Cine-mundial (1923)

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CINE-MUNDIAL A pluma Wahl es la única que tiene el cilindro enteraVentaja exclusiva que da mayor capacidad mente de metal. al depósito de tinta. En cuanto use usted una, notará que su peso está perfectamente equilibrado para que no canse la mano al escribir. De venta en los mejores establecimientos de todas partes. La legitima lleva el nombre graEso la garantiza. THE WAHL COMPANY 429 Broadway E. U. de A. WAHL PEN Compañera del bado. Nueva York EVERSHARP ;POR FIN...! ENTREVISTO A... (Viene de la página 324) ciendo pasar primero a don Jorge, había un nuevo cancerbero. Respiré. Pero en cuanto a entrar... ¡quiá! Ni mi natural suavidad, ni el impulsivismo de Hermida dieron chispa. Se nos pidieron credenciales, se llamó por teléfono, se enviaron mensajes a los cuatro puntos cardinales (los talleres de Paramount son una ciudad en pequeño), se atufó el guardián de aquellas sagradas rejas y ya comenzaba Hermida a lanzar palabras ásperas y yo a ver por cuál de las cuatro puertas podía hacer una salida más airosa, cuando quiso la suerte depararnos a un señor gordo (los gordos lo arreglan todo) que se declaró nuestro campeón y que, por fin, nos llevó al lado de Moreno... y de Bebé Daniels que con él estaba trabajando en una escena, Antonio Moreno es la amabilidad personificada. —Con muchísimo gusto charlaré con Uds. toda la tarde — nos dijo después de las presentaciones de rigor — porque CINE-MUNDIAL y yo somos amigos viejos, aunque no nos hayamos tratado personalmente antes; pero será entre sesión y sesión de esta escena que estamos fotografiando. ¡Uff! Este “uff” era por cuenta de aquel sótano donde Imagínense Uds. un inmenso recinto, como de 500 metros cuadrados, altísimo de techo y en el cual hay una serie incontable de tablados, plataformas, decoraciones, casas de trapo y de madera, cuer estábamos. das, tramoyas, armazones, lámparas de todas clases, fanales, cables, alambres, muebles y carpinteros que trabajan, gritan, martillean y, mirando como estorbos a todos los ahí pre sentes, se disponen a dejar caer una tabla Junio, 1923 <— sobre la cabeza del que tienen más cerca. Imagínense Uds. el aire viciado de todo sótano (esa parte del taller está a veinte metros debajo de la tierra) sin más luz que la deslumbrante de las lámparas de acetileno y de mercurio y sin ninguna ventilación. En un rincón perdido de aquella bodega sin término visible, hay un grupo integrado por dos fotógrafos, el director Campbell, seis lámpa ras de tubos mercuriales, cada una con su: operador, Antonio Moreno y Bebé Daniels — que se supone estén en una alcoba minúscula disputándose la posesión de una hoja de papel — y detrás de ese grupo, siempre mirándonos de reojo cuando no diciéndonos en nuestras narices que estábamos estorbando, gran número de obreros con la difícil misión de soplar pitos, tañer campanas y ejecutar otras maniobras no menos complicadas, pero que, por el aire que ellos asumen, deben tener mucho que ver con el éxito de la película. Yo me apoyo al desgaire sobre una cámara fotográfica. Hermida se sienta en un banquillo, de donde no tardan en venir a decirle que se quite. ¡Con razón no nos dejaban entrar! Un detalle, destinado al Respondedor: tres filarmónicos hacían estremecer con un “jazz” infinitamente triste un par de violines y un piano. Jamás he escuchado música más melancólica ni visto ejecutantes más decepcionados de la vida, Tocan un pito y se encienden las luces de la escena. Tocan una campana y comienzan los músicos a esparcir neurastenia por los alrededores, mientras los fotógrafos dan vuelta al manubrio al compás de los violines. Moreno y Bebé siguen disputándose el papel. (Cuando salimos todavía estaban en las mismas.) Nuestra conversación con Moreno se hizo en los entreactos. De Bebé, a quien tampoco conocía yo, debo decir que es mucho más linda, más pequeñita, más refinada y más amable en la vida real, que en el lienzo. De ella hablé, ante todo, a Moreno. —¿Es cierto que Bebé Daniels es de raza hispanoamericana? —le pregunté. —Me parece que su mamá es de origen chileno. —¿Y usted? —Español, de Madrid, aunque hace veinte años que ando por los Estados Unidos. No tengo parientes ningunos en América. Mi madre — lo único que me queda de familia — habita en un pueblecito que se llama Campamento, cerca de Algeciras. —¿Está Ud. contento de su contrato con Paramount? —Contentísimo. Lo único que me disgusta es tener que trabajar en este subterráneo de donde salgo agotado, por la falta de aire, la humedad y todo lo demás... Si sigo aquí, contraeré reumatismo. ¡California! ¡Ese es el sitio ideal para trabajar, al aire libre, al sol... sin confinamientos ni martillazos como esos que estamos oyendo! En efecto, los carpinteros atronaban el aire con sus herramientas, para construir un yate (que me dió idea para hacer un chiste muy malo, en combinación con la humedad ambiente) destinado a Agnes Ayres. Advierto, entre paréntesis, que Moreno, a pesar de su larga permanencia en este país, habla el castellano correctamente y no ha perdido ni su optimismo, ni su entusiasmo juvenil, ni su aire de hijo del Cid. —¿Cómo se llama la cinta que está Ud. haciendo? —“The Exciters”, tomada de una obra teatral. Es la tercera que hago para Famous > PÁGINA 354