Cine-mundial (1923)

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La Ultima Comedia de Don Jacinto DRAMATIS PERSONAE: Dow Jacinto BENAVENTE. MR. UNDERHILL. UNA SRTA. REPORTER. Er DIRECTOR DE CINE-MUNDIAL. JORGE HERMIDA. USABAL. UN SERVIDOR DE Ups. (La escena en pasado marzo, Nueva York, a principios del entre doce y una de la tarde.) PRIMER ACTO Redacción de CINE-MUNDIAL. Están pintando las paredes y éstas han perdido su habitual aspecto. En vez de retratos subversivos y leyendas escandalosas, asumen un color amarillo palúdico. Los muebles desaparecen bajo inmensos trapos, que los defienden de los efectos de las brochas. También ha desaparecido una gram parte del cuerpo de redac ción a consecuencia de la gripe. Entran, sim embargo, en el orden indicado, Hermida, el Director, Usabal y un servidor de Uds., que abre fuego con un sonoro estornudo. Er DrnECTOR.—La peste persiste. UN sERVIDOR.—No cs plaga. Es un constipado simple. Er DinECTOR.—No diga Ud. necedades. Me refiero al mal olor de esta condenada pintura. HERMIDA.—j Pues es verdad! (Husmeando.) Creí que era Usabal. Estos artistas siempre huelen a aguarrás. UsaBaAL, (Zndignado).—Sefiores, me marcho. Er DirecTOR.—No. Espere que acaba de ocurrirme una idea... (Expectación general.) Un sERVIDOR.—Menos mal que la idea no parece tener que ver conmigo. Er DiRECTOR.—AÀl revés. Precisamente lo que Se me ocurre es que, ahora que la influenza ha despoblado estos apestosos sitios y los demás entrevistadores están en sus domicilios, a Ud. le corresponde ir a “interviar” a don Jacinto Benavente. .. : UN SERVIDOR.—¡ Protesto! Don Jacinto. no es estrella de cine. Ni siquiera cómico... UsABAL.—Se equivoca Ud. Don Jacinto comenzó su carrera como actor de teatro... Er DIRECTOR.—Digo que irá Ud. a ver a don Jacinto... y lo acompañará Usabal, para ilustrar la entrevista... : HErRMIDA.—Voy yo también. UN SERVIDOR (en el colmo de la agitación y de la alarma).—¡Eso sí que no, caramba! Yo soy hombre de paz y no quiero líos... La entrevista con Blasco Ibáñez, según me contó Ariza, por poco acaba como el rosario de la aurora, por culpa de Hermida... HermIDa.—La culpa la tuvo Ariza, que, apenas oía una palabra mal sonante, la escribía apresurado... lo cual enardeció a Blasco... y tuve que intervenir... UN SERVIDOR.—Bueno, pues tengo el oído muy fino y las palabras mal sonantes me lastiman el tímpano... Y no quiero compañías interventoras. HermIDA.—Iré de todos modos. UN sERVIDOR—, Terco! Vamos, pues... Lla maré por teléfono. ¿Dónde se hospeda la víctima? EL Di En el Ritz-Cariton. UN serviporR, (en el teléfono)—Señorita, pida comunicación con el señor Benavente, en el RitzCarlton, de nuestra parte. PRIMERA Voz.—¿El señor Qué? Un sERviDOR (deletreando).—Be-na-ven-te. Primera Voz.—Escríbalo en un papelito... Un sERvIDOR.—jInsolente! Me quejaré con el administrador. . . 1923 < AERIL, CINE-MUNDIAL Intrepretada por EDUARDO GUAITSEL (Dos minutos después, suena la campanilla telefónica y un servidor de Uds. acude al aparato, dispuesto a aguantar alguna nueva pullita.) SEGUNDA Voz.—¿Quién habla? Un sERVIDOR.—CINE-MUNDIAL. . . mos entrevistar al Sr. Benavente. SEGUNDA Voz.—El que habla es su secretario. Para las entrevistas, deben Uds. llamar a Miss Marguerite X... cuyo número es “N”. (Cortan la comunicación.) Un sERViDOR.—Hay que llamar a Miss Marguerite X, sección entrevistas, archivo N. Bien dije que había enredo en puerta. No entiendo qué tiene que ver una “Miss” con un dramaturgo extranjero que acaba de llegar y que no habla inglés. HERMIDA.—Guaitsel sigue tan inocente como el día en que nació. ¿No ve Ud., señor Cándido, que la “Miss” esa es la que impide que le den latas a Benavente con infinitas impertinencias? UN SERVIDOR.—Yo no veo nada. Lo único que sé es que para hablar con Benavente, necesito dirigirme a una “Miss” que vive en otra parte... Y eso me huele a bromita... (Hermida va al teléfono y llama al número N. Lo obtiene y me entrega el receptor.) TERCERA Voz.—¿Quién habla? Un sERVIDOR.—CINE-MUNDIAL. “TERCERA Voz.—¿Cómo dice? Un SERVIDOR (sintiéndose imitativo).—Se lo escribiré en un papelito, joven. “TERCERA Voz.—No entiendo. ¿Quién habla? Un sErvIDOR.—Habla un caballero que desea entrevistar al señor Benavente. Si Ud. tiene algo que ver con mis deseos, le agradeceré que arreele la entrevista. “TERCERA Voz.—Sí, señor. se llama Ud.? Un SERVIDOR (estupefacto) —Me llamo Guaitsel y soy redactor de CINE-MUNDIAL. TERCERA Voz.—Muy bien. Vaya Ud. a las doce en punto al Ritz-Carlton, pregunte por el Sr. Benavente. Le estará esperando. Que Ud. la pase bien. UN sERVIDOR.—Esto parece cosa de magia. La cita es a las doce. Deseába A eso estoy. ¿Cómo AS z HAROLD SE CASA CON MILDRED Estábamos ya en prensa cuando, el mes pasado, Harold Lloyd nos hizo la mala pasada de contraer el matrimonio que sólo con visos de probable pronosticamos en nuestra edición precedente. El famoso actor de Pathé y su primera dama, Mildred Davis, están ahora en plena luna de miel, real y efectivamente y no sólo en películas, como lo habían venido haciendo hasta la fecha. Con la experiencia que tienen en eso de hacer el amor, la tal luna de miel debe ser un éxito formidable. Harold era uno de los pocos galanes del lienzo que quedaban por conquistar. Mildred también era solterita y ni uno ni otra contaban con pasados divorcios, separaciones o previos compromisos amorosos. Eso augura dicha para los recién casados. Mildred es de Filadelfia y sólo ha trabajado para “Metro”, allá en sus principios, y para Pathé, siempre con Harold Lloyd. Este nació en Nebraska, en 1893, y actúa desde hace mucho tiempo en el cine. Está con Pathé desde que abandonó a “Keystone”. A A IA000000000000000000006000000002000000000000000000000000N IG HERMIDA.—¿Lo arregló la “Miss” esa? 3 Un sERVIDOR.—SÍ, y todavía no salgo de mi . asombro. 1 HrRMiDA.—Ni saldrá nunca, Es un asombro crónico. Vámonos que ya es hora, si hemos de ` llegar a tiempo. (Salen todos, menos el Director que se ha quedado dormido.) SEGUNDO ACTO is El Hotel Ritz-Carlton. La primera parte de la escena, en el vestíbulo. La segunda, en las habitaciones en que se hospeda el autor de “La Malquerida’. Entran Hermida, Usabal y un servidor de Uds., que asume la jefatura interina de las fuerzas de ataque, dirigiéndose perentoriamente a un rubio que hace de administrador, o lo que fuere. Un sErviDorR.—Deseo hablar con el señor Benavente. Er nRuBr0.—Llame al número 129. i UN SERVIDOR (en el teléfono).—Ciento veintinueve. BENAVENTE (por teléfono).—¿Quién habla? UN sERVIDOR.—Un redactor de CINE-MUNDIAL que... BENAVENTE.—Lo usted. .. HERMIDA.—¿ Vamos? UN SERVIDOR.—SÍ, pero continúo no saliendo de mi estupefacción. j estaba esperando... Suba HerMIDA.—Escribala en un papelito, ponealg 3 música y chíílela. (Subimos en el ascensor, llamamos al 129. Aparece un señor secretario, que nos hace pasar. Habitación grande y llena de luz. Al fondo, están sentados Benavente, el Sr. tor de sus obras y uno de los pocos americanos . que conocen profundamente la literatura y el teatro castellanos. Además, una mujer enorme, con un montón de papeles en el regazo y un lá piz en la mano; es la Srta. repórter de una revis.— El autor de “Los In| ta teatral de la metrópoli. tereses Creados” se levanta a recibirnos. Es, sim excepción, el dramaturgo más amable, cortés y atento. que haya yo tenido el gusto de entrevistar. Nos invita a sentarnos, mirando con el rabillo del — ojo a la dama de los papeles para indicarnos que | le están dando la lata y que hay que esperar. Nos 3 acomodamos en un diván mientras él vuelve al lado de Underhill. Como éste también es de dimensiones desmesuradas, Dom Jacinto aparece todavía más diminuto, más abrumado y más “victima” entre el intérprete y la reporter. turalmente que nos enteramos de toda la conversación. Hay que advertir que el Sr. Underhill—de quien ya hicimos el panegírico—habla el español con dificultad y com acento y así, suda al traducir y todos lo acompañan en la transpiración.) LA REPORTER (en inglés) —Pregúntele Ud. al Sr. Binaventi si considera sus obras como cerebrales. (Underhill repite la pregunta en castellano chapurrado.) BENAVENTE.—Hombre, claro... ¡naturalmente! Nao — (Underhill contesta en inglés y la repórter y él E se enzarzam en una discusión respecto a lo que debe considerarse como obra “cerebral”. No llegan a un acuerdo. Don Jacinto quiere interve"nir. Yo hojeo unos periódicos. Hermida sestea. Usabal absorbe sabiduría por todos los poros.) UNDERHILL (en espasol).—Pero es que la sefiorita dice que esas son dos cosas apuestas... (Don Jacinto se levanta, con pretexto de encender un cigarro y se acerca a nosotros, enjugándose la frente.) E BENAVENTE.—Hace hora y media que dura es Underhill, traducP