Cine-mundial (1923)

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Metropolitano | ( Diario neoyorquino 4 de un transeunte ) poer ee Julio 12.— Asisto, como era mi obligación, a la riña Firpo-Willard. Al levantarme de Es asiento, terminados los gaznatazos, me . tos casos — y me dispongo a “felicito de no haber tomado parte en ninguna disputa personal— cosa comün en essalir de aquel . enorme hervidero humano, con tan mala . suerte que meto el pie en una hendidura, rompo una tabla del circo y, para no ir a dar con mis huesos a la calle (que está seis metros más abajo) me agarro desesperado -a lo primero que encuentro, que resulta ser el brazo de una muchacha muy guapa. Su acompañante, un ciudadano de evidentes ex-periencias pugilísticas y con cara de matachín, me lanza esta frasecita inocente echando chispas por los ojos: “¿Quiere que le [arranque las orejas, torpe?” No quiero y me presuro a apartarme de aquellos sitios. E me acompaña. Para salir más pronto, . en vez de bajar por las escaleras, salta des de la gradería a la calle, en las propias narices de un polizonte instalado ahí precisamente para evitar esos saltos. Pretendo se guir a mi compañero por la misma ruta y e guardia se acerca, gritándome: “¿Cree que porque el otro se burló de mi, Ud. va B burlarse también?... Pues ensaye y verá. No ensayo. $ Julio 13. — Nada veo de particualr, excep-to quizá la escena de un ciego que, solo, de| safía el tráfico neoyorquino, tan difícil hasta para los que tenemos nuestras facultades completas. Nunca falta, en cada esquina, un alma piadosa — generalmente mujer — que ṣe ofrezca a servir de lazarillo. En este caso particular, el ciego es un negro y lo veo | conducido temporalmente por una hermosa rubia. : Julio r4j.— En un tren elevado. Junto a aí va una elegante. Inmediata a ella, otra. De pronto, esta última se dirige a lis primera y le dice: “Perdone la impertinencia. ¿Qué marca es la del perfume que lleva Ud? Huele. tan lindo, que quisiera comprar un frasco.” Contra lo que yo esperaba, la inteTrogada lo dice. Julio 15. — En Columbus Circle, un auto, tá a punto de atropellarme. Ultrajo al chófer. Nos hacemos de palabras. En ésto, simultáneamente vemos él y yo que un guardía se acerca y salimos de estampida, en di-recciones opuestas. Julio 16. — En el barrio de Bronx, las muhachas vestidas de azul del Ejército de Salvación, cantan, con acompañamiento de panderos, en Corro, para atraer transeuntes ca-ritativos que escuchen sus pláticas, tomen parte en sus oraciones y den alguna limosna. ero nadie se para. De pronto, dos chiquias desarrapadas, aunque muy bonitas, sal muy bien— al compás de las aleluyas. Julio 17.— Tengo que ir al Banco a una aclaración. Debo hacer cola para llegar a la entanilla de Depósitos. Delante de mí está una señora que, sin querer, me propina un codazo. Se vuelve, enrojecida de mortificaión y con la sonrisa más amable del mundo tai | en medio del círculo y se ponen a bailar CINE-MUNDIAL me da sus excusas. Es Mary Carr, la intérprete de “El Calvario de una Madre". Julio 18. — Por la Quinta Avenida, cerca de la calle 94, va un sefior gordo, muy campante, haciendo maravillas con el bastón, satisfecho de sí mismo, observando con mirada crítica edificios, parque, bancos y gentes. En la cinta del sombrero.lleva una enorme etiqueta roja con un número “35” que olvidó quitar de allí sin duda algún encargado de guardarropía. Julio 19. — En la esquina de mi casa, sobre la acera, hay un cadáver cubierto con una manta. Lo rodean los vecinos. Pregunto y me dicen que, hace diez minutos, un camión atropelló al hijo del carnicero del barrio, que iba en bicicleta. Julio 20. — Decididamente, vivo en un vecindario animado. En la misma esquina del atropellamiento de ayer, hay un árbol cuyas ramas alcanzan hasta el séptimo piso del edificio que ocupa toda la calle y que es de habitaciones particulares. Hay corrillos de curiosos que alzan la cara. En el árbol está un loro, escapado de su domicilio y soltando cada palabrota que las mujeres presentes se SEPTIEMBRE, 1923 <— escandalizan (pero no se marchan). En una de las ventanas de la casa, muy cerca del árbol, la dueña del pájaro, con la jaula en la mano y haciendo pucheros, trata de convencer al animalito de que vuelva al hogar. Julio 21. — Voy en busca de fresco y con compañía (femenina) a las márgenes del Hudson, a la altura de la calle 178. Nos dedicamos a contemplar el crepúsculo. A poco rato, llega una muchacha de muy buen ver, elegante, con vestido amarillo. Saca un periódico, se acerca al agua, pone el periódico sobre una piedra, se sienta en él... y se quita los zapatos. Mi compañera empieza a escandalizarse. La recién llegada se quita las medias. Me intereso en aquella “toilette” a los cuatro vientos y mi amiga comienza a indignarse y a sugerir que nos marchemos, pero el “deshabillé” no pasa más adelante. La joven mete las blancas pantorrillas al agua y se pone a comer nueces, encantada de la vida. No faltan presuntos galanes que acuden a aquel rincón a *examinar el terreno", pero se van al ver que ella no se ca por aludida. En ésto, surge una ola provocada (Continúa em la página 554) => PAGINA 528