Cine-mundial (1923)

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I EN una noche “clara y serena”, como el poeta pe día, miramos al cielo, no nos será difícil contemplar esa faja blancuzca, luminosa, formada según los astrónomos por millones de estrellas, que surgieron, ¡la Fábula nos los dice!, de unas gotas de leche desprendidas del pecho de Juno — hija de Saturno y esposa de Júpiter — mientras la diosa del Himeneo amamantaba a Hércules. .. Pero no nos metamos en demasiadas mitologías, ya que no es precisamente el Camino de Santiago el aludido. Se trata de otra vía. Imaginaos ahora en pleno cielo mirando hacia la tierra pecadora, y no tardaréis tampoco mucho en convenceros de que esta otra vía láctea es la que bien pudiéramos llamar Camino de Los Angeles. El caso es que esta vía terrestre la constituyen también millones de astros, más o menos incipientes, pero todos ellos capaces — lo creen al menos— de eclipsar al sol... Aunque más que el sol les suele preocupar la luna. El sol es un astro infeliz, bonachón, casero, que hace una vida extremadamente ejemplar y prosaica: se levanta muy pronto y se acuesta muy temprano. La luna ya es otra cosa: vive más a la moderna: sale de casa bien entrada la noche, y pocas veces se retira antes del A A amanecer. El sol parece ga/\ f EEA RETA AA, LES I A/A PACA llego, y la luna americana. Lupe Morelos es una enamorada de la luna. La luna, tan pálida, tan ojerosa, tan interesante, es una especie de Dama de las Camelias celestial. En derredor suyo se empequeñecen todas las demás estrellas. Todo esto lo ha observado Lupe, y así nos lo confiesa, ingenuamente, cuando, con el alma henchida de ilusiones, viene a visitarnos: —¡ Yo también quiero ser estrella! — murmura esplendorosa. —Las condiciones fundamentales parece que no la faltan — respondemos, galantes. — Es usted joven, es usted bonita... Sabe vestirse.-. —Es usted muy galante. —No lo dije como galantería. Sabe, sabe vestirse... y es de suponer que sepa hacer usted otras muchas cosas. Pero no se avergüence... Para consagrarse al Arte hay que perder un poco la vergúenza. Una muchacha vergonzosa no haría carrera. —Cuando usted lo dice... —Vamos a ver: ¿usted baila? —Bailo. Mucho. Todo. ¿Monta a caballo? —Monto. Sin miedo. A mí nada me da miedo. : —¿Nada? ESA CINE-MUNDIAL —Nada. —Digo, si nada usted. —¡Ah! Nado. Pero preferiría no nadar. —Se ahogaría usted en poca agua. —Quiero decir que a mí no me gustaría hacer películas en las que me tuviera que bañar. —¿Por qué no, si el baño es tan higiénico, tan agradable, tan limpio?... — Pero eso de tener que ponerse una en mallas. . . —No es cosa de bafiarse desmallada. . . —Y delante de gente... —Los operadores nada más. —Y luego el público... —Del público no puede prescindirse, porque si se prescinde, ¡se acabó el negocio! —Hay cosas que no debieran hacerse para el público. —Pero si el público se hace para esas coSas... —No, no; desnudarme, no. Y en una playa, menos. —En una alcoba sería peor. —¡ Claro! Pero es que en una alcoba Marzo, 1923 < a EO que ensayarlas. 72 A —Un beso no necesita 7 ensayos. y Wo UA —Es que hay muchas M clases de besos. » Ja —Todos son lo mismo, poco más o menos. dil —No lo asegure usted. MA ¡Es usted una principianta! 4 f, —Le diré a usted... tampoco me desnudaría. Hemanta —¿Acostumbra usted a pasarse las noches en vela? —i Gracioso! Me acuesto en mi casa. Como todo el mundo. —Pues si lo hace usted como todo el mundo, ¿qué de particular tiene el ha| cerlo ante todo el mundo? | | —No, no, no. Para cier| tas escenas no me parece Ww, | bien el cinematógrafo. ez —Bueno. Si de | ; gamos pre S t= ` guntando: ¿sabe usted be<> | Sar? : : z Es —4j Caballero! —Tranquilícese. —Pregunta usted unas Cosas... —Es que luego habrá —No me diga usted más. Algún día se convencerá | usted de la razón que tenl go. Vamos a otra pregunta: ¿sabe usted dejarse bez sar? A —Es lo mismo. —¡No! Dejarse besar es más difícil. ¡Si lo sabré yo! —¿A usted le sería difícil dejarse besar? —No quise decir eso: lo difícil es que se dejen be4 sar ellas. Algunas, por lo menos. — $i fuera de Valentino, o de William Farnum... Y silo ordenaba el director... —i Magnífico! Tiene usted condiciones. ¿Juega usted al polo, al golf, al tennis?... —De todo un poco. Canto también. —No hace falta. En el cine basta con abrir la boca. No hace falta tampoco tocar el violín. — Sé un poco de francés, otro poco de italiano... — Nada. No hace falta ni inglés. Basta con "entender bien el americano, que no es lo mismo. —Tengo un novio americano. —No basta. —¿No basta uno? Los americanos no son muy expresivos. Si se quiere aprender algo, el mejor novio es un español. —4No sería lo mismo un cubano? —Demasiado expresivo. —Es posible. Y ya ve usted lo que son las cosas: ni los cubanos ni los españoles fueron hasta ahora grandes artistas cínicos. —Nuestro cinismo es modesto: se limita a nuestra afición al cine... siempre que vayamos en buena compañía. Otra pregunta: ¿es usted soltera? —De nacimiento. —¿Cómo? (Continúa en la página 170) > PÁciNA 142