Cine-mundial (1923)

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A UN CASO SINGULAR EN CHICAG Comentado por Miguel de Zárraga ADIE ignora que, según las relaciones bíblicas, los hijos de Noé an helaron escalar el Cielo y nada más fácil se les ocurrió que construir aquella famosa Torre de Babel, inmortalizada por Breughel el Viejo en la vienesa galería del Belvedere, por Rafael en las Logias del Vaticano, y por Kaulbach en Berlín... Sábese también que Dios hubo de castigar a los atrevidos escaladores confundiendo sus lenguas y haciéndolas tan distintas unas de otras que no pudieron entenderse... (Y de ahí el origen del idioma inglés, tan dificultoso todavía para los que nos empeñamos en no aprender ni el español que en el reparto lingúístico nos tocara en suerte...) Lo que seguramente ignoran muchos de los lectores — sobre todo los que viven lejos de los Estados Unidos — es que la aludida confusión de las lenguas va a ser eclipsada, en importancia y en trascendencia, por la complicadísima' confusión de los sexos que ya se vislumbra. No se trata de que haya en este mundo (en este Nuevo Mundo bastante más que en el Viejo Mundo) muchas mujeres que parecen hombres, y muchos hombres que parecen mujeres. No. Aunque esto es CINE-MUNDIAL JUE exacto, no es esto precisaFotos. International Newsreel mente de lo que se trata. Que las mujeres se masculinicen, y que, como lógica consecuencia, los hombres se feminicen, a nadie puede sorprender en nuestro siglo. Mientras no se interrumpa la ley de la compensación, todo va bien. Y frente a los elementos radicales, siempre dispuestos a transtrocar el mundo, los espíritus conservadores sabremos continuar velando por la inmutabilidad de nuestra especie. Se trata de un interesantísimo incidente judicial, publicado por todos los periódicos de Nueva York y que es, por lo tanto, del dominio público. Procuraré contarlo a los lectores con la mayor sencillez, aunque al hacerlo me lamente de que no posea mi pluma, torpe y tosca, aquella difícil facilidad apetecida por el clásico latino. El tema es algo escabroso. Pero, ¿cómo resistir a la tentación de abordarlo? ¡Pobre del escritor que no sabe decirlo todo, sin herir el pudor más puro! Hace unos cuantos meses, no muchos, se cometió en Chicago un crimen horrendo. Había pasado la media noche, cuando un rico matrimonio, residente en aquella ciudad y en uno de sus mejores hoteles, fué asaltado DICIEMBRE, 1923 < Esposa y' marido al mismo tiempo. — Dos retratos del singular personaje de Chicago a quien la policía aprehendió vestido de mujer, acusó de asesinato y recluyó en la cárcel, donde luego se vino a descubrir, por la barba, que era un hombre. A la izquierda aparece como la esposa de Frank Carrick, con el que estuvo casado durante ¡17 años! A la derecha se le ve en el papel de Fred G. Thompson, marido de Marie Clark. por unos bandidos en el preciso instante en que se dirigía al ascensor para retirarse a sus habitaciones. El esposo, al intentar repeler la agresión, cayó muerto a balazos, mientras a la señora, que con aquél volvía de un baile, la despojaban de todas sus joyas... La policía inició sus pesquisas apoyándose en un simple detalle que dió la viuda en su declaración: uno de los ladrones que la asaltaran tan audazmente la había sonreído, al robarla, con una sonrisa casi angelical, que ella no podría olvidar nunca... Un hombre con una sonrisa de mujer. Esto era todo. Poco tiempo después la policía de Chicago detuvo a un individuo — llamémosle así — que, según comprobadas averiguaciones, llevaba una doble vida, verdaderamente desconcertante. Unos le conocían como hombre, y otros como mujer. Vestía pantalones o faldas, indistintamente. Sus facciones eran duras, pero finas; su cuerpo algo hombruno, aunque muy bien formado. Vestido de hom A Ad bre, parecía ún poco afeminado. Vestido de mujer, ligeramente se masculinizaba, Era un ser misterioso. ; Se le acusó como presunto autor del crimen, pero no pudo probarse nada concreto en contra de él. Y se le absolvió. La viuda no pudo asegurar que aquel hombre (ante el Juez se | presentó vestido de hombre) fuese el mismo hombre que tan angelicalmente . la sonriera al robarla. Lo extraordinario del caso no estuvo, sin embargo, . en el extraño individuo por sí sólo. Lo extraordinario fué la presencia, al lado . suyo, de otras dos personas a quienes se citó para que declarasen: una de ellas, un hombre, dijo ser el legíti dividuo, que, a su juicio, no era tal individuo, sino individua. La otra persona era una joven bellísima, que se presentó como esposa no menos legítima de esa descubierta individua, | que, para ella, y sin ningún género de dura, no era tal individua, sino individuo. .. Pueden imaginarse los lectores la estupefacción del Tribunal. ¿Quién mentía? ¿El supuesto esposo? ¿La supuesta esposa? El acusado absuelto no negaba nada... Era esposa de su esposo, y esposo de su esposa... ¡La apoteosis! (Afortunadamente no se le había ocurrido tener descendencia.) Ş El curioso engendro de Hermes y Afrodita se sentía feliz entre sus dos amores. Un médico intervino, a petición del Tribunal, y el dictamen de! galeno dió por finalizado el incidente. Todo puede ser en este mundo. ¿Por qué no? Aunque el Juez, al pronunciar la sentencia absolutoria, tuvo la gentileza de despedir al procesado-procesada con la frase de ritual que consideró más propia de este caso: “Y esto es todo, señora...” ; FES k ¿Nos encontraremos, realmente, ante una | segunda edición de aquella bíblica confusión de las lenguas, convertida ahora, para mayor desdicha, en una mucho más lamentable confusión de los sexos? El caso de Chicago no . es para tomarlo a broma. Las aberraciones de la naturaleza no deben perdonarse. Por . sus posibles consecuencias, constituyen un crimen más. En el caso de Chicago, y como un mal menor, debió de castigarse al bígamo (¿no era un bígamo, a fin de cuentas?) y, para (Continúa en la página 740) ` i > PácrNa 710 mo esposo del acusado in'