Cine-mundial (1923)

Record Details:

Something wrong or inaccurate about this page? Let us Know!

Thanks for helping us continually improve the quality of the Lantern search engine for all of our users! We have millions of scanned pages, so user reports are incredibly helpful for us to identify places where we can improve and update the metadata.

Please describe the issue below, and click "Submit" to send your comments to our team! If you'd prefer, you can also send us an email to mhdl@commarts.wisc.edu with your comments.




We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.

Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.

FLAPPERS y FLAPPERISMO Por Rafael de Zayas Enriquez FE de Primitivo Práctico juro y rejuro, sin temor de que me sor prendan en falso, que pocos asun tos de la humanidad contemporánea me han interesado y preocupado tanto como éste que los estadounidenses llaman de las Flappers, que ha llegado a convertirse en una institución nacional con ramificaciones en todo el orbe terráqueo; porque aunque hay autores que aseguran que eso del flapperismo no fué más que una epidemia temporal, como lo son todas, yo opino, no por espíritu de contradicción, sino por convencimiento, que el mal no es epidémico, sino endémico, y que no es local, sino universal, y que no es temporal, sino evieterno; y como no gusto de imitar al grajo vano y adornarme con las plumas del pavo real, confieso que ese convencimiento lo debo a la cuidadosa disquisición que he hecho, llamando a confesión a hombres y mujeres prominentes, bien instruídos en esta y otras materias relacionadas con la psicología, los usos y costumbres del género humano. Como soy acérrimo partidario del orden, acostumbro a principiar. por el principio, pues, para fortuna mía, no padezco de esa curiosidad pueril, más común en las mujeres que en los hombres, que hace que se empiece a leer una novela por el último capítulo, para enterarse más pronto del desenlace, y que se concluya examinando el prólogo, para enterarse de lo que se propuso el autor. Así, pues, conviene averiguar previamente qué es eso de flappers y de flapperismo, renunciando a la ayuda del léxico de la Real Academia Española, pues me consta que los camaradas de la Calle de Valverde, Madrid, son refractarios a todo neologismo y enemigos irreconciliables de los términos técnicos. Lo de flapperismo quizás lo inventé yo; lo de flapper es lo que importa. La voz es inglesa y nada tiene de nueva. Lo que sí tiene es una multitud tan grande de acepciones que cuesta mucho trabajo dar con la que conviene, pues flap, o flappe, significa desde algo ancho y flexible, “que está colgado sueltamente” o atado por un solo lado, hasta una enfermedad propia de los caballos. En la primera acepción parece que es algo que ondea, se descoge y sacude en el aire, como una bandera, lo que da carácter de onomatopeya al vocablo. Flapper es la persona que flappea, término que uso provisionalmente, la que bate, golpea, o sacude; y tiene otra acepción, que podríamos llamar clásica y caída en desuso, según la cual es tanto como aquel que, o aquello que sirve para recordar algo a alguien, con lo que se hace alusión a los o a las flappers que figuran en la fantástica obra de Swift intitulada “La visita de Gulliver a Lapet”, las que empleaban los soñadores filósofos de dicha isla para que los golpearan en el rostro con unas vejigas, a fin de despertarlos de sus ensueños. jEureka!... ¡Eso, eso! De allí viene el CINE-MUNDIAL Marzo, 1923 < Las Teorías de Mi Amigo Don Primitivo Práctico término, mejor dicho la acepción actual; y no se me arguya que las flappers de Gulliver golpeaban para disipar el ensueño y traer a la realidad y, que por lo tanto, no hay analogía con la obra de las flappers contemporáneas; razonamiento absurdo, pues no se les ha aplicado el nombre por analogía, que eso es demasiado pedestre, sino por contradicción, contraposición, por contrapunto, ¡exacto! por contrapunto, esto es, por la concordancia armoniosa de voces contrapuestas. Las flappers no nos despiertan del ensueño, nos... Ya lo veremos a su tiempo. Cuando tuve averiguado lo que significa la palabra, procedí metódicamente a averiguar lo que significa la cosa, siguiendo el precepto de Boileau de que “le non ne fait rien a la chose”; y me lancé por las calles de Nueva York en busca de quienes, aunque supiesen menos que yo, pudiesen darme alguna luz, y así, con opiniones concordantes y juicios discordes, llegar a la verdad, eliminando, restando, sumando y combinando. Mi primera embestida fué a un célebre doctor psico-analista, que conoce como nadie la relación que existe entre los actos y el espíritu de quien los ejecuta, fortísimo en psicología metafísica y en la idem fisológica. Hice antesala de media hora, fuí introducido al consultorio del Sabio, quien apenas me contestó mi saludo, dedicándose a examinarme como si estuviese haciendo la anatomía moral de mi yo. Interrumpí su ocupación. —Señor doctor — le dije — el objeto de mi visita es preguntar a Vd. qué opina Sobre las flappers y el flapperismo. El interrogado me miró con asombro, hizo un gesto de desprecio y me contestó con aspereza. —La mujer es un ser casi inteligente, que dedica todos sus esfuerzos a ponerse en ridículo. A pesar de mi escepticismo di un salto en el sillón en que estaba sentado. —Y a poner al hombre en ridículo — terminó el doctor en tono sentencioso que no admitía réplica. —Está bien, doctor; pero admitiendo sin conceder... —No solicito ni la admisión ni la concesión de nadie. —Sin embargo, doctor, en esa sabia respuesta que Vd. ha dado no encuentro la solución del problema. —Está comprendida de una manera sintética. Comprendí que me había encontrado por primera vez en mi vida con la horma de mi zapato, tomé mi sombrero y me preparé a salir. —Son diez dólares — me dijo el doctor cortándome la retirada. —¿Por qué diez dólares, señor doétor? —Precio de la consulta. Me ejecuté sin presentar objeción al (Cintinúa en la página 168) > PÁcINaA 138 A AAA T