trabajar en las películas. Unas “para que mis amigas puedan verme en la pantalla”; otras para ocupar sus ocios; muchas de ellas fascinadas por los sueldos fabulosos de las “estrellas”; actores y actrices en busca de “contratos”; colegialas que hacían novillos y creían hallar la fórmula de hacerse estrellas de la noche a la mañana; hombres que preferían vagar todo el día por el studio de frac y pechera blanca a trabajar en una oficina o en un almacén; madres que aspiraban a vivir una existencia de lujo y de regalo mediante la explotación de niños prodigios que las más de las veces resultaban ser criaturas "revela las intimia | cinematográficos) Em ou o vulgarotas, sin relieve ni gracia. Todo este mundo abigarrado desfilaba un día y otro día ante la mirada inexpresiva de este joven de rostro inerme de esfinge. —No muñequita — se dignó decirle a una joven anémica y tímida, con los dedos amarilleados por el tabaco. — Hoy se acabaron ya las “estrellas”. Vuelva a casita y llene este formulario, y me lo manda por correo junto con su fotografía. La joven trató de ablandar con mimos y hasta con alguna lagrimita a tiempo a aquel severo guardián de lo que se le antojaba a ella un paraíso lleno de inefables promesas; pero todo fué inútil. El joven sonrió sarcásticamente y le volvió la espalda para contestar al teléfono. La irresolución y el desencanto empezaban a invadir el corazón de Sara. Aparte de que había mandado su tarjeta a las interioridades misteriosas del studio, el joven no había vuelto a ocuparse de ella. Sara había obedecido a un impulso insensato que se apoderó de su alma, semanas atrás, en su casa de Buenos Aires; un impulso nacido de su amistad con una ¡joven norteamericana que solía pasar seis meses del año en la hermosa ciudad porteña junto con > PÁGINA 81