Cine-mundial (1926)

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CUENTOS CINE-MUNDIAL VERIDICOS Continuamos recibiendo material abundante para estas novísimas colum nas — lo cual prueba que la idea ha sido bien acogida por lectores y auto res — y seguimos ofreciendo cinco dólares por cada uno de los relatos que se publiquen. No estará mal insistir en que no queremos literatura más o menos buena, sino sinceridad: historietas cortas (mientras más cortas mejor), pero vividas e interesantes. No devolvemos los originales. RAYOS Y CENTELLAS UCHOS cuentos e historias me ha bían referido de rayos y centellas; -me llegaron a decir que una vez, durante una tempestad, platicaban varios amigos, y sucedió que cayó un rayo y mató a uno solo de los de la reunión, quedando ilesos el resto. Me aseguraron también que el individuo muerto por el rayo, no presentaba herida ni quemadura ninguna, sino solamente una desmoronación de huesos, la lengua afuera, y quedaba, en fin, como un talego vacío. De estas cosas me acordé un día en Puerto Colombia, ese puerto que los mapas americanos todavía llaman Sabanilla, durante un fuerte aguacero y cuando a cada momento tronaba fuerte. Eramos varios y estábamos.en una cantina llena de gente del puerto y muchos marinos; hubo un momento en que la conversación se volvió toda halagos a mi persona y hasta promesa de amistad eterna a mí y a mi familia. Yo argiía que esas manifestaciones no eran sino entusiasmo alcohólico, pero los otros me aseguraban que no, que eran muy sinceras. Como no cesaban los truenos resolví poner a prueba las palabras de esos que me juraban cariño y amistad. Al efecto, esperé el momento preciso de un relámpago bien titilante y me desplomé de la silla, botando la cerveza y haciendo un estrepitoso ruido, que junto con el trueno resultó bien trágico. Los otyg VENTA DE LICORES fil Mec y úl W il | E pe el y IN W MM nd y A en el cafetín fué enorme, y La alarma mis amigos, al principio, se impresionaron al verme en el suelo, con la mirada ida, la lengua medio afuera y en actitud de cadáver. “¡Lo mató el rayo!”, gritaba la gente en varios idiomas. El cantinero les dijo a mis amigos que me llevaran donde el médico para ver qué se podía hacer y que dijera si estaba bien muerto, —Pero es que nos mojamos.. taron casi a coro. Hubo uno que no dejaba que me tomaran . — contes FEBRERO, 1926 el pulso, alegando que la Ley prohibía tocar un cadáver antes del “levantamiento por la autoridad competente”. Yo notaba que aquellos que poco antes me habían jurado amistad eterna y más cosas, escabullían el bulto y formaban grupo bien aparte y se disponían a seguir bebiendo. Ya iba yo a suspender la farsa cuando salió un mozo del lugar, diciendo: —¡Los compañeros de este pobre muchacho son unos canallas! Yo, que tengo fiebre, me lo llevo donde el médico. Y diciendo y haciendo. Me levantó como un fardo, me colocó sobre sus hombros y se lanzó a la calle, llena de lodo y cuando el agua caía a torrentes. Cuando cruzamos la esquina, me “desmonté” diciéndole: —Gracias, Vd. sí es amigo, venga esa mano. El hombre aquel se asustó un poco y quiso como protestar por mi abuso, por su mojada; pero yo lo calmé en seguida dándole un billete e invitándolo a tomar una copa en la misma cantina. Aceptó, y cuando llegamos fué mayor el asombro de los clientes. Yo miré a mis seudos amigos, que estaban otra vez jugando y bebiendo como si tal cosa, y no los determiné siquiera. Hubo, no obstante, entre ellos uno muy listo que me gritó: —¡Si ya sabíamos que era farsa tuya! A poco, me retiré pensando que: ¿Amigos? Tal vez en “Los Olivos...” ; Santiago MENDEZ. UN FRACASO POR PARTIDA DOBLE IS queridos lectores: Voy a contaros el episodio más trascendental de mi vida y que jamás olvidaré. Era en la edad de las ilusiones, o sea a los 19 años y estaba locamente enamorado del Violín y de una morena menudita, metidita en carnes y de graciosas formas, con una boquita roja, pequeñita y unos ojos negros, muy negros y a la vez muy grandes. Yo adoraba con locura a mi morenita menuda y ella me confesaba lo mismo de mí, por lo cual me sentía el hombre más feliz de la tierra. En aquellos días se estaba organizando una velada en el Casino del pueblo, en la cual yo tomaría parte con dos números de violín. Sería ésta mi primera presentación ante el público, y por lo tanto, se decidiría en esa velada el porvenir de mi carrera artística. No hay que pensar en que mi morenita dejaría de asistir a la ya mencionada velada, pues ya yo había atendido a que no se dejara de invitarla. De tal suerte se siguieron mis instrucciones con respecto a la invita ción que resultó ser mi adorada morena, la . de los relumbrantes ojazos negros, la primera en invitarse, Yo, anhelaba mi triunfo completo, no por mí sino más bien por ella. Llegó la noche de la velada, mi grandiosa noche. El salón ofrecía un aspecto deslumbrador, mucha luz y hermosas damas de lo mejor de la sociedad. Lentamente se sucedían los números del programa. Al fin llegó mi primer turno. Para pasar al escenario había que cruzar un largo corredor que daba al patio, a oscuras. Cuando traté de cruzar el corredor ya mencionado para llegar hasta la escena y cumplir mi cometido, con el co a. H y 19 MA? y $ f razón hencha? de entusiasmo y preocupado en mi gran triunfo que traería por consecuencia la felicidad eterna de mi gentilísima morenita, allá en el fondo de la densísima penumbra, ví o más bien adiviné a mi adorada morenita recostada sobre la baranda con un joven, quizás algún pretendiente de los muchos que la cortejaban a menudo. Este murmuraba algo muy quedo a su oído. Fué tal la impresión que recibí que llegué a perder la noción de todo y ni siquiera acerté a dar un paso más hacia adelante. Inmóvil y hecho un idiota, sentí que una mano me agarraba con fuerza y me empujaba hacia la escena. No me quedaba ya más remedio que cumplir con mi deber. El telón subió lentamente, y momentos después mis dedos caminaban lentamente y dudosos sobre el diapasón de mi Stradivarius. Mi pensamiento solo se preocupaba de mi morenita; desfilaban por él los juramentos, las promesas, los besos locos que bebí en sus labios y finalmente la escena aquella terrible del corredor. Fielmente, mi violín mágico interpretaba mi pensamiento y cuando tocó a su fin el Nocturno, la desaprobación fué general: rechiflas, carcajadas, silbidos, y un murmullo terrible que indicaba claramente que fuí un fracaso terminante, sin excusa alguna, en toda la línea. Un fracaso completo y por Partida Do ble... Luis MARGUERI. Ponce, Pto. Rico. EL ZAPATITO XCEPTUANDO a Silverio Ríos, mozo de la tienda y de la casa particular a la vez, era Julián el último em pleado de “El Nuevo Mundo”, acre ditado y antiguo establecimiento de lencería. Desde muy pequeño, al pasar frente a esos establecimientos y ver a los dependientes de mostrador correr diligentes de un lado para otro atendiendo señoritas, acarició la ilusión de llegar a ser él uno de aquéllos; le seducía sobremanera aquella sociabilidad femenina y el estar siempre manejando géneros nuevos y olorosos. Había ya realizado a medias su sueño dorado: ya estaba allí entre géneros, encajes y perfumes; sólo con la diferencia de que nunca le dejaban salir all mostrador. Siempre estaba en la trastienda donde sudaba el kilo arregla y arregla lotes Y más lotes que los otros desbarataban por exigencias de la clientela. Allá muy de vez en cuando lograba escaparse y aparecer tras el mostrador para atender muy inflado y satisfecho a alguna damita que directamente solicitaba sus servicios, atraída sin duda por su aspecto juvenil y simpático; pero casi siempre acontecía que Genaro, uno de los principales dependientes, le quitaba el mar (Continúa en la página 111) PÁGINA 104