Cine-mundial (1923)

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Y luego añade, para cubrir la retirada: “pero ya sabe Vd. que en esto de pleitos judiciales se necesitan tres cosas: tener justicia, la que tiene Vd.; saberla pedir, de lo que me encargo yo; y que la quieran otorgar, cosa de que ni Vd. ni yo podemos estar seguros, pues depende de los tribunales... de las influencias... y ya sabe Vd.” Y si en lugar de ese cliente, hubiese venido la parte contraria, la habría dicho lo mismo... honradamente, porque el abogado tiene que vivir del cliente. —Y el doctor en medicina, hombre bueno, necesario, que ha pasado los mejores años de su vida estudiando una ciencia que no existe aún, bajo la dirección de profesores que la ignoran, y que lo más que han podido averiguar es que hay once mil enfermedades, debidamente catalogadas, de las que diez mil ochocientas cuarenta y cinco reconocen como origen algún trastorno de los órganos digestivos, por lo que cada una de ellas se presta a otros tantos miles de diagnósticos. Y, sin embargo, después de tomar el pulso, examinar la lengua, auscultar los pulmones y el corazón, de hacer tres o cuatro preguntas reglamentarias, lo único que saca en limpio es que hay fiebre, y como la fiebre no es una enfermedad, sino un síntoma, resulta que el doctor queda convencido de que el paciente tiene... tiene fiebre. Y con gran seriedad le receta, porque si no receta, el enfermo y la familia dicen que es un charlatán; y si después que acaba de recetar hubiese quien le preguntase qué efecto espera que cause cada una de las drogas que ha ordenado, se quedaría patidifuso y boquiabierto, sin poder dar respuesta. Todo lo que el médico sabe es que la medicina es una ciencia posible, y que la clientela es positivamente un arte, y que hay que atender de preferencia a lo positivo sobre lo posible. — ¿Y qué diré de los que se consagran a la más sagrada de las profesiones, mejor dicho, al más sagrado de los apostolados? En Espafia, uno de los pueblos más fanáticos que hay en el orbe, existe un refrán que dice: “Bienes de campana, dalos Dios, y el diablo los derrama"; y no se me acuse de irreligioso, que la Católico-Apostólico-Romana Real Academia Española lo consigna en su léxico y lo explica. Y tiene Vd. que aquel que vende una acción de un terreno petrolífero ubicado en Punduarécuaro, lugar que no ha existido jamás, comete una pillada; pero quien vende un lote en el paraíso, hace obra de caridad. —Dígame V., don Primitivo, ¿cuándo se enferma no llama al médico? —Por supuesto que lo llamo, para cubrir el expediente, por costumbre, porque soy gato, en fin, porque Sí. —Desengáñese Vd., mi amigo, eso que dijo Plauto de *Homo homini lupus", no tiene vuelta de hoja, todo hombre es un lobo para con su prójimo. Usted mismo, y perdone que no lo citara antes que a Plauto, Vd. mismo ha dicho algo más concluyente en sus “Microbianas”: Don Pedro Morejón del Paso y Toro Es hombre honrado, aunque robó un tesoro; Y Perico un bribón, que fué a chirona Porque sisó un centavo a su patrona. Lector, a quien mi fábula dedico, No cultives ningún género chico. —Créame Vd., amigo mío, no hay hombre, por más honrado que le parezca, que no esté ahorcado en su conciencia. — Permítame, mi señor don Primitivo, que le pregunte si está Vd. comprendido en esa sentencia general. LAVAR Primera Vez que Ud. use un vestido nuevo puede arruinarlo simplemente porque se le olvidó ordenar que le pusieran Sobaqueras Kleinert. Las SobaquerasKleinert selavan. Unavez puestas en un vestido son una protección contra el sudor debajo de los brazos. Las SobaquerasKleinert se hacen en varios tamanos y pesos para adaptarlas a cualquier vestido. Conserve sus vestidos sin manchas y olores desagradablescompre I. B. KLEINERT RUBBER CO. 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