Cine-mundial (1923)

CINE-MUNDIAL TIRANTES SHIRLEY PRESIDENT Las falsificaciones son precisamente las que pregonan la bondad del artículo que se trata de falsificar. No se imita más que lo bueno. Las imitaciones que de los tirantes “Shirley President” hay en todas partes vienen a demostrar la excelencia de estos tirantes y el inmenso favor que merecen del público. Compare estas imitaciones con el artículo legítimo y hallará diferencias enormes que le harán sonreir, Busque siempre el nombre “Shirley President” en las hebillas y la etiqueta de garantía que lleva cada par. Teiden Su Shirley, Massachusetts, E. U. A. Fundada en 1870 Cable: President | PROYECTORES CINEMATOGRAFICOS SUPERIORES, RECONSTRUIDOS e a la gran existencia que tenemos de Proyectores reconstruidos, ofrecemos todas las marcas a precios reducidos. 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EL prototipo de la juventud de nuestra raza es inconsciente, despreocupado, audaz, voluble, romántico y hasta alegre, aunque con una alegría sensual desbordantemente pecadora... Fuma desde niño, y perdió todas sus * más íntimas inocencias mucho antes de ser hombre. Cuando ya se considera hombre, es un viejo de espíritu: su corazón encaneció sin ser joven nunca. Ante él, toda mujer bonita bien merece un engaño: para algo y por ellas hicieron los hombres las Casas de Maternidad y las Inclusas. Aunque en ningún expósito quiera él ni acordarse siquiera de algún posible hijo de sus propios desmanes. Cuando llegó a Nueva York, vió para sus ansias el infierno abierto: un infierno muy grato, en el que cualquiera podía quemarse muy gustoso. El se quemó y requemó tantas veces como ocasiones tuvo. A mí me asusta. Salimos de casa, entramos en un tranvía — aéreo o subterráneo, para él todos son lo mismo — siempre lleno de gente qüe se estruja y que sólo piensa en llegar cuanto antes, y el hombre disfruta de estos apretujamientos como de un espectáculo en el que él, convertido en actor, se divirtiera a sí mismo. Siempre le veréis hábilmente acoplado entre faldas; en los tranvías, en los trenes, en los barcos, en los ascensores, en las aglomeraciones callejeras... Y, en medio de toda esta inmensidad de gentes sin sexo — pues hombres y mujeres se reservan esas siempre superfluas preocupaciones para cuando, en su inequívoca sazón, las necesidades de la naturaleza se lo exigen —; aquí, donde hasta el amor que se paga es casto, nuestro hombre es acaso el ünico que cree ser comprendido cuando se oprime, o se deja oprimir, entre la carne femenina que a su alcance se pone. No hay tal comprensión, sin embargo. El salvajismo de ese hombre es más profundo y más sutil que el de las civilizadas a quienes acosa. Estas, acostumbradas desde niñas al trato de los hombres, con los que antes jugaron y ahora trabajan o alternan como asexuales camaradas, no pueden comprender lo que ante sus compatriotas se hizo, por su educación, incomprensible. Los norteamericanos, raza fuerte y sana, rinden culto a la higiene con un tan extremado celo que hasta el pensamiento se limpian de las carnales impurezas. Así nos asombra que en este país no exista, como existe en todos los latinos, ni literatura pornográfica ni teatros donde no pueda entrar > PÁGINA 362