Cine-mundial (1923)

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lin efecto, el redactor aludido se llevó el libro a su casa y al día siguiente de mañana me lo alargó preguntándome: —¿Ha leído usted eso, Hermida? —No — respondí —. Yo no necesito leer las cosas de Zamacois. Me consta que todo lo que escribe es sublime y que es hoy el mejor novelista del mundo. Además, no sé si estará enterado de que soy uno de sus íntimos... habrá visto usted la dedicatoria, ¿no? — Precisamente por eso se lo preguntaba, ya que esta “Vida extraordinaria" debía haberse titulado “La vida de un gran sinvergüenza". Me quedé frío. Si me sueltan a quemarropa la noticia de que Firpo se había retirado a un monasterio no me hubiera sorprendido tanto. Acordándome de que Zamacois deseaba que mis postreros años fueran como CINE-MUNDIAL ¡BONITA “CIVILIZACION”! A la ya larga lista de publicaciones que se aprovechan de nuestros grabados y los ofrecen al público como suyos propios, debemos añadir ahora “Civilización”, que se edita en Cuba y que, después de tomar sin permiso el dibujo que Usabal hizo de Firpo, le tapó la firma con un papelito muy cursi y lo rodeó de letras de imprenta de su propia cosecha. Rogamos al colega que se abstenga en lo sucesivo de esos actos que desdicen de su nombre. Ella. — No lo sé... pero ¿la tengo fría?... Yo.— (Comprobando mi observación). Sí; sí... muy fría... dase un refugio. En el pasillo resonaban ya los pasos seguros de un hombre... —Debajo de la cama...— suspiró Teresa, En esta clase de enredos la cama es el escondite inevitable, el escondite clásico, desde donde, en los teatros, los galanes de “vodevil” hacen reir al público. Su vulgaridad me repugnaba... mas no había que malgastar momentos, y según estaba, en mangas de camisa, desaparecí bajo el lecho — que era de los bajitos — como una carta por la hendidura de un buzón. Es increíble que un caballero de cincuenta y dos años, noble y millonario, como yo, aceptase una situación asi. ¿Será porque nunca he disfrutado de ese prudente equilibrio que las gentes llaman “sentido común”? ¿Será—como aseguran muchos autores —que el capricho amoroso no respeta edades?... Un hombre entró en la alcoba: yo, en la posición en que me hallaba, con el oído derecho pegado al suelo, únicamente le veía la mitad inferior — Van a tener Uds. que ponerse un poco más de ropa encima — dice Harry Gribbon a sus compañeras las bañistas intérpretes de las. Comedias de Mack Sennett para “Pathé”. los del héroe, abrí el libro al azar por las últimas páginas y leí: Cuando llegué a la calle de la Lealtad, ví al señor Risco salir de su domicilio, mirar al cielo, extender una mano para cerciorarse de que no llovía, y caminar luego beatíficamente. Subi; la cocinera y la segunda doncella ya se habían retirado a dormir. Unicamente Carmen, la criadita para quien Teresa no guardaba secretos, velaba en previsión de cualquier sorpresa. Teresita me recibió en su alcoba, donde me invitó a café, y vestía del modo sucinto y elegante que correspondía a la intimidad del lugar en que estábamos Yo. — (Tomándola guapa estás! Ella. — ¿Más que ayer? Yo.— Sí; ¿por qué tienes la carne tan fría?... sobre mis rodillas.) ¡Qué NOVIEMBRE, 1023 < En lo mejor de nuestro coloquio apareció Carmen, quien, tras algunos desesperados visajes, arrojó dentro de la habitación estas tres palabras terribles: —j Señora... el señorito!... Y desapareció. Substituyendo valores iguales, lo mismo hubiese podido tirarnos una bomba. Maquinalmente recogí mis ropas, olvidadas aquí y allá, sim orden. El pánico me obscurecía el magín y ponía agitaciones cómicas em mis manos. Como yo, mi cómplice habíase quedado sin una gota de sangre en las mejillas. —Huye... huye... —balbució. —¿Cómo? — repuse —. ...Por dónde? Un armario de luna cerraba pesadamente la puerta de escape del dormitorio, y allá no había cortinaje, ni biombo japonés, mi cuartito ropero, mi piano colocado en forma de chaflán, que brin Y ellas, escandalizadas, despectivas, incrédulas, lo miran de arriba a abajo, como animal raro. de las pantorrillas, pero hubiese jurado que no era José Miguel. Llevaba pantalón obscuro con alforzas, según la moda, polainas blancas y botas de charol, nuevecitas. Aquél hombre preguntó: —¿Quién estaba contigo?... Teresa repuso: —MNadie. El -designaria con un gesto las dos tazas de café... — esa “segunda taza" que ha comprometido o perdido a tantos amantes — porque. ella agregó : —¡Ah!... Es de Carmen: la dije que viniese a acompañarme; como no te esperaba... Se besaron: él dió algunos paseos por la habitación, desembarazóse de su gabán, prendió un cigarrillo y se sentó. Comprendi que tomaba a Teresa sobre sus rodillas, porque los piececitos (Continúa en la página 692) > PÁGINA 662