Cine-mundial (1923)

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pi * OLLYWOOD fué para Sara un. reino E de maravilla. Si Fort-Lee le había parecido extraordinario con su docena escasa de studios, este lugar de sol y de flores se le ofrecía ahora a sus ojos como un rincón dé la Arcadia legendaria. Recorría extasiada sus umbrosas avenidas, contemplando de trecho en trecho los enor omes talleres acristalados, unas veces levan — tándose aislados sobre el terreno despejado, otras, escondiéndose tras una imponente fá brica que evocaba los días de las Misiones españolas por sus líneas macizas y majestuosas; y por dondequiera, árboles gigantescos, macizos de flores, y chalets innumerables con una bárbara independencia de estilos que — eautivaba la vista. Sara reconoció a algunas de las grandes " Jumbreras de la pantalla; vió, pasando en 1 raudo automóvil, a la genial pareja Douglas Fairbanks-Mary Pickford, y de entre un grupo de artistas que salía de un studio vió destacarse la esbelta y masculina figura del ído lo del día, Rodolfo Valentino. E Era todo aquello una orgía de luz, de color | y de movimiento, digno del pincel de un pintor sensual y fuerte. Sara se había trasladado a la costa del Pa-eífico en compañía de Nanette de Lys, la cual acababa de firmar un contrato para aparecer . en una película de serie. Jordan y Blake se habían marchado igual CINE-MUNDIAL mente a California, pero antes que ella. De forma que no asistió al recibimiento que se le hizo a Jordan, pero todo el mundo se hacía lenguas del mismo, y como el fotógrafo le decía a su ayudante, delante de la joven: “Cuando Hollywod habla de una cosa dos días seguidos es que se trata de algo GRANDE". Durante su viaje, Nannette y Sara intimaron y se hicieron grandes amigas. Sara olvidó sus recelos; comprendió que Nanette era una muchacha honrada, sincera y de excelente corazón, y que al prevenirle contra Jordan no había obedecido a ningün propósito ruín o interesado. Hacía tiempo que había terminado con Jordan y ni una partícula de celos animaba sus palabras que sólo reconocían por objeto poner en guardia a la confiada Sara contra un amor desastroso. Sara, en aquellos días, pudo convencerse de que aquel sentimiento que le inspiraba el ídolo no era de los de índole avasalladora. Pocos días después del incendio del studio, un incidente baladí con Jordan le había mostrado que Nanette tenía razón de sobra, y aunque no le guardaba a John ningün rencor por aquello que no era más que el lógico resultado del medio que respiraba, no obstante sintió cómo se consumía en su alma el último soplo de aquella llama que la fantasía, más que el amor, encendió en su pecho. John, aún en los primeros días de su lle (Historia de amor que revela las intimidades de los talleres cinematográficos) Por A. VAN BUREN POWELL llustraciones de USABAL gada, se alegró de que le olvidaran y no le molestaran más sus pasadas protegidas. Había dejado en Nueva York a su “muñequita rubicunda" como la llamara Blake, sin compasión para sus lágrimas y süplicas, y ya se hallaba empeñado en otra conquista, una ingenua “fotogénica” que aspiraba, como todas, a la celebridad. iY no era poco nutrida la legión de ingenuas “fotogénicas” que allá en Hollywood aspiraban a la celebridad! Ingenuas y vampiresas... héroes y traidores... Hollywood “estaba plagado de toda esta gente cuya am bición suprema era gesticular, accionar, llorar y dar y recibir golpes dentro del triángulo mágico que se abre ante el ojo inmóvil del objetivo fotográfico. Naturalmente, los hombres eran allí los mismos que había conocido Sara en Fort-Lee. Como una “extra” le dijera, confundiéndola con una de esas confiadas muchachas que van a los talleres a buscar trabajo: “Chica, créeme a mí; no te fíes de las promesas que te hagan: no hay uno que no esté dispuesto a protegerte y a empujarte, pero. ..—e hizo un guiño significativo—hay empujones que la derriban a una en vez de levantarla. Pero Sara podía ya reirse de consejos y consejeros. Su primera aparición ante el público le había valido una fama tan rápida y considerable como la que conquistó Rodolfo > PÁGINA 215