Cine-mundial (1923)

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EASEUGENESIA ALC ALCANCE DE TODOS Por Miguel de Zarraga NA de las más interesantes resoluciones aprobadas por el reciente y poco menos que fracasado Congreso Panamericano de Santiago de Chile fué la presentada por los delegados cubanos acerca de la conveniencia de fomentar cuanto sea posible el culto a la Eugenesia, para lo cual se propuso que un representante de la Oficina Eugenésica de la Institución Carnegie, en Washington, cooperase con un comité especial hispanoamericano que se habrá de consagrar a los estudios eugenésicos, dictaminando luego sobre las medidas más oportunas y más eficaces conducentes al mejor desarrollo de aquéllos. Algunos años transcurieron ya desde que los Estados Unidos, siempre en la vanguardia de todo movimento de cultura, decidieron preocuparse por la propaganda de la Eugenesia; esto es, por el estudio fervoroso de la mejor obtención posible de lo que pudiéramos llamar los hijos bien nacidos. Ahora fueron los cubanos quienes, para no ser menos que sus primos los del Norte, han querido echar su cuarto a espadas en ese tan delicado asunto. Y, véase lo que son las cosas: los delegados norteamericanos abstuviéronse de votar en Santiago de Chile, alegando que ellos no tenían instrucciones concretas de su Gobierno para volver a insistir en tan ardua materia, La Eugenesia tuvo, sin embargo, desde el instante mismo de ser reconocida como conveniente, un éxito enorme entre los norteamericanos; al menos, en la teoría. Para la propaganda de esta innegable conveniencia se apeló a todo género de amenos resortes: desde la conferencia con proyecciones cinematográficas hasta las representaciones teatrales. Entre estas últimas no tardó en figurar uno de los más famosos dramas del teatro francés contemporáneo: “Los averiados”. La Sociedad Etica hizo que esta obra se representara en los principales coliseos de todos los Estados Unidos, y hasta consiguió que los legisladores de algunos de estos Estados se apresurasen a adoptar leyes tendentes al mayor desarrollo práctico de los sanos principios de la nueva ciencia. Se propendía — y se propende — nada menos que al mejoramiento, a la perfección si . fuera posible, de la raza... Numerosas personas, de uno y otro sexo, solicitaron sus inscripciones en los correspondientes registros médicos, y sometiéronse al examen de las eminencias de Europa y América previamente designadas para ello. Todo caballero que obtiene un certificado de perfección humana puede casarse con cualquier señorita perfecta también, y el hijo o hija de este matrimonio se considera entonces como un perfecto producto de la ciencia Eugénica. Este producto, al llegar a su mayoría de edad, habrá de casarse con otro producto análogo del sexo opuesto, claro es, ;y los futuros hombres continuarán así por la más segura senda de la humana perfección! Indudablemente, de ese fácil modo se mejora la raza. A menos que ocurra lo que en el Estado de Wisconsin, a orillas del lago Junio, 1923 < CINE-MUNDIAL Fot. de Ira D, Schwarz, Eso blanco que ve el lector entre los pliegues del terciopelo se llama Jessie Reed, que es una artista de los *Zeigfield Follies” de Nueva York. La fotografía explica, una vez por todas, porqué no hay memoria de que los tramoyistas del Teatro de Zeigfield se hayan declarado nunca en huelga. Hay cortinajes con suerte. El Sr. Zárraga explica el ca so peregrino de la Ciudad de Madison, Estado de Wiscon sin, donde emigraron los feos y se quedaron los bonitos, con sorprendentes .resultados. Michigan donde, segün leí una vez en un periódico de Madison, entusiasmados todos con la nueva ciencia, se dictaron las más rigurosas leyes para conseguir que los matrimonios reunieran todas las probabilidades eugénicas apetecibles, esperándose que dentro de una veintena de afios se pudiese obtener una raza que fuera el más puro ideal humano desde el triple punto de vista de su belleza física, de su equilibrio intelectual y de su sanidad corpórea. Pero... los resultados del experimento en aquel año, a juzgar por la estadística, fueron algo desalentadores. Los matrimonios iban en alarmante disminución a fuerza de querer seleccionarlos, y, para colmo de desdichas, los productos de estas uniones eugénicas dejaban mucho que desear, pues hubo un aumento extraordinario de criaturas inválidas o defectuosas... Y numerosos fueron los feos que emigraron del país para poder casarse. La emigración de los feos no preocupó mucho en verdad; pero, en cambio, eso de los productos inválidos o defectuosos puso ligeramente intranquilos a los buenos ciudadanos de Wisconsin. ¿No habrían cometido alguna torpeza en sus prácticas científicas? Porque realmente, era increíble lo que ocurría. A menos que los feos les hubiesen jugado alguna pesada broma a los bonitos... El caso es que en Wisconsin no hicieron gracia los primeros resultados de sus experimentos de ciencia eugénica. Y posible es que tuviese con esto alguna relación lo sucedido por entonces en el Estado de Georgia. Un simpático muchacho, John Radcliffe, que contaba ya sus quince abriles, ingresó en el Hospital de Moultrie, con un brazo roto y tres costillas deshechas... ¿A consecuencia de qué? Pues, sencillamente de sus desesperadísimos esfuerzos para evitar que le besase una Mrs. Winfred Trice, sugestionadora dama, honestamente alegre, reconocida por sus compatriotas como la mujer más bella del Estado. Radcliffe se encontraba en un baile, y en un grupo de amigos se permitió confesar que se enorgullecía de haber conseguido, que hasta entonces, no le hubiese besado minguna mujer... Mrs. Trice, que lo estaba oyendo, se echó a reír ingenua ante el muchacho, al que bromeando preguntó: —4Ni de mí te dejarías? — Ni de usted — contestó impasible el joven, aunque palideciendo. —Pues veamos cómo te me niegas... — Y, siguiendo la broma, Mrs. Trice corrió detrás de él, forcejearon, y el incorruptible John no sabiendo cómo defenderse, arrojóse por una escalera, rompiéndose el brazo, las tres costillas, ;y quién sabe si algo más!... Pero John Radcliffe no creía en la Eugenesia, y, para su orgullo, si a los productos de Wisconsin puede colocárseles, como eficaz reclamo, la etiqueta distintiva *Made in America" (*Hecho en América"), a él tam (Continúa en la página 362) > PÁGINA 331