Cine-mundial (1923)

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ON el permiso de ustedes vamos a hacer una pequeña aclaración, a guisa de preámbulo. Los que nos honran leyéndonos habrán observado el comedimiento con que siempre nos expresamos, aun cuando la ac"bualidad nos obliga a comentar temas resbaladizos. Y también se habrán fijado, con asombro sin duda, en la índole perniciosa de las fotografías que a menudo dan al traste con nuestra seriedad característica. Pues bien: para que las cosas queden en su lugar, conviene decir que el redactor de esta sección nada tiene que ver con las muchachas ligeras de ropa que con harta frecuencia engalanan sus columnas. Aquí vienen a parar porque, según informes del regente de la imprenta, estas páginas son las únicas elásticas de toda la revista y permiten, por ende, dar albergue a grabados de todos tamaños y tendencias. De manera que no somos nosotros los que “traemos y sonsacamos” a las chicas aludidas, sino que ellas vienen solas en pos de elasticidad. * * * Explicado el punto, nos detendremos a examinar los peligros que corren en los Estados Unidos los funcionarios consulares. * * * —pMariano, ahora te miro con desprecio! Con estas palabras terminó el juicio entablado por Miss Lucile Whitehurst, de la aris"foerática Georgia, contra el Vice-Cónsul español de esta ciudad, a quien acusaba de haberse valido de métodos arrebatadores y vam CINE-MUNDIAL am. viae Ss pirescos, así como de otras mañas en boga en la Península Ibérica, para apoderarse de su corazón, víscera que después rechazó despreciativamente una vez cansado de jugar con ella. Además, alegaba la joven que el funcionario aludido le había quitado, “a las bravas", la sortija de compromiso, después de “asaltarla”. La escena en el Juzgado no estuvo mal, porque a los del Sur les da por la oratoria. —Señor Juez — dijo Miss Whitehurst — deseo retirar la causa contra Mariano. Yo... —¿Por qué? —No abrigo animosidad alguna en mi pecho. Nosotros los del Sur sabemos perdonar, pero tenemos reverencia por el deber y por eso he venido a este Templo de Justicia, con el conquistador español que aquí aparece, a fin de que el gran püblico de los Estados Unidos se entere de la actitud despectiva que asumen estos extranjeros en sus relaciones con las damas que viven cobijadas bajo la gloriosa bandera de las barras y las... Se oyeron varias carcajadas. De un grupo de hispanos que había en el recinto salió un sonido inexplicable para los yanquis, que desconocen el alcance o significado de la trompetilla tropical. El magistrado intervino. —El Tribunal, señorita — dijo — no está interesado en las posibilidades teatrales o cinematográficas de este caso. Lo que conviene averiguar es si el acusado cometió o no el crimen que se le achaca. Miss Whitehurst iba a seguir con el discurso cuando la interrumpió su abogado para retirar la acusación. Y entonces, al salir del local, fué cuando se encaró con el Vice-Cónsul y le dijo: —¡ Mariano, ahora te miro con desprecio! * * * Por supuesto, muchos de nuestros lectores ultramarinos, inocentes de las martingalas .que se gastan estas flappers, ya estarán compadeciendo a Miss Whitehurst y echando la culpa de todo al pobre Mariano. Pero eso sería incurrir en grave error. Nos consta positivamente que, a pesar del “asalto”, “la actitud despectiva”, “la conquista vampiresca”, “la gloriosa bandera” y demás declaraciones hechas durante el juicio, no hay Vice-Cónsul, y quizás tampoco Canciller, capaz de tomar a chacota el amor de esta hija de Georgia, pues tenemos noticias fidedignas de que cuan Incidentes de la lucha entre Pancho Villa (izquierda) y Frankie Genaro en el Madison Square Garden, en la que al filipino le robaron el campeonato de “peso pluma” con inaudito descaro. ABRIL, 1923 < Cuando el público se enteró del veredicto de los jueces, fué tal el escándalo que hubo necesidad de que interviniera la policía para desalojar el local. > PÁGINA 207