Cine-mundial (1927)

Record Details:

Something wrong or inaccurate about this page? Let us Know!

Thanks for helping us continually improve the quality of the Lantern search engine for all of our users! We have millions of scanned pages, so user reports are incredibly helpful for us to identify places where we can improve and update the metadata.

Please describe the issue below, and click "Submit" to send your comments to our team! If you'd prefer, you can also send us an email to mhdl@commarts.wisc.edu with your comments.




We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.

Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.

POR “DON. NEPOMY CENO EPTRAPALVCIO” `. ON Wenceslao y Nepomuceno siguieron paseando por Riverside Drive. Estaba anocheciendo. En las orillas de New Jersey un anuncio luminoso empezaba a funcionar. Las letras encendidas se perseguían. Al apagar se aparecía la hora oficial. Una hora quieta, como si quisiese hacer recordar algo trascendental. . Por el Hudson pasaban alentando trabajosamente obscuros remolcadores. Trenes de gabarras cargadas de carbón. Barcos mer cantes. Barcos de recreo. De cuando en cuando se oía el ronquido de una sirena seguido de un chorro de vapor blanco. Wenceslao y Nepomuceno cruzaron el parque. Atravesaron la línea del ferrocarril y llegaron a la orilla del río. Allí tenían su casa. Esta era un vagón de mercancías, sin ruedas y hundido en el suelo. Tenía algunos desperfectos, seguramente producto de algún lejano accidente ferroviario, pero el ingenio de Wenceslao había hecho del interior de aquel vagón una casa casi confortable. Las paredes estaban tapizadas con arpilleras, no como motivo decorativo, sino para tapar los agujeros hechos en la carcomida y vetusta madera. En el centro había un cajón pintado de verde que servía de mesa. Otros cajones pin tados del mismo color hacían de sillas. En uno de los extremos y sobre el suelo, dos jergones cubiertos por sendas mantas de abigarrados colores. En el otro extremo, una serie de cacharros de cocina, herramientas, maderas, restos de aparatos eléctricos y otros indefinibles artefactos que en graciosa heterogeneidad se hacinaban unos sobre otros. Colgando de las arpilleradas paredes había litografías de la guerra italo-turca, estampas de “La Lidia” y un mohoso desper Enero, 1927 CINE-MUNDIAL ATA TORTA TIN HOMBRE AAN JVLIO DE DIEGO tador que marcaba impertérrito las horas con un ruido insoportable... Nepomuceno descorrió la puerta que estaba atrancada con una astilla. —¡Oh, amigo Wences, qué satisfacción siento cada vez que llegamos a nuestra covacha! Esto de encontrarse aislado y de vivir en estado casi primitivo en medio de tanta civilización y tanto adelanto, me produce una satisfacción inconmesurable. Después de decir ésto, Nepomuceno se dejó caer sobre uno de los ¡jergones. —Bueno, eso lo dirá Ud. — contestó Werceslao — pero le advierto que en cuanto se eche el invierno encima, yo no vivo aquí. La humedad del río me afecta mucho. Y además, estas manchas rojas que me han salido en las manos me tienen muy preocupado. Yo quiero mudarme. —Ya le he dicho a Ud. que esas manchas rojas son renales — dijo Nepomuceno —. Sí, son manchas renales sin importancia. Púrguese y le desaparecerán. Y sobre todo, coma poco... —Pero hombre, si por recomendación suya he estado cuatro días a dieta, hasta que no me he podido contener porque me caía de debilidad y he empezado a comer algunas cosillas — respondió Don Wences compungido. —Cómo, ¿llama Ud. comer algunas cosillas al banquetazo que se ha dado en el Childs? Querido, convengamos en que es Ud. un Heliogábalo y de esa manera no se curará Ud. nunca. Le digo y le repito que esas manchas son renales con liosas e inflamaciones duodenales, y que si no sigue Ud. mis indicaciones terminará Ud con una inflamación del aparato digestivo y habrá que hacerle la punción. —¡¡Ea punción!! — murmuró Wenceslao abriendo los ojos de una manera aparatosa. —SÍ señor, la punción con todas sus consecuencias de trobas, blandas, blejes, estrobas y escalifurcios — dijo Nepomuceno enfáticamente y con gran seriedad. —En fin—amigo Nepo, le creo porque yo, la verdad, no entiendo una palabra de medicina. ¡Y me dice Ud. unas cosas tan raras, que seguramente tienen que ser ciertas! —respondió Wenceslao con cara de hombre convencido. Nepo había sacado un cigarrilo y lo fumaba con deleite lanzando grandes bocanadas de humo. Don Wenceslao se levantó y se dirigió al heterogéneo rincón. Buscó entre los cachivaches y cogió una lima. Sobre el cajón que hacía de mesa había un farol de petróleo de esos que usan en las estaciones. Lo abrió y con la punta de la lima arregló la mecha. Después lo encendió. Nuevamente se dirigió al rincón heterogéneo y sacó un pedazo de metal en forma de S. Se sentó en uno de ramificaciones bi BD 3 FIN DE DOA PRINCIPIO DON. WENCESLAO J los cajones y limar el artefacto por uno de sus extremos. —Hombre, amigo Nepo, ¿no le he contado a Ud. lo que me pasó anoche? —No — respondió Nepomuceno dejando caer el cigarro en una lata vacía que había entre los dos jergones. —-Pues hombre, pasé un susto terrible. Ud.. como tiene un sueño de lirón, no se enteró. —Bueno, ¿pero qué fué ello? — dijo Nepomuceno revolviéndose en el jergón y adop empezó a una más cómoda. mente será alguna tontería de las suyas. —Protesto — dijo Wenceslao un poco in tando postura Segura dignado. Verá Ud., yo le contaré: estaba yo durmiendo cuando noto que me pasan una cosa húmeda por la cara. Precisamente estaba yo soñando en aquel momento que estaba en la peluquería afeitándome. Me despierto y delante de mí veo unos ojos brillantes y de color verdoso que me miran muy fijos. Me hice mi composición de lugar y pensé que yo estaba despierto y que por tanto aquellos ojos eran reales. Pensé gritar, pedir socorro, pero el miedo, un miedo feroz, me tenía sobrecogido... Y hombre, a propósito, ¿Ud. no ha pensado que pedir socorro en inglés, cuando se desconoce el idioma no tiene fuerza? A mí me parece que decir “Help, help!'” no tiene la misma fuerza que gritar “¡Socorro, socorro!”... —Bueno, no divague y siga con su historia — dijo Nepomuceno frunciendo las cejas —Pues como decía, me quedé sobrecogido. Los ojos se movieron y al mismo tiempo noté sobre mi mano una cosa dura y peluda. Entonces me dí cuenta que era un perro. La tranquilidad renació en mí. Traté de acariciarlo, de llamarlo. Intenté silbar, pero el silbido no salía. El miedo que había pasado me tenía en un estado nervioso que no podía silbar. Solamente dejaba escapar el aire entre los labios. “¡Uu! ¡Uu'” Por más esfuerzos que hice no pude conseguir que sa (Continúa en la página 62) PÁGINA 14