Cine-mundial (1923)

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CINE-MUNDIAL La ciudad de Somerset, Estado de Kentucky, con cinco mil habitantes, consumió en diez y ocho meses doscientas dos onzas de morfina, mientras el Hospital de Roosevelt, en Nueva York, gastaba ocho onzas en el tratamiento de 5832 enfermos. de la metrópoli, solo gastaron noventa y dos onzas y media en un total de 64,103 pacientes. En 1921, el Hospital de Bellevue y sus clinicas aliadas, adonde van a parar todos los casos de emergencia Los veintisiete hospitales principales de Filadelfia vinieron a consumir noventa onzas de morfina en el mismo espacio de tiempo. Esto da una idea de los estragos que hacen en los Estados Unidos la morfina, heroina y cocaina, que se calcula que tienen en este país entre uno y cuatro millones de adictos. D T a E E a E 2? n Bees Ha. ECTOR: ven que te lleve a un mundo que desconoces. Te voy a presentar en un ambiente del siglo. Si la atmósfera cargada con el humo de las drogas no te asfixia verás adorar al IDOLO, cargar sus pipas, picar las jeringuillas la piel de los anémicos, enrollar los cigarrillos de hachis, masticar los 'goulettes" de valeriana, absorber la nieve de cocaína, beber el agua de veronal, trasegar el éter.. Verás la muerte rondando mientras los hombres estoicos la desafían y se ríen de ella. Ven para que veas hasta dónde llega la humanidad con sus desatinos. Ven y verás cómo en medio del Templo los hombres se matan lentamente y se dejan llevar como bestias hacia el fin. Mientras tanto tü tratarás de buscar por todas partes la diosa que hace tiempo ha huído: la VOLUNTAD. OU Wm Estamos en el Siglo de las Drogas. Si el hombre las adora es consecuencia de los tiempos. El sistema nervioso se desequilibra. El análisis entra en todos los órdenes. Hasta el hombre más rudimentario se hace analítico; en el análisis el sistema nervioso sufre choques. La vida en la ciudad y hasta en el campo está regida por la máquina, la máquina dice que ayuda al hombre y a cambio de esta ayuda — del sistema muscular — desgasta su sistema nervioso y le hunde. En las ciudades donde los edificios monstruosos surgen, las calles se hacen inmensas, la humanidad pulula, corre y hierve. El hombre vive en la calle y con este movimiento su cerebro sufre. El alimento de hoy intoxica, la química ha creado lo sintético, lo artificial, produciendo envenenamientos lentos que hieren al sistema nervioso. El cerebro, pues, está atacado por todos los sitios. Estamos en el siglo de las drogas. i; Comprendes? Antaño nuestros abuelos usaron el alcohol. En sus desatinos se envolvían con el ritmo del cancán y los vapores del champagne. El vino tuvo un reinado que ha muerto. Hoy el alcohol no basta — es rudo, estúpido, ordinario la fibra nerviosa hoy necesita de otros venenos más activos y refinados, el champagne sólo lo beben los nouveaux riches, la gente bien envuelve sus desvaríos con alcaloides y hasta la ciencia y el arte prefiados de histerismo y neurastenia van entrando por los caminos de la locura. En el Renacimiento Italiano reinó el vicio — el erotismo — en el ambiente artístico de hoy: futuristas, cubistas, dadaistas, rumoristas, etc., hay olor a cocaína. Marzo, 1923 «—— Tw K^ taf B — d NLL — d SOS b rm NS L7 Pon €L DR JULIO CANTALAPIEDRA El ídolo es el opio. Todas las drogas están vencidas por él. El opio reina sobre los demás venenos, siendo una bestia que cuando muerde no suelta. El ídolo que tiene sus princesas — los alcaloides — ha dado en su descendencia una prole que mata: morfina, heroína, nareeína, papaverina, codeína... Todo un ejército de malditos más sanguinarios y crueles que él mismo. De toda la prole, la que más triunfa en el mundo es la morfina, después la heroína y el resto nadie las toca por ser quizá algo inofensivas y hasta ajenas al peligro. La morfina, pues, es la que reina. El genial doctor Pravaz, al inventar la jeringa hipodérmica, hizo un bien a la humanidad; abrió una nueva vía en la medicina, creando una nueva terapéutica y dando entrada a los sueros y vacunas. Hizo-el bien, pero también dió origen a un mal. El hombre tomó su invento para hacer un vicio. La morfina sin la ¡jeringuilla no sería peligrosa. Los hombres que se intoxican con morfina por la boca son muy raros. La morfinomanía no es sólo el veneno: es el aparato que trae consigo: la jeringa, la aguja, la inyección, todo un rito religioso que los adictos veneran y siguen con unción. Por eso yo defino y separo en el morfinómano dos hábitos E El Dr. Julio Cantalapiedra, especialista de renombre en morfinomanía, que actualmente dirige experimentos en un hospital neoyorquino destinados a la curación del terrible hábito. E Y ] A, NA diferentes: la morfinomanía y la picomanía, y veo que la experiencia me va diciendo que es más fácil curar el amor al veneno que el cariño a la aguja. ¡El amor a la inyección es inmenso! Entre morfinómanos, la jeringa es un Ícono, una reliquia, el emblema que ellos adoran. Y te voy a decir algo de lo que es el morfinómano. A X ode Un morfinómano es un enfermo. No es ni un loco ni un degenerado: es simplemente un intoxicado. El hombre que cae en una corriente y por falta de fuerza muscular no puede nadar, no es loco; el hombre que hoy cae en el vicio de la morfina y deja arrastrarse, es perfectamente un hombre normal desprovisto de VOLUNTAD. La sociedad no comprende esto y señala al morfinómano. El por tanto tiene que actuar con recelo ante esa sociedad y se ve obligado a no obrar rectamente. Creo que todo morfinómano es un hombre inteligente. Hasta ahora no puedo señalar entre tantos que he visto uno que sea tonto. Indudablemente que no es la morfina la causa que produce este fenómeno, sino que más bien es el hombre con excesiva irritabilidad en la célula nerviosa el que está en condiciones de perder la voluntad y caer en el pernicioso hábito. El enfermo pone su inteligencia al servicio de su mal. Es ridículo, por tanto, tratar de engañar a un morfinómano; cualquier adicto a la droga sabe de su intoxicación más que todos los médicos del mundo; a él no hay quien le engañe. : He oído a muchos señalar a estos enfermos como hombres desprovistos de todo principio moral, y dispuestos al robo, al crimen y demás delincuencias. Esto no es cierto: repito que el morfinómano no es nada más que un intoxicado, víctima de dos factores: del veneno y de la sociedad. El primero actuando sobre su organismo, la sociedad con sus errores actuando sobre su parte moral. El no es culpable de no ser comprendido. Conocer a un morfinómano no es fácil. Es la costumbre de ver sus caras, sus gestos, sus ademanes, lo que hace distinguirles del resto de la gente. Sólo en intoxicaciones muy avanzadas tienen estigmas o marcas orgánicas que les vendan ante el mundo. En el primero o segudo período sólo un análisis delicado hecho con sagacidad hará distinguirle: camina lentamente, con la mirada errante, sus ojos son dulces, las pupilas pequeñísimas en enorme contracción, las arrugas surcan su frente como hombre que siempre piensa, > PÁGINA 136