Cine-mundial (1923)

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T" (Fotografías de International Newsreel) Sarah Bemhardt la y Moo rimera estrella’ de Cine re PJ Ariza ACE apenas unas semanas, comentábamos en estas columnas la singular vitalidad de una de las más legítimas glorias del arte francés y de la in terpretación dramática universal. Pero vanos resultaron, al fin, el bello gesto de una mujer que pretendía despedirse del sainete de la vida desde el tablado de la farándula y la obstinada energía con que quiso burlar las exigencias de un cuerpo agotado, mutilado e insensible ya a la galvanización soberana del genio. Sarah Bernhardt nació para el arte y, en su agitada existencia, el destino mezcló inquietudes, zozobras y pasiones sin cuento que forjaron un halo de leyenda en torno de su cabeza rebelde al pulgar aplastante de los años. Pero el cínico análisis de la época contemporánea ha echado abajo muchas de las fábulas que la publicidad tejió sobre cada una de sus largas peregrinaciones por los teatros del mundo. Si la actriz supo ser escultora de mérito y escritora de estilo propio, a ojos modernos su talento como “reclamista” y experta en autobombo supera a todos los demás. El pretendido ataúd de palisandro que las gen Mayo, 1923 < tes decían que la acompañaba en todos sus viajes y hasta en el que — según muchos cándidos — dormía diariamente hace veinte años, es un mito tanto más absurdo cuanto que está probado que Sarah tenía verdadero horror a la muerte y a todos sus símbolos, como lo atestiguan los que con ella estuvieron asociados en la intimidad. Con el egoísmo natural en una mujer de gran fama, Sarah tenía ingenuidades infantiles y que recuerdan las de su compatriota Víctor Hugo; pero, si por algo se hizo acreedora al homenaje de sus semejantes, fué por la formidable energía de su inteligencia, por su afán de trabajo, por su incansable labor de arte que la consumía sin agotarla y que dió lugar, entre otras cosas, a su rivalidad con la Duse y a su triunfo físico y estético sobre esta artista, en la época en que ambas se disputaban el cetro de la escena mundial. Esa misma energía fué origen de sus batallas con los directores de la Comedia y de aquel sonoro bofetón propinado a Madame Nathalie en el escenario mismo del teatro de sus victorias. : En la historia del arte mudo, Sarah posee derecho propio a la fama, no precisamente por la calidad de las producciones en que tomó parte, sino por haber sido la primera “estrella” del lienzo. Cuando Adolph Zukor andaba organizando la compañía “FamousPlayers”, hace ocho o nueve años, el negocio cinematográfico en el mundo estaba en manos del monopolio que dominaba la explotación de las patentes sobre las cámaras para tomar películas. En aquella época no había estrellas. Los programas se hacían a base de argumentos y el público ignoraba los nombres de, los artistas que en las cintas aparecían. Aun en casos en que el atractivo principal era la popularidad de determinado intérprete — la Mistinguette, Max Linder, Susana Grandais— ` —> PÁcINaA 264