Cine-mundial (1923)

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CINE-MUNDIAL Una Etapa Más y Una Nueva Gloria Por A. J. CHALMERS En el círculo de arriba aparec el Tte. John A. MacReady y, en el de abajo, Oakley G. Kelly, con la máquina en que volaron y un mapa de la ruta que siguieron. OLANDO a bordo del mismo gigantesco aeroplano militar T-2, de marca “Fokker”, en que hicieron sus pruebas de resistencia en el aire, los te nientes John A. MacReady y Oakley Kelly completaron el 3 de mayo su primera expedición por los aires y sin parar de una a otra costa de los Estados Unidos. Fué ese un vuelo verdaderamente continental, como puede verse por la ruta que los aviadores siguieron, según el mapa presentado en estas páginas. La expedición comenzó en el campamento de Curtiss, cerca de Nueva York, el 2 de mayo, y terminó en Rockwell Field, San Diego, California. El vuelo duró 26 horas, 50 minutos, 8-2/5 segundos. La distancia recorrida fué aproximadamente de 4,223 kilómetros. Los detalles de este maravilloso vuelo apenas si dan una vaga idea acerca del progreso realizado en la aviación norteamericana y que permitió a los dos pilotos merendar a mediodía en Nueva York y hacer la misma comida al día siguiente en San Diego de California. Con su enorme carga de gasolina, la pesada máquina de volar tuvo necesidad de tomar un impulso de más de kilómetro y medio antes de elevarse por los aires y hubo instantes de ansiedad cuando pareció que, por razón misma de su tonelaje, el gigantesco pájaro mecánico no podría pasar por encima de los hangares del campo de salida. Sin embargo, su motor *Liberty" de cuatrocientos caballos dominó la situación y funcionó a maravilla y sin una sola falla hasta que fueron avistadas las costas del Pacífico. El relato que del viaje hicieron los dos pilotos es una de las más bellas páginas de la conquista del aire. Al comenzar su expedición, apenas pasaban por encima del Estado de New Jersey, se descompuso el regulador del voltaje del motor. Como principio, el accidente no podía ser peor. Había que en mendar el desperfecto sin suspender el vuelo, a menos que los aviadores quisiesen regresar al punto de partida que, minutos antes, acababan de abandonar. MacReady arrancó el conmutador e instaló otro, mientras Kelly, en el volante, guiaba la pesada máquina por las nubes, a cien kilómetros por hora. A. medida que avanzaban, los pilotos lograron ascender más. Cuando iniciaron el viaje, el Fokker no podía subir a más de tres o cuatrocientos metros sobre la tierra, pero ya cuatro horas más tarde, iban a mil quinientos metros de elevación. Al cerrarse las tinieblas, MacReady y Kelly, que se turnaban para descansar y guiar, no tuvieron más medio de orientarse que la brújula, pues era obscura la noche y, en algunas secciones, hasta lluviosa y de la luna muy poco vieron durante la excursión ni habrían podido reconocer el terreno sobre el cual pasaban. Cuando rompió la aurora, estaban ya frente al gran desierto que separa los Estados del Oeste del resto de la Unión americana. En esta región fué donde más peligro corrieron los aviadores, pues aunque el motor funcionó a la perfección durante todo el vuelo, el territorio de Tejas y Nuevo Méjico es famoso por sus violentas corrientes de aire. La proximidad de los Montes Rocallosos aumentaba las dificultades, por razón de las “bolsas de viento" y los remolinos que caracterizan a toda elevación excepcional de terreno. Cruzadas sin novedad las arenosas llanuras, los pilotos pudieron, al fin, contemplar el territorio californiano y la meta, San Diego, no tardó en presentarse a sus ojos. Ambos aviadores bajaron de la máquina en perfecto estado de salud y de ánimo, sin fatigas ni perturbaciones, y fueron recibidos por la gente de la costa del Pacífico con el entusiasmo que es de suponer. A raíz de esta hazaña aeronáutica, el Teniente Maughn, cuyos *records" de velocidad han añadido nuevos laureles a la aviación contemporánea, anunció que tiene la intención de hacer, dentro de poco, un vuelo de prueba trascontinental en el que lo esencial sea el mínimo de tiempo empleado entre cos ta y costa, es decir, el máximum de rapidez de vuelo, a bordo de la misma máquina Curtiss en la que él ha viajado a razón de 248 millas (unos 400 kilómetros) por hora. Para esa empresa, sería necesario aterrizar durante el viaje tantas veces cuantas fuera indispensable para cargar combustible. A razón de 200 millas por hora y con las detenciones respectivas, el viaje de costa a costa podría realizarse en 12 horas. Como un pájaro de inmensas alas que se desliza en lo alto, el aviador francés Georges Barbot atravesó el Canal de la Mancha, el 6 de mayo, de su país a Inglaterra y de las costas británicas a las de Francia, en un aparato de los llamados “gliders” o “deslizadores”. Era éste un monoplano con un motor minúsculo de quince cabalos, sin más combustible que cuatro litros escasos de gasolina. Barbot se elevó en el aeródromo de Saint Inglevert a las 6.30 de la tarde y después de alcanzar la altura necesaria inició su “deslizamiento” hacia Albión. Sesenta y un minutos más tarde, aterrizó en Lympne el primer aviador que haya cruzado el Canal sin la ayuda de los poderosos motores de los modernos aviones. A las 8.01 p. m. comenzó su vuelo de regreso. Esta vez sólo tardó cuarenta y cuatro minutos. A las 8.45 estaba de nuevo en el aeródromo de St. Inglevert. Este vuelo deja a Francia los dos records existentes en “deslizamientos”, pues otro francés tiene la supremacía en permanencia en el aire a bordo de máquinas de esa clase. La expedición de Barbot fué para ganar el premio de 25,000 francos ofrecidos por el diario “Le Matin”. (Continúa en la página 365) Jonio, 1923 _ a I4€k(Hxz-_z__ OST