Cine-mundial (1923)

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CINE-MUNDIAL La Magia de la [Inmigración Por MIGUEL DE ZARRAGA ARA nadié es un secreto que los Estados Unidos, y muy especialmente la babilónica ciudad de Nueva York, son hijos de todas las madres. Aquí hay de todo. “Hasta americanos”, como observara Blasco Ibáñez. Y esta no es una paradoja del popularísimo autor de esas tres magnas películas que se titulan “Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis”, “Sangre y Arena” y “Los Enemigos de la Mujer”, gracias a las cuales podrá aquí ser olvidado hasta el nombre del afortunado novelista, pero nunca sus pintorescos argumentos cinematográficos... Ay & j EZ Los beneméritos obreros españoles... No: la ingeniosa ironía de Blasco nos la confirma el último censo, según el cual, de los 5.620.000 residentes en el distrito municipal de Nueva York, 4.294.629 nacieron en el extranjero. Ese mismo censo nos dice que en esta ciudad hay actualmente 846.000 judíos, 803.000 italianos, 690.000 alemanes, 221.000 rusos, 161.000 polacos, más de 75.000 españoles e hispanoamericanos, y muchos otros miles de griegos, turcos, escandinavos, ingleses, portugueses... Y he aquí otra observación curiosa: según también el último statement de circulación del que a sí mismo se proclama erróneamente “el único diario español e hispanoamericano en los Estados Unidos”, el número de lectores entre nuestros conlínguotas apenas si llega al 10 por 100, no ya en Nueva York: ¡en todos los Estados Unidos! Afortunadamente, si sólo ese diez por ciento lee el aludido periódico diario, el 100 por 100, en cambio, se deleita con el CINE... Y esto es siempre un consuelo para nosotros. Pero no vamos a ocuparnos ahora exclusivamente de los lectores, más o menos inmigrantes, ya que también puede consolarnos la seguridad de que para entrar en los Estados Unidos todos ellos tuvieron que convencer a las autoridades de que sabían leer y escribir. ¿Qué nos importa si, a fuerza de tanto leer, se cansaron de leer? El descanso lo recomiendan los médicos a menudo. Hablemos de los inmigrantes simplemente como inmigrantes. Y aludamos directamente a los nuestros, para que no se ofendan los extraños. Los nuestros son de muy variadas especies. De España nos llegan, en A A c [AS QUT I — HG UE p. (EDUC — Cus e Pintores convertidos en literatos... inmensa miayoría, los beneméritos obreros, siempre laboriosos, siempre sufridos, siempre honrados. Mientras no dejan de ser obreros, siempre también son un muy legítimo orgu Mavo, 1923 « llo de su patria. Gallego, catalán, asturiano, vasco, andaluz, el español humilde merece todas nuestras simpatías, y no se le escatiman las ajenas. Algunos, muchos, emancípanse de la servidumbre en canteras o en fábricas, en los buques o en los campos, y logran hasta convertirse en personajes. ¡Y entonces no son pocos los que se hacen temibles! No precisamente porque se hayan emancipado, lo cual es muy digno y muy honroso, sino porque a más de uno le acometió el vértigo de las alturas. De España nos llegan también, en abundancia, artistas de todas clases, y soñadores hombres de negocios, que lo mismo sirven para dirigir un banco que para lavarse brillantemente toda la loza de un restaurant. De los artistas consagrados apenas si puede decirse que son compatriotas nuestros: los grandes cantantes, los grandes pintores, los grandes literatos, ni siquiera se enteran de la existencia de la Colonia. Y cuando se enteran, procuran alejarse. En cuanto a los hombres de negocios, suele ser la Colonia la que se aleja de ellos. La inmigración hispanoamericana tiene, predominantemente, dos distintos aspectos: o es política o es intelectual. [La política claro es que se compone, sobre todo, de desterrados. Y la intelectual, de poetas, en su gran mayoría. Pero he aquí la magia de la inmigración: los poetas suelen acabar lavando platos. Y los políticos acaban por Yo dicto a mi secretaria... hacerse poetas. Hay barberos que presumen de tenores, y tenores que no harían mal papel como barberos. Canzonetistas que estarían muy requetebién de cocineras, y cocineras merecedoras de hacerse cargo de la caja del National City Bank. Y para el periodismo cualquiera sirve, con tal de que no haya sido alguna vez periodista. (Nada quiero decir de los pintores que se convierten en literatos, para que no se moleste el admirable compañero Usabal. Aunque tal vez tenga razón Usabal. Si aquí basta para dirigir un periódico con haber sido antes ingeniero, ¿por qué un pintor no ha de pintarse como nadie para irle con cuentos a los buenos lectores?) i Durante la reciente estancia. de Jacinto Benavente en Nueva York se desarrollaron alrededor suyo escenas graciosísimas. Hubo prohombre que se atrevió a preguntarle: “¿Y usted tiene que pensar mucho lo que escribe? ¡Es raro! Yo le dicto a la secretaria toda mi correspondencia en media hora. Y ni siquiera tengo que advertirla que ponga puntos y comas. Ella lo pone todo.” Benavente sonrió bondadoso, limitándose a contestar: “Cada uno pone lo que puede”. Un periodista ingenuo se horrorizó ante la mala letra de Don Jacinto, y éste se disculpó, humilde: “Todos no podemos servir para escribientes"... Y el Presidente de cierta sociedad hispana Li se aventuró a ofrecerle: “Si, ya que a las del Teatro no fué la gente porque eran de pago, ¿quiere usted darnos unas cuantas conferencias gratuitas en el salón del centro?... Nosotros no le cobraríamos nada"... — Son ustedes demasiado amables — le interrumpió Benavente. — Yo sí les cobraría a ustedes por oírles. pH D Pero dejemos en paz a Benavente, que buena falta le hace, y acabemos también con el difícil tema de la magia de la inmigración, ya que no pretendimos herir susceptibilidades, sino, sencillamente, hacer algunas más o menos amenas observaciones. Si juzgar a los Estados Unidos por Nueva York sería una lamentable injusticia, juzgar a nuestra Colonia por algunos de sus percebes no sería menos injusto. DN <LO SSS Mu XX Lr AO ARES LRR Los yanquis se atribuyen lo bueno... Cuando se censuran o se aplauden actos de los Estados Unidos, no se puede concretar exactamente a quién corresponde la censura o el aplauso. Puede ser a un americano. Pero, generalmente, ese americano es un alemán, un inglés, un ruso... Lo mismo ocurre con nuestros conlínguotas: no a todos los que hablan castellano se les puede culpar de echarlo a perder... Un hijo de Bogotá o de Barranquilla puede expresarse mejor en español que un hijo de Cabra o de Mula, pueblos españoles. Y claro es que, a fin de cuentas, poco importa también la circunstancia del lugar de nacimiento de los ciudadanos de los Estados Unidos, cuya grandeza se debe al esfuerzo colectivo de todos ellos. Lo único lamentable es (para nosotros) que todas las cosas buenas, ¡y son muchas!, de este pródigo país, se atribuyan a los americanos, hiciéralas quien las hiciere, y las malas, ¡que tampoco son pocas!, se les achaque, invariablemente, a los extranjeros... aunque tuviesen carta de ciudadanía estadounidense. 0 45 | MSN PP) ze US $ Los extranjeros cargan con lo malo... ELLOS 4 2 € — Todo eso es una consecuencia de la magia de la inmigración: esa magia que transforma al más inofensivo catalán en un terrible conspirador contra la España augusta, y al más furibundo anarquista en un plácido fregador de platos... —> PáÁcinNa 268