Cine-mundial (1923)

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CINE-MUNDIAL Cuatro dibujos clásicos del inmortal Gavarni, precursor de los grandes caricaturistas contemporáneos. Tomados de la serie de “Les Débardeurs”, una de sus mejores colecciones satíricas, los tres últimos pintan escenas de la vida parisiense de su época. El primero, a contar de la izquierda, ESPUES de un largo reinado de los D estilos Luis XIV, XV, XVI y Napo: león I, hoy París resucita e impone los de Luis-Felipe y Segundo Imperio. Este resurgimiento; es oportuno y urgente. Los lutos de la guerra y las dificultades económicas que ha traído la paz, adormecían la alegría de esta ciudad; pero va despertando y con ella despiertan también la música de Musard, de Offembach y deStrauss, y las imágenes de Daumier y de Gavarni. En la plaza de Vosges, llena de recuerdos históricos, se halla la casa que habitó Víctor Hugo, actualmente convertida en museo consagrado al poeta. El propietario de dicho museo, M. Raymond Escholier, ha organizado con esmero un conjunto de obras de Daumier y de Gavarni, las que se verán por última vez en París, pues dentro de tres meses partirán para Nueva York. Allí serán absorbidas por la “Fifth Avenue", como lo han sido las de los maestros de Barbizón, las de los impresionistas, las de Cézanne, las de Renoir, como van todas las obras maestras que están de venta, en pos del que más paga. Está cercano el día en que para estudiar la obra pictórica de Daumier será indispensable trasladarse a los Estados Unidos. Sus cuadros son reducidos en número, pues sólo pintaba cuando le dejaban tiempo sus activos trabajos de ilustrador de periódicos. : En esa época, salvo unos cuantos íntimos, como Corot, Baryr, Delacroix, Baudelaire y Miche A A c e EISem es un magistral dibujo de “Un Joven Campesino”. DAUMIER Y GAVARNI: Por Raimundo de la Vera Cruz let, no lo conocía el püblico más que como un caricaturista. Y ciertamente que lo era: genial, con un estilo personal y muy elocuente. Era Quevedo, Rabelais, Cervantes o Moliére. Su sátira era sana, aun cuando hería al “vientre legislativo”. Honoré de Blazac decía al admirar las litografías de Daumier y sus valientes croquis, en los que por medio de blancos y negros daba realce a una escultural musculatura: “Debajo de la piel de ese hombre hay un Miguel-Angel”. Más aún, Daumier es un estatuario lleno de carácter y de movimiento, como lo atestiguan su formidable “Ratapoil” y sus patéticos “Emigrantes”. En sus pinturas, verdaderas lacas de Coromandel, de esmaltes azúl obscuro, es donde verdaderamente brilla el genio del colorista. En esa epopeya de los humildes lo vemos al igual de los Delacroix, Millet y Carriére. Su arte es de expresión directa, como las esculturas egipcias, como Rembrandt. El seductor Gavarni está representado por un gran número de litografías, que comienzan con el Gavarni joven, bajo el reinado de Luis-Felipe, y terminan con el Gavarni viejo, de Napoleón III. En el primero, Gavarni tiene unos treinta afios, es el alegre vividor que inmortaliza a las “Loretas” y a los “chicards”, a los “loustics”, a la “duquesa d'Abrantés", a los Débardeurs. Es la traducción LOS DOS COLOSOS expresiva de tiempos alegres, expresada por medio de un dibujo lleno de fuego y subrayado por un comentario sutil. Durante el Segundo Imperio :Gavarni está viejo, todo lo ve negro, olvida las telas de las cortesanas por los harapos del filósofo trapero “Tomás Vireloque". Es el espíritu triste de nuestros días, la reflexión amarga y justa. Es un París que comienza a ser un sofiador melancólico, sombrío con Baudelaire. Pero con sus cancanes llenos de animación y de bulla, tan diferentes a los apacibles tangos y a los mecánicos shimmies de nuestros días, bailados en silencio, la palabra de los que bailan es sustituída por ei estruendo del Jazz-band. En esta época Gavarni se muestra suntuoso y su técnica es inmortal. Las dos maneras del caricaturista parisiense están bien representadas en la casa de Hugo. El *Baile Gavarni", en la Opera, la noche del 29 de mayo, fué una fiesta milagrosa, ` alegre, llena de placer y maravillosa. Milagrosa, por la real resurrección de todas esas “leonas” y “grisetas” del tiempo de nuestros abuelos. Dice Maurice de Waleffe, el secretario del Comité de las fiestas de Francia, que la Opera era como un álbum de retratos de familia que se habían puesto a vivir y a bailar. ¿Los trajes? Los ideados por Gavarni. ¿La música? De Offembach. Era la Francia de (Continúa en la página 558) De izquierda a derecha, retrato de Daumier. — “El Coleccionador”, óleo de Daumier. — “Los músicos”, dibujo del mismo genial artista. — “Los Litigantes”, * , SEPTIEMBRE, 1923 <= una de las mejores agua-tintas de Daumier. > PÁGINA 535