Cine-mundial (1923)

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ve” > ; judío sólo eran una martingala para obtener publicidad. * * * Nada nos extrañaría que lo anterior resul tase incomprensible para la mayoría de nuestros lectores. Hay que conocer bien a estos irlandeses que integran la policía de Nueva York para darse cuenta de lo que son capaces en sus ratos de expansión. Y que con estos retozones muchachos no valen argumentos ni lógica. El arma más peligrosa que hoy puede darse a un ciudadano yanqui es un uniforme, porque en seguida se cree con derecho a arrear un estacazo a cuanto sujeto ve vestido de paisano. Conste que no tratamos de hacer chistes más o menos malos, porque el asunto es serio, y no vayan tampoco ustedes a figurarse que en estos ültimos días hemos recibido alguna caricia policíaca, ya que, hasta la fecha, por fortuna hemos salido ilesos. Pero, hace tiempo, en la casa donde vivíamos se hospedaba un, ex-revolucionario mejicano que. allá en su país había aterrorizado a una comarca. Al llegar a su cuarto una noche a eso de las tres de la mañana se encontró con que lo habían desvalijado. Por consejo nuestro se fué a comunicar lo ocurrido al polizonte de la esquina. —¡Me han hurtado las maletas y todo lo CINE-MUNDIAL que tenía en la habitación! ; Venga usted a ver cómo han dejado aquello! — exclamó mi amigo el ex-revolucionario. El mantenedor del orden dejó caer sobre nosotros una mirada fría de ira concentrada, de esas que se observan entre los perros rabiosos y los gatos arrinconados, y bamboleando el garrote dijo: —¿Qué fué eso? El ex-revolucionario, inmutándose, repitió que le habían robado. —Me parece que los han engañado a ustedes. Alguien les está tomando el pelo. Lo mejor es que vayan a dormir y... tengamos la fiesta en paz. * * * Naturalmente, nos marchamos sin más explicaciones porque el asunto asumía por momentos un cariz muy feo, y luego nos consolamos, en un café cercano, atacando las instituciones del país, la falta de libertad y la política de Washington en general. VECES nos quejamos de que ciertas pu blicaciones de la América Latina reproducen artículos y grabados de CINE-MUNDIAL sin indicar la procedencia, pero conviene poner en claro que esa mala costumbre no pertenece a determinado país y se tropieza con ella en todas partes. Los editores Sin ánimo para comentar estas tres fotografías nos limitamos a consignar — en mangas de camisa y enjugándonos la frente sudorosa — que la primera de de los Estados Unidos tienen que andar siempre con los ojos muy abiertos para evitar que les vendan, como originales inéditos, trabajos de autores conocidos ya publicados y robados de la manera más cínica. Hay frescos por aquí que encuentren una novelita o historieta que les gusta en una revista inglesa, por ejemplo, y en seguida la recortan, la copian a máquina, la firman con su nombre y la mandan a cualquiera de las grandes revistas. Del Jefe de redacción de “Vanity Fair” se cuenta que una vez rechazó un poema en la siguiente forma: Muy señor mío: Adjunto le devuelvo los versos que me remitió Vd. el otro día. El tema está bien escogido y la forma deja poco que desear. Esa es la opinión que tengo desde hace cinco años, época en que compuse y publiqué dicho poema en un diario de California que dirigía a la sazón. > Atentamente, AS grandes multitudes de Norte América han dado origen a una dolencia cuyo nom (Continúa en la página 555) f A GS Qu EE AN A la izquierda es Crystal Spencer, de “The Rendez-Vous”, la de en medio Margarite McKay, de las “Vanities de 1923” y la de la derecha Rose Stone, de la misma compañía. El afortunado fotógrafo de las niñas es Ira D. Schwarz. SEPTIEMBRE, 1923 <— > PÁGINA 529